Hay gente que se cree que triunfar es algo así como salir en el diario o en la tele o tener una suma muy gorda de guita en el banco.
Hay gente que es tan pragmática que utiliza el verbo “crecer” pura y exclusivamente para referirse a su estado financiero y a ningún otro estado. Y lo peor es que esto se ha expandido ampliamente en sectores de gente joven, población que debería tener otras perspectivas u otros intereses. Y no los tienen.
Muchos se olvidan, parece, enterarse de dónde vinieron, de qué miserias, humanas y materiales, de cuántos padecimientos tuvieron los padres, los abuelos y los bisabuelos, vinieran o no de los barcos en otros siglos, fueren inmigrantes, criollos, zambos, mulatos o indios.
En este sentido, es preocupante que son muchos los que se esmeran en negar el origen de sus orígenes, haciendo borrón y cuenta nueva y esmerándose en aparecer como ejemplares exitosos de la categoría junior, nunca envejecidos ni vilipendiados por el sistema, siempre espléndidos para cualquier pantalla, no importa si sobrevivieron a divorcios, mudanzas, denuncias varias, no importa si tuvieron que darse con algo de merca antes de salir de casa…
Hay gente que se cree que ser exitoso es ser mediático, político o periodista, o, en todo caso, ambas cosas. Hay gente, me apuntó ayer una señora amiga, señora de su edad, que publica todo en las redes, que hace pública su vida privada, que pierden el límite entre lo privado y lo público, y con ello, también, pierden el pudor…
¿Será así? ¿O estaremos vivenciando generaciones nuevas que viven para la pantalla? (sea la tablet, el celu o la compu, todo da lo mismo, lo importante es aparecer en formato virtual, encima pandemia mediante tampoco quedan muchas opciones).
Hay gente que se cree que aparecer exitoso es una forma del éxito porque “Como ven te tratan y si te ven mal te maltratan” apunta la indestructible e inmortal Chiquita Legrand, que ya no es ninguna junior, con sus flamantes 94 añitos…
Entre las caras y las caretas siempre hubo una diferencia. A eso apuntaba el nombre del histórico semanario creado por Pellicer y Fray Mocho hacia 1890. De él derivaron luego revistas como Humor y Sex Humor (exSatiricón), creadas por Casciolli y Blotta desde junio de 1978 hasta 1999 que sobrevivieron incluso a la época negra de la dictadura. La sátira política ilustrada genialmente fue una buena receta, tanto que la Caras y Caretas se vuelve a editar desde el 2005 con un formato más cultural y sociológico (la dirige Felipe Pigna) y siempre con muy buenas ilustraciones.
Más allá de lo que dure o no una revista, parece que hay gente que cambia de careta continuamente tratando de adaptarse a las vicisitudes del mercado. Es así, cambian los rostros a pedido del público y el público a veces se confunde y no sabe muy bien qué es lo que quiere… Entonces tenemos tremendos femicidas que van a la marcha del 8 de marzo, todo sea para aggiornarse y disimular, y políticos de fuste que transitan, cual anfibios invictos, de partido a partido, de tal frente a otro frente y etcétera…
Pero la cara es siempre la misma, no es la careta: es así, como decía mi viejo, el mundo se divide entre dos clases de gente: la buena gente y la gente de mierda, el que es de mierda, siempre lo fue y siempre lo será y la buena gente, siempre será buena gente, a pesar de todo y contra todo… “El que nace barrigón es al ñudo que lo fajen”, apunta José Hernández en la voz del Martín Fierro, nunca equivocado. Y es así.
Hay gente que tiene rostros horrorosos y desfigurados por la maldad y la ambición y hay gente que no. Quizá no sean tan bellos, porque las cosas son al pan, pan y al vino, vino, pero tampoco son tan fuleros, como se pretende hacer creer.
Ni la chingada era tan mala, ni la chingada era tan fulera, ni la chingada era tan tremenda… Tampoco la yegua.
Hay gente que no entiende que quizá, para muchos, triunfar sea resolver el día a día con las pequeñas acciones, acciones invisibles y anónimas, acciones cotidianas, porque realmente mucha gente está segura de que la patria es el otro (no aniquilar al otro) y no pretende salir en ninguna pantalla ni pretende ningún galardón, por enseñar a leer y escribir todos los días, por vacunar gente contra el Covid todos los días, por atender gente todos los días, sea en el ámbito de la salud que fuere, por tratar de lograr que el que no come en su casa porque no tiene, pueda comer y nutrirse en otro lado.
De que hay gente invisible que trabaja incansablemente todos los días para la cual el éxito es que un chico no abandone la escuela, que un adulto la retome, que un anciano consiga cuidados, medicamentos y alimentos como debe, que alguien aprenda algo que no sabía.
De que hay gente que no necesita salir en las pantallas ni en el diario ni en la radio y que el único reconocimiento que espera por la labor que hace es que el otro, ése que es la patria, empiece a vivir un poco mejor de lo que estaba antes, de una forma más humana y más digna que la que tenía, de una forma más justa.
Porque la Patria con mayúsculas, la hacen los invisibles, los que no quedan nombrados en la historia, los que trabajan desde abajo lo mejor que pueden, todos los santos días…