Un texto que franquea y traspasa la siempre enigmática categoría “para niños” y una música original que nace entre los pliegues de una lectura. Las aventuras de Pipo es un cuento musical concebido entre asombros cruzados, que desde su fugaz vida escénica --en el centro de Experimentación del Teatro Colón, en julio de 2017-- pasó al disco para convertirse en el homenaje póstumo a Lucía Maranca, la recordada pianista y cantante, que es quien lee el texto de su hermano Aldo, sobre la música que Pablo Mainetti compuso especialmente. Los Años Luz Discos editó la obra, las aventuras de uno de esos niños que nunca hace caso a los mayores, y desde hace algunos meses se puede escuchar en las plataformas digitales.
“La idea de Las aventuras de Pipo surgió en un almuerzo en casa de Lucía (Maranca), cuando en la sobremesa ella nos leyó a los presentes el libro de cuentos de su hermano Aldo”, comenta Mainetti a Página/12. “Todos quedamos muy impresionados y movilizados por el texto, y sobre todo por la lectura que hizo Lucía. Ahí sentí que era necesario hacer algo con eso. Se lo comenté, la idea le gustó y comenzamos a trabajar”, continua el bandoneonista y compositor.
Nacida en Florencia, en Italia, Lucía Maranca llegó a la Argentina adolescente y aquí vivió hasta su muerte, en 2017, poco después de estrenar Las aventuras de Pipo. Desde muy joven participó en primeras audiciones en el país de obras de las más significativas del repertorio contemporáneo nacional e internacional, casi como la musa de ese mundo musical que acaso terminó con la reciente partida, el 15 de diciembre pasado, de Francisco Kröpfl. “Conocí a Lucía justamente a través de Francisco (Kröpfl), que admiraba su talento y era el que decía siempre que había que escribir música para ella”, agrega Mainetti.
Las aventuras de Pipo se articula en tres cuentos: “Pipo y la basura”, “Juanita y la muela picada” y “Aire y yuyos de la sierra”. En el primero, Pipo está tan sucio que los recolectores de basura lo confunden con una bolsa de residuos. En el segundo, Juanita tiene los dientes “a la miseria” por comer caramelos, y en el tercero, Pipo emprende un viaje en busca de una medicina que logre sanar a su madre, por lo que descubre el mágico mundo de la medicina ancestral y las plantas curativas. “Lo pusimos en escena en el CETC para las vacaciones de invierno de 2017. El libreto fue de Miguel Galperín, con proyecciones, dos actores, un pequeño ensamble y Lucía leyendo, en un espacio con almohadones para que los chicos se sentaran. Más allá de la gran recepción que tuvimos, fue un regocijo enorme trabajar con ella durante ese tiempo, vernos todos los días. Quedamos con la idea de grabar la obra, pero la repentina muerte de Lucía dejó el proyecto trunco”, explica el bandoneonista.
El tiempo pasó y un buen día Mainetti rescató la grabación de la lectura de Maranca que había utilizado para escribir esa música. “Antes de empezar a componer, había llevado a Lucía a un estudio para que grabase una lectura, que me serviría como especie de huella. Siempre pensé que no podía imponerle nada desde la composición y que tenía que interferir lo menos posible sobre su voz. Debía componer a favor de ella, a partir de lo que ella hacía, que siempre estaba bien. A partir de esa grabación de su voz, que Lucía hizo con un sentido musical innato, pudimos reconstruir la obra y apenas la pandemia lo permitió, con Hernán Possetti (piano), Christian Basto (contrabajo), Armando de la Vega (guitarra) y Pablo Sangiorgio (violín), grabamos la música. El resto fue edición”, explica Mainetti.
“Pese a que el texto se grabó antes de que la música se compusiera, al momento de montar la obra realmente parecía que ella estaba presente, colaborando y facilitando todo. Y así pude cumplir ese mandato de Kröpfl: hay que escribir para Lucía”, se alegra.
Compositor y bandoneonista, cierta tradición liga a Mainetti al tango, aunque su itinerario formativo y artístico presenta ampliaciones y proyecciones. El dúo con el guitarrista César Angeleri, su quinteto y el de la Fundación Astor Piazzolla e innumerables participaciones como solista se combinan con experiencias en la música contemporánea, entre ellas obres sinfónicas y de cámara y dos óperas de cámara, Ultramarina, con libreto de Edgardo Cozarinsky, estrenada en 2014 con la puesta en escena de Marcelo Lombardero, y La última comilona, basada en el film Marco Ferreri, sobre libreto de Jon Paul Laka y dramaturgia de Michal Znaniecki, comisionada para la Opera de Varsovia y aun no estrenada. “Mi historia está agarrada al tango, claro, pero hay un costado que va más allá. Puede ser un conflicto, pero cuando me siento a escribir, las cosas se aclaran solas”, explica Mainetti. “En Las aventuras de Pipo el tango no estaba, por lo que mi objetivo fue hacer una música abstracta, un discurso detrás del discurso, que no compitiera con lo figurativo del texto, para que la atención vaya a la voz de Lucía”, agrega.
“Con el correr de los años me fui dando cuenta de que acompañar textos, leídos o cantados, me gusta”, dice Mainetti y enseguida recuerda experiencias con Juan Forn –“en un boliche de amigos en Mar Azul”--, las lecturas de Juan Gelman de Cristina Banegas, Cosarinsky y Horacio Ferrer, entre otros. “Más allá de escribir música absoluta, la idea de un texto me atrae, lo vivo muy intensamente. Considero al lector como un instrumentista, escucho la música que hay en el sonido y en el sentido de las palabras y la cadencia de la voz”, describe Mainetti. “En este caso conté con la ventaja de que los niños escuchan sin prejuicios. Fue muy placentero hacer esta música de esta manera y contribuir a que se conozca Lucía, uno de los personajes importantes de una época en Buenos Aires”.