“Hacer ese libro fue una locura, y lo digo en el mejor sentido, porque fue un desafío que disfruté mucho”, dice Alejando Aragón sobre Death Orb, la historieta recientemente editada por el sello local Multiversal. Con guion del canadiense Ryan Ferrier y publicada originalmente en Estados Unidos por Dark Horse en 2018, Death Orb cierra la primera triada de títulos de la colección “De Exportación”, que Multiversal dedica a artistas argentinos publicados en el exterior; los álbumes previos fueron Ichabod Jones (del rosarino Renzo Podestá, con guion de Russel Nohelty) y El último golpe (del paranaense Lisando Estherren, con guion de Ed Brisson).
Con Death Orb la posibilidad de conocer el rumbo gráfico del dibujante oriundo de Capitán Bermúdez –siempre por el exterior, en editoriales como Image, IDW, Stela, Vault Comics– encuentra correlato en sus propias palabras: “es un placer ver el libro publicado acá, en Rosario y toda la Argentina, con una gran traducción. Se disfruta y tiene un valor especial”. Situación equivalente a la de tantos artistas de la historieta, cuyo hacer visita páginas de libros y revistas extranjeros mientras aquí llega poco, a veces nada. El libro de Multiversal permite apreciar a un Aragón de narración vertiginosa, cercano al manga (historieta japonesa), en un universo de ciencia ficción distópica donde un personaje solitario y violento intenta dar con el paradero de una mujer embarazada. El periplo dibuja un mundo caído, de referencias religiosas/maléficas que imbrican en la poca arquitectura que queda, junto a la aparición imprevista de un grupo rebelde.
-Death Orb deja ver influencias en tu dibujo de la historieta japonesa, ¿es así?
-De acuerdo con cómo yo encaro las cosas, todo lo que tenga que ver con un estilo es algo que está muy ligado a la personalidad, obviamente a una identidad. Es algo que está en algún lado y hay que tratar de desenterrar, hacia allí hay que ir. Uno va evolucionando, cambiando, y necesita explorar cosas nuevas y desafíos. Todo eso enriquece y alimenta la experiencia de un artista. En ese sentido, hace algunos años empecé a prestar atención a algunos mangakas, más que todo a lo que es el seinen y al realismo, no tanto por lo estético sino por cómo manejan los tiempos y cómo favorecen la atmósfera de la historia con las tintas. Ellos utilizan tramas y grises, trabajan mucho con la línea, y en ese sentido Death Orb tiene mucha influencia del manga. Me dieron ganas de explorar ciertas cuestiones en este cómic y por eso hay mucha utilización de línea cinética, con personajes más estilizados. Descubrí un universo nuevo de mangakas, de generaciones pasadas y no necesariamente actuales; siento que me ayudó a evolucionar mucho en la línea, en el entintado, para romper con lo tradicional de una línea muy prolija, con valores que separan entre lo que está cerca y lo que está lejos. No sé, es otra cosa, y me parece que estas obras se conocen poco, porque el manga que llega a Argentina es el más popular, el que más vende, y no se compara con otras obras, desconocidas y de un valor estético muy importante.
-¿Cómo llega a publicarse Death Orb en Estados Unidos?
-Yo venía laburando bastante de freelance y necesitaba un poco de aire fresco, hacer algo distinto, donde tuviera el control para hacer lo que quisiera. Quería algo que fuera netamente de autor. Y justo lo encuentro a Ryan (Ferrier) (guionista de D4VE, Teenage Mutant Ninja Turtles Universe y Kong en el Planeta de los Simios) en las redes, buscando un dibujante para un proyecto. Le escribí y le mostré lo último que había hecho, le encantó y comenzamos a hablar sobre lo que teníamos ganas de hacer. Me pasó dos o tres sinopsis muy breves, y la que me llamó la atención fue Death Orb, porque era ciencia ficción y porque la historia era una mezcla entre Matrix, Kill Bill, y otras cosas. Por otro lado, yo venía bastante enganchado con las narrativas orientales y con la serie Afro Samurai. Arrancamos con un concepto muy vago, y le dimos forma sobre la marcha. La idea fue hacer algo sin pedir consejo ni permiso, sino descontracturado, para salir de las rutinas del trabajo cotidiano. Un editor en Dark Horse me había dicho que le escribiera ante cualquier proyecto de autor que tuviera, cuando tuve listas dos o tres páginas se las envié junto con la sinopsis y me respondió inmediatamente: “¡esto está buenísimo!”.
Lo expuesto señala sobre el lugar de relieve que Aragón ocupa en el mundo de la historieta, con proyectos de marca autoral, que le llevan a buscar soluciones gráficas novedosas y en géneros narrativos diversos. Según el dibujante, responsable de versiones al cómic de franquicias como RoboCop y 28 Days Later, “obviamente que uno quiere dibujar cosas que vendan mucho y para un montón de editoriales, pero siempre tengo como objetivo el desarrollo personal, llegar a mi voz. Para mí, la vida de las personas es demasiado corta para alcanzar la conexión con la voz artística que tenemos y que hay que desenterrar, pero eso no quita que uno tenga que seguir intentándolo, que es lo que hago. Empecé por el policial, seguí con una historia histórico-épica, pasé por el terror y la ciencia-ficción, ahora estoy con algo de crime noir; esto tiene sus pro y sus contras, porque tal vez el hecho de ir cambiando impida que uno se haga fuerte en algo específico, pero cuando termino un proyecto y arranco otro creo que evoluciono, y lo que aprendí lo traslado a otra cosa. Así me siento más fuerte para seguir en lo que hago. Necesito cambios y desafíos, y no me molesta equivocarme, porque de lo contrario estaría estancado”.