En este verano en que la ciudad padece la venganza de la naturaleza, uno de los museos situados en el Parque Independencia de Rosario continúa ofreciendo un espacio para el disfrute del arte, tanto contemporáneo como de siglos anteriores. En el Museo Histórico Provincial Julio Marc pueden visitarse dos exposiciones: Qué puede una exposición. Derivas en torno a Hiram Calógero, y Naïf brutal, con cerámicas de Alita Olivari y objetos históricos de la colección del Museo sabiamente integrados en un concepto curatorial de Verónica Rossi (MALBA), que resulta atractivo para públicos de todas las edades.
El martes pasado, al publicarse en estas páginas la reseña de la bellísima exposición de bromóleos, material documental y obras en otras técnicas fotográficas y/o pictóricas de Hiram Calógero (https://www.pagina12.com.ar/394487-fotos-y-pinturas-al-mismo-tiempo), una descendiente del Dr. Julio Marc que forma parte de la familia del fotógrafo y pintor cordobés (nacido en 1885 y fallecido en 1957) se comunicó para solicitar la enmienda de un dato: Calógero no era soltero. Se casó dos veces y tuvo muchos hijos e hijas, seis de su primer matrimonio con Constancia Johnson y uno del segundo. Los seis hijos de Hiram y Constancia se llamaban: Nélida Úrsula Froilana, Hiram Carlos Gerardo, Rodolfo Moisés Ardelio, