Las consultas por posibles casos de autismo se incrementaron en los últimos tiempos. ¿Hay más casos o ahora se cuenta con mayor información? ¿Qué tratamiento es el indicado? ¿Se trata de estimular la adquisición de nuevos hábitos? ¿Qué aportes ofrece el psicoanálisis? ¿Hasta dónde radica la importancia del diagnóstico? Estas son algunas de las preguntas que intenta desmenuzar la prestigiosa psicoanalista Ilda Levin en Autismos y perturbaciones graves en la clínica psicoanalítica con niños y bebés (Ed. Letra Viva), un libro esencial para conocer más de un tema del que hace unos años no se mencionaba tanto. La obra tiene textos que han sido publicados desde 1980 hasta la actualidad, donde la autora reflexiona también sobre el rol de los padres, las intervenciones del psicoanalista y sobre la importancia y el significado del juego en niños con patologías graves, entre otros tópicos.
--¿Cómo debe intervenir el psicoanalista en patologías graves de niños y bebés?
--No hay una manera que yo pueda decir la forma de intervenir en todos los casos. De lo que se trata es de poder escuchar qué es lo que dicen los padres o los adultos que están a cargo. A veces, es una institución. En otras ocasiones la consulta la hace una tía o una abuela. Depende de cada situación, pero en principio hay que poder escuchar cuáles son los puntos que pueden considerarse en relación con el tema por el cual me convocan. La primera cuestión es darse tiempo para hablar y poder ir ubicando las situaciones sin etiquetar previamente. Esto, por un lado. Por otro lado, depende también mucho del momento en que se hace la consulta. No es lo mismo una consulta por un niño, por una niña a los 6, 7 años (cuando a partir de la escolaridad se empiezan a tomar más en cuenta los problemas) que una consulta más temprana. Antes no existían las salitas de 2, salitas de 3. Los niños ahora van muy tempranamente a situaciones donde están en contacto con otros y muchas veces son las primeras maestras que detectan que hay una forma del no jugar o de no querer estar en contacto con otros niños, o de no mirar. Empiezan a detectar algunas dificultades y ahí es el momento de comenzar a hablar con los padres y, en el mejor de los casos, no postergar una consulta. Siempre digo que una consulta a tiempo no implica un tratamiento sino que implica ver un poco más de qué se trata. Y ahí es donde empiezan las primeras intervenciones.
--¿Cómo se logra establecer la transferencia en el análisis de un niño con autismo o con patologías graves?
--En el psicoanálisis en la Argentina hubo una pionera llamada Betty Garma. Ella trabajó con niños muy pequeños, lo mismo Arminda Aberastury. Estaban muy imbuidas de la propuesta de Melanie Klein, pero Betty Garma y Arminda Aberastury desarrollaron criterios propios. Betty Garma planteaba después de sus experiencias con niños muy chiquitos que realmente si se lo sabe escuchar a un niño, aunque no hable, da muestras, orienta acerca de qué le está pasando y si realmente está disponible para la posibilidad de un tratamiento. En el caso del chiquito que hablé en el libro, no hablaba, no miraba, no se conectaba, estaba metido siempre debajo de un mueble en un rinconcito. Realmente yo creía que estaba en su propio mundo, que no tenía ningún tipo de vínculo conmigo ni con lo que lo rodeaba, que nada le interesaba. Pero él tampoco se oponía a la situación de entrar al consultorio. El padre lo traía. De alguna manera, estaba predispuesto. Pero de eso me di cuenta después. Hay cuestiones de las que uno no se da cuenta en el momento, pero sí puede leer si realmente un niño puede orientar si el problema se subsume en él o si también tiene que ver con el contexto que lo rodea. Tienen muchas maneras de transmitir. El asunto es que no todos estamos obligados a esa sensibilidad para poder percibir los gestos de un niño. Hay que poder leer, poder tener sensibilidad para el tipo de gestos que manifiesta un niño. Y también cuando el niño no está predispuesto y no quiere saber nada de tener contacto con algunos adultos, por ejemplo en casos de abuso. Los niños transmiten. No es que sean transparentes, pero transmiten.
--¿Cómo deben trabajar los adultos con chicos con autismo para compartir un código?
--Hay muchas maneras de abordar estas cuestiones. Yo hablo de la mía. Me parece que no se trata de transmitir un código sino de transmitir un afecto, un deseo de que el niño pueda encontrar un modo de vivir mejor. ¿Qué pensamos para un niño? Que pueda jugar. Esto es indispensable. Hay algo fundamental en el tema con los niños. Las verdaderas enseñanzas con un niño pasan por que aprenda a jugar. Ahora, en esto de aprender a jugar no todo es hábito, no todo son las reglas del buen jugar sino también lo espontáneo, la creatividad en un niño. Realmente si se los deja con sus lápices, con sus pinturas, con sus juegos, tienden a ser muy creativos. En caso de perturbaciones muy graves es poder ser sensible a aquello que transmiten. Y desde ahí, desde aquello que transmiten, hay que poder ir dando los recursos y las herramientas para que se encuentren con una posibilidad de juego.
--¿Y la actividad lúdica le permite al psicoanalista hacer una lectura de su malestar?
--Yo pienso que sí. Por ejemplo, en otra situación era un nene que iba a la plaza a jugar. Los padres lo llevaban y él iba a jugar, pero tenía un vínculo con la hamaca. Y estaba con la hamaca y no salía de la hamaca. Y claro, los papás y los abuelos querían que jugara con otros juegos, pero él no quería salir de la hamaca. De alguna manera, los papás y los abuelos incómodos con esto, lo sacaban de la hamaca. Se producían las pataletas, el no querer. Cuando empezaron a trabajar conmigo, yo fui escuchando estas situaciones y me di cuenta, a través de lo que decían, que realmente el niño tenía ganas de estar en la hamaca. Lo que yo no sabía era por qué tanto tiempo y solamente con eso. Por ahí, en otro tipo de abordaje hay que crear otros hábitos. Yo le dije a los padres: "Tengamos un poco de paciencia, dejémoslo en la hamaca. Pero estén ustedes con él y transmítanle que es muy lindo lo que está haciendo en la hamaca. Démosle todo el tiempo que haga falta para jugar en la hamaca". Después de un rato, el nene, que todavía no hablaba, quería bajarse y empezó a jugar con otros juegos. Me parece que es eso. No hay que etiquetar ni tampoco que sólo se trata de construir hábitos.
--¿Por qué hay padres que no logran acceder a la intimidad de sus hijos y estos quedan como encapsulados?
--Yo no puedo decir que es por tal cosa o por tal otra. Hay que ser muy sensible, muy humilde también, con mucha disponibilidad y poder escuchar a cada mamá, a cada papá. Puede ocurrir que haya algo del lado de las voces, de los ruidos, de la musicalidad, del modo en que se le habla, del contacto con el cuerpo que el nene rechace. Pero también puede ser que esté pasando un momento de encapsulamiento. Y hay que mostrarle que se respeta eso. No tengo reglas generales: ni se trata de sacarlo de prepo formulando hábitos ni se trata de decir: "Esto es por tal cosa y esto es por tal otra". Es situación por situación. Y, a veces, se trata de poder entender también a dónde lleva esa supuesta frialdad. A veces, son necesidades de separación, pero no es todo con lo mismo. No podemos etiquetar y decir: "Es la frialdad de los padres" o "Es el encapsulamiento del niño". Hay que trabajar en los dos lados.
--¿Por qué suele decirse que los chicos con autismos tienen un rasgo de indiferencia con el mundo exterior?
--Esto lo había detectado Leo Kanner. Fue el primero en detectar lo que se llamó “autismo precoz”. Es como un síntoma que se reitera. Y podemos ubicarlo como indiferencia hacia el mundo exterior. Yo diría que no es indiferencia al mundo exterior en sí mismo ni a todo el mundo exterior. Lo ligaría con un deseo, con un anhelo de no estar en contacto con ciertos elementos que provienen del mundo exterior.
--¿Cuánto influye un diagnóstico erróneo en la primera infancia?
--Es un desastre realmente. Pero no solamente el diagnóstico erróneo. Hasta diría "un diagnóstico", porque el mejor diagnóstico es aquel que se va produciendo a medida que se va teniendo contacto porque no sólo son "las perturbaciones" sino que hay modalidades, singularidades, formas. A lo mejor, no le interesan ciertas cuestiones del mundo exterior que se le ofrecen, pero tal vez le interesa el brillo o el matiz que toma una hoja, una flor o una fruta cuando se la mira desde cierto ángulo y no desde otro. Entonces, poder percibir estas cuestiones es muy importante. Pero además yo creo que un bebé es una persona: no es ni un cachorro ni es un objeto. Un bebé es una persona y, en tanto tal, tiene sensibilidad. Nace en un mundo de lenguaje, en un mundo lenguajero. No sabe decir "mamá" y "papá", pero nace en un mundo de lenguaje. Entonces, esa supuesta indiferencia por el mundo exterior es muy relativa. Yo he tenido casos de niños que han sido vistos en lugares de muy alto renombre y muy jerarquizados, pero que les han hecho diagnósticos y se les ha dicho a los padres. Y el agravio psíquico, la desesperanza, el desamparo que produce un diagnóstico es algo que no se tiene en cuenta y es muy importante tenerlo en cuenta porque los padres también son personas. Somos muy sensibles a lo que se nos dice. No se trata ni de decir toda la verdad ni de que hay que mentir. Yo no puedo saber tanto como para decir "Su niño tiene tal cosa". No hacemos radiografías, pero suponiendo que sí, que podamos detectar que realmente hay una perturbación muy grave, hay que empezar a trabajar, a ubicar, no todo está perdido. Y no me refiero solamente a un diagnóstico de autismo.
--¿Hay padres que suelen sentirse frustrados cuando sus hijos no responden al abrazo?
