Cuando tuvo que pensar en el nombre de su segundo libro –el primero es Mandíbula, una novela de ficción–, el abogado Rodolfo Yanzón pensó en Graciela Daleo y aquel acto de resistencia que tuvo al levantarse de la mesa del restaurante de Olivos al que represores de la ESMA que la mantenían cautiva a ella y a otros tantos y tantas la habían llevado para “celebrar” el Mundial de 1978, ir al baño y escribir con labial rojo en las paredes “milicos asesinos. Vivan los Montoneros”. Y entonces llamó “Rouge. una mirada sobre los juicios por los crímenes de la dictadura” a la publicación que propone en poco más de 200 páginas, un repaso del proceso de juzgamiento a los represores de la última dictadura cívico eclesiástica militar desde múltiples recorridos.
“Rouge para mí es la resistencia, el rojo de la resistencia que es también lo que caracteriza por sobre todas las cosas al proceso de juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad, enmarcado en una lucha política. Más allá de los debates políticos permanentes que existieron, existen y existirán sobre este proceso, la gran discusión siempre va a ser política y es ahí en ese ámbito en donde vamos a tener que sostener batalla siempre, resistir”, dice el autor en diálogo con este diario, a pocas semanas de haber salido a la venta su segundo libro que surgió como idea y creció en lo concreto durante la pandemia de Coronavirus.
Rescata su intención de escribir un libro “que no fuera para abogados”. “Es un libro con un montón de información jurídica pero que traté desde la redacción que lo pudieran leer todos, espero haberlo logrado”. Y lo hizo, de hecho. “Rouge” ofrece recorrer la historia de los juicios por los crímenes de la dictadura desde múltiples recorridos: el del contexto mundial, el del recorrido del reclamo por justicia, acompañado siempre de memoria y de verdad, el de la resistencia de los organismos de derechos humanos, el político.
Desde la abogacía y prácticamente los primeros pasos que dio en el ejercicio del Derecho, Yanzón está vinculado con víctimas de violencia estatal y de persecución política, con familiares de personas asesinadas o heridas durante diversos hechos de represión que sucedieron durante las últimas cinco décadas de historia argentina. Pero, sobre todo, está vinculado con el proceso de juzgamiento de las violaciones a los derechos humanos de la última dictadura cívico militar, sobre todo desde el empuje previo al fin de la impunidad de las leyes de Obediencia debida y Punto final.
–¿Por qué escribir un libro sobre los juicios?
–Una primera pincelada es que este libro es hijo de la pandemia. Si bien tenía en la cabeza la idea de escribir sobre los juicios, me lancé de lleno durante la pandemia un poco para ocupar la atención en otra cosa que no fuera el encierro y el virus. Me dediqué durante estos dos años, los 7 días de la semana, 10 horas de lectura y escritura diaria, porque escribir es sobre todo leer. La otra razón es la intención de trascender la generación de protagonistas de esta historia, de poder llegar a quienes no lo vivieron, no vivieron la época de la dictadura, no vivieron los tiempos de impunidad, incluso quienes están descubriendo ahora de qué se trató el reinicio de los juicios. Entonces, si bien es un libro con mucho material jurídico, yo quise darle una visión desde otro lugar, un lugar en el que otras personas fuera de ese mundo pudieran sentirse interpeladas y convocadas a leer. Quise contar la historia de cómo llegamos a 2003.
2003 fue el año en el que Néstor Kirchner asumió la presidencia del país, que venía intentando levantarse desde la crisis de 2001 y, con esa responsabilidad, el debate sobre la nulidad de las leyes de impunidad que estaba instalada tanto en la política como en la Justicia y también en la sociedad.
–Rouge no está planteado como una línea de tiempo, sino más bien como un laberinto en el que las piezas de justicia, de verdad, de impunidad, de pasos hacia adelante, de pequeñas batallas libradas se van entremezclando hasta llegar a ese agosto de 2003 histórico en el que las leyes de impunidad fueron declaradas nulas por el Congreso nacional. Mencionás algunos hechos posteriores a ese punto, pero el foco está puesto en la previa.
–Tenía que hablar de lo previo, de los juicios en el exterior, de la dictadura, de lo que fueron los crímenes, los centros clandestinos, la tortura y desaparición, de los crímenes económicos. De la génesis de lo que fue el andamiaje jurídico que posibilitó que se retomara el proceso de juzgamiento de esos hechos y que se sostuviera en el tiempo. Se pueden seguir escribiendo libros de acá a muchos años porque los juicios a pesar de todo van a seguir estando. Hay material que es del futuro.
El autor integró la comisión de Derechos Humanos de la Asociación de Abogados de Buenos Aires y la Liga Argentina por los Derechos Humanos –que durante la última dictadura y los años posteriores se llamaba Liga Argentina por los Derechos del Hombre–, ambos colectivos con un rol destacado en la lucha por la memoria, la verdad y la Justicia y el proceso de juzgamiento a los genocidas.
–Desde ese lugar, ¿veían que los juicios acumularían tantos años de lenta aunque interrumpida permanencia?
–La verdad que no. Y lo digo en el libro: aquel día, en la calle frente al Congreso, celebrando la nulidad de las leyes, nos miramos con Graciela Daleo, con Adriana Calvo –sobrevivientes e integrantes entonces de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos– y Graciela Rosemblun –de la Liga– y dijimos ‘si los jucios duran seis meses estamos hechos’. Sabíamos que teníamos muchísimos elementos para arremeter, pero también que el sistema iba a reaccionar. Y sin embargo fue la lucha, la resistencia y el pueblo políticamente activo lo que nos permitió seguir, disciplinar a los díscolos dentro del sistema de justicia, y sostener los juicios. Ese es nuestro gran triunfo. Hoy, desde esa resistencia que no cesa y el debate político permanente que hay en el país y en la región, veo que los juicios están consolidados y van a seguir. Hay que reconocer sus límites, eso sí. No los comparto, pero existen y hay que ponerles nombre y apellido: las imposibilidades para llegar a los responsables civiles, por ejemplo. Está claro que no vamos a llegar a todos por la cuestión biológica, pero también por otras cuestiones que no hemos podido vencer. Ésa es una de nuestras pequeñas derrotas, que también están en este recorrido.
–¿Y el hecho de que dirigentes negacionistas, como Victoria Villarruel o Javier Milei, hayan accedido al Congreso nacional cómo lo evaluás?
–Bueno, antes que nada debemos reconocernos que hemos soportado cuatro años de macrismo. Y sostenido el proceso, que es lo más importante. Venían por todo, eh. Pero no pudieron. Respecto del negacionismo, me pasa que lo primero que pienso en cuanto a Milei y Villarruel es que son fenómenos aislados y efímeros. Pero si dejo pasar esa primera impresión, que es mía solamente, y pienso detenidamente, me sale relacionar esta experiencia con la de España: allí, espacios como Vox poco a poco fueron ganando terreno. Al principio la gente y los otros partidos se les reían, pero finalmente están cogobernando en una ciudad con la intención de cogobernar el país y llevó a derechizar el discurso de los otros partidos, como el Popular. Creo que ahí está la lucha política: tenemos que ser lo suficientemente inteligentes para ver esa lucha, para pensar cómo vamos a relacionarnos con espacios que sin ser los afines a nuestra lucha, no están dispuestos a derechizarse a ese nivel. Parte del radicalismo, parte del PRO incluso. ¿Existen esos espacios? ¿Qué política nos damos con ellos? Habrá que ir cerrando acuerdos.
–¿Ves el sostenimiento del proceso de juzgamiento más allá de los organismos de derechos humanos, familiares y sobrevivientes que resisten?
–Soy optimista en el trasvasamiento generacional. Soy optimista en cuanto a que el pueblo argentino tiene una sociedad civil activa políticamente. Pero además, es el propósito de este libro transmitir la experiencia a los que siguen. Nosotros ya estamos, ahora vienen los que vienen, con buena energía, con fuerte energía, muchos pibes activos políticamente e ideológicamente defensores de los derechos humanos. Yo no me como eso de que Milei se está llevando a la juventud. Eso es lo que nos quieren hacer creer, porque lo que quieren es que perdamos las esperanzas.