Son apenas unos quinientos kilómetros al noroeste de Tokio, que le llevan al Shinkansen (el famoso tren bala) escasas tres horas de viaje, pero el paisaje de Yamagata es completamente distinto al de la gigantesca, iridiscente capital del Japón. Rodeada de montañas cubiertas de bruma en el otoño, esta pequeña ciudad de 255.000 habitantes, cuya historia se remonta al siglo VIII, alberga en sus calles serenas y silenciosas –por donde se paseaba ese maestro del haikú que fue Matsuo Bashô– uno de los festivales de cine documental más prestigiosos del calendario internacional, junto con Amsterdam, Marsella y Nyon.

Fundado en 1989 por iniciativa de Shinsuke Ogawa (quizás el más importante documentalista japonés) y de realización bianual, el Yamagata International Documentary Film Festival tiene una vida tan joven como el público al que se dirige, mayormente de la Facultad de Artes de la universidad local. De hecho, el festival es un proyecto comunitario, con una gran participación de los ciudadanos locales (incluso en la programación) y una legión de voluntarios que reemplazan con energía y eficiencia el frío profesionalismo de otros festivales más renombrados. 

Reputación sin embargo no le falta a Yamagata, desde que en su primera edición, en 1989, supo premiar a dos de los maestros del cine documental contemporáneo, como Robert Frank (con Route One/USA) y Johan van der Keuken (The Eye above the Well). En ediciones posteriores, siguieron apareciendo grandes nombres, como los de Frederik Wiseman y Barbara Kopple, pero la virtud más reconocida de Yamagata siempre fue la de ir dando a conocer cineastas –fundamentalmente de Asia– que luego se convertirían en verdaderas revelaciones, como fue el caso de la japonesa Naomi Kawase, una figura surgida de este festival con sus primeros documentales y que luego alcanzaría la consagración internacional en Cannes y Locarno, con Suzaku (1996) y Hotaru (2000) respectivamente, ambas exhibidas en el Bafici porteño.

Y Naomi Kawase es, justamente, la figura más reconocida del excelente programa que a partir de este lunes propone la plataforma especializada en cine documental DAFilms. Se trata del ciclo Made in Japan, Yamagata 1989 - 2021, integrado por diez películas japonesas que de una u otra manera marcaron la historia del festival y que hasta ahora era casi imposible de ver fuera de Asia. Estarán disponibles de forma gratuita por una semana y -aunque tienen solamente subtítulos en inglés- se trata de una oferta que ningún cinéfilo de ley pude rechazar. 

De Kawase se puede ver The Weald (El bosque), su tercer largometraje documental, presentado en Yamagata 1997, justo un año después de haber ganado la Cámara de Oro del Festival de Cannes con Suzaku. Filmado íntegramente en la región de la montaña de Yoshino, en el distrito de Nara, de donde Kawase es oriunda, El bosque se ocupa de los trabajos y los días de los ancianos de la zona, hombres y mujeres que han llevado una vida solitaria y difícil y que no siempre están dispuestos a rendirse ante la cámara de la directora. "Apagá tu cámara, ser viejo no es entretenido", le dice uno de ellos a Kawase, que por entonces tenía apenas 28 años, pero que siempre tuvo un respeto reverencial por los adultos mayores, en tanto fue criada por sus abuelos después de haber sido abandonada por sus padres.

Otro nombre rutilante del ciclo es el de Ryusuke Hamaguchi, revelación del circuito de festivales 2021, premiado el año pasado en Berlín con La rueda de la fortuna y en Cannes con Drive My Car, que en Argentina se pudieron ver respectivamente en el Bafici y en el Festival de Mar del Plata, además de la Semana del cine de Cannes, que en diciembre se hizo en el Gaumont. Pero poco y nada se sabe de la obra anterior de Hamaguchi, que comenzó en el campo del documental y más precisamente en en el Festival de Yamagata, como ahora viene a recordarlo Storytellers (2013), donde el director recupera la tradición de los relatos orales de su país. "La película registra nuestras narrativas del folclore transmitidas en la región de Tohoku", señaló en su momento Hamaguchi. "Transmitidos de abuelos a padres e hijos, estos cuentos populares se imprimen en la persona del narrador, cobrando vida nuevamente cuando llegan a un nuevo oyente. Como espectadores, somos testigos de la experiencia primordial de dejar un legado a través de los actos de contar y escuchar historias".

Esa impronta humanista está presente también en otro título esencial del ciclo, Living on the River Agano, Premio a la Excelencia en Yamagata 1993 y desde entonces un film de culto, que llegó a verse en el Festival de Mar del Plata 2008. El legendario director Makoto Sato y su equipo compartieron durante cuatro años la vida en las orillas del río Agano con los habitantes de la región, afectados por la contaminación de las aguas a causa de los desechos de mercurio que arrojaba la Showa Electric Company. El film, que terminó dañando también la salud del director y su equipo, va más allá de la denuncia ecológica para ofrecer una serena reflexión sobre la imperiosa necesidad de armonía que debe existir entre el ser humano y su medio ambiente.

Una característica saliente del Yamagata International Documentary Film Festival es también su atención al cine políticamente más incómodo y radicalizado. Ese perfil está representado en el ciclo por dos films: The New God (1999), de Tsuchiya Yutaka, y Dear Pyongyang (2005), de Yang Yonghi. En el primero, el director, militante de izquierda y objetor de la figura del Emperador, propone una suerte de diálogo imposible con una banda punk ultranacionalista, como una forma de buscar una nueva escala de valores contra el statu quo político, social y corporativo japonés. Y en el segundo, la directora, hija de un matrimonio "zainichi" (coreanos radicados en Japón), comunistas declarados y defensores del régimen de Pyongyang, se reencuentra con sus hermanos varones, que fueron "repatriados" a Corea del Norte por sus padres y que dependen de los envíos familiares desde Osaka para paliar la hambruna. 

El ciclo se completa con A2, de Mori Tatsuya, Premio Especial del Jurado y premio del público en Yamagata 2001; The Cheese and the Worms, de Kato Haruyo, Premio de la Crítica 2005; Cenote (2019), de Oda Kaori -también disponible estos días en la plataforma Mubi- y dos títulos relacionados muy estrechamente con el festival: A Movie Capital (1991), de Iizuka Toshio, sobre la primera edición del YDIFF, que coincidió con la caída del Muro de Berlín y el levantamiento chino en la plaza Tiananmen de Beijing, y Pickles and Komian Club (2021), de Koichi Sato, sobre un legendario comedero de la ciudad, con una tradición de 135 años y lugar de encuentro de los festivaleros, que tristemente tuvo que bajar la cortina a raíz de la pandemia.

  • Más información y visionados aquí: DAFilms.