--Sí, no hay padre, no hay mamá que sienta indiferencia si su hijo no le tiende los brazos. También es cierto que hay clichés, la suposición de que un niño o un bebé a tal edad tal cosa, tantos meses tal otra... Eso también existe, pero puede ser un primer signo de alarma. Ahora, después, la gravedad de eso en sí mismo hay que ir viendo. Tampoco podemos producir un diagnóstico por un solo síntoma, por un solo momento. Lo que insisto mucho es que la consulta temprana puede modificar un destino. Una consulta temprana no significa que ya es un tratamiento. Es una consulta temprana. Puede haber varias más, puede no haberla. Habrá que ver, pero siempre una intervención temprana a la hora de pensar en un niño con problemáticas muy graves, facilita la posibilidad de que encuentre otros recursos, otras herramientas que, a lo mejor, en ese momento, la familia no le puede estar dando por no saber o por dificultades diversas. Uno consulta al médico por algo que no puede resolver solo. Lo mismo con un analista.
--¿Hay niños con autismo que no pueden jugar?
--Bajo la forma de autismo hay tantas modalidades, tantas formas desde los niños: los que realmente no pueden jugar hasta niños que sí juegan pero no hablan, no miran. Es una diversidad tal que no nos permite decir que pasa tal cosa en todos los casos, pero sí hay niños que tienen muchas dificultades para jugar. Entre otros lugares, yo he trabajado en un centro terapéutico en el cual venían desde chiquitos hasta adolescentes. Y hemos tenido en casi todos los casos, por no decir en todos, movimientos de crecimiento, de poder acceder a juegos, de poder acceder al habla. Inclusive de poder acceder a una escuela en los niños más chiquitos. La apuesta es sin etiquetar, situación por situación, caso por caso, paciencia y mucha disponibilidad. Cuando empecé a trabajar en el Hospital Infanto Juvenil Carolina Tobar García era muy joven, recién empezaba. Y me habían invitado a formar parte del equipo de Hospital de Día. Hasta ese momento se trabajaba más bien en grupos de chicos. Yo quería trabajar de forma individual con niños con autismo y entrevistas con sus padres. Mi maestra en estas cuestiones era la doctora Lidia Scaliter, que junto con el doctor Stagnaro estaban a cargo del Hospital de Día. Ellos habían armado un lugar de puertas abiertas, sin medicación dentro de lo posible, apostando al juego, al encuentro con otro. Entonces, empezaron a entrar chiquitos con autismo y, entre ellos, recuerdo uno pelirrojito divino, que se me acercó, me miró con un acercamiento que yo no estaba acostumbrada. Entonces, le dije a Lidia: "Mire Lidia, yo realmente no sé nada de esto, yo no voy a poder". Me había asustado muchísimo. Y entonces Lidia me dijo: "Mire, Ilda, en estas cuestiones con niños se trata de tener deseo, mucha ganas de ayudarlos a que puedan encontrarse, a que puedan jugar dentro de lo posible, a que puedan comunicarse. Y eso no depende de cuánto usted sepa. Eso depende de las ganas que usted tenga". Esas palabras fueron para mí maravillosas. Apostar al deseo mutuo. Es un trípode: los papás, el niño o la niña, y el analista o el equipo. Y un cuarto es la escuela.
--¿Cómo notó que afectó la pandemia a los chicos con autismo que usted pudo ver en su consultorio en todos estos meses?
--Me he encontrado con situaciones donde los niños han expresado, de alguna manera, que por primera ver pudieron tener un mejor encuentro con sus padres. Y ha habido otros que teniendo buenos encuentros con sus padres han tenido situaciones en pandemia de mucho extrañamiento respecto de su entorno social, de sus amiguitos, de sus compañeros. Digo esto no sólo en los chicos con autismo. Inclusive, he tenido consultas por cuestiones causadas a raíz de situaciones de pandemia, como el encierro, por ejemplo. Pero hay que decir que tuvo mucho que ver con no poder del todo darnos cuenta de qué significó este real de la pandemia y de un momento para otro tener que cambiar nuestros hábitos de vida, nuestras formas de comunicación con otros. Esto fue muy difícil en muchos casos. Después, en otros casos, donde hubo ya hay una tendencia a aislarse y a estar solo no fue tan complejo. Pero, en general, fue muy complicado para todo entender este punto.
¿Por qué Ilda Levin?
Ilda Levin ejerce su actividad como psicoanalista desde 1972. Inició su práctica acentuando la viabilidad del psicoanálisis con niños y bebés, la importancia del lugar de los padres durante el mismo y el valor de las enseñanzas de la clínica con niños y adultos con perturbaciones graves en la extensión del psicoanálisis. A partir de una extensa investigación clínica y teórica interroga los tiempos instituyentes y sus posibles escrituras a fin de avanzar en la formalización que concierne a las perturbaciones graves y al psicoanálisis con niños.
Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, desde 1979, Levin contribuyó activamente en su refundación en 1984, y hasta la actualidad, en Carteles de Dirección de la Escuela, en el Comité de Cuadernos Sigmund Freud, y en el desarrollo de seminarios, la formación de psicoanalistas y la transmisión del psicoanálisis. También participa de la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis desde su fundación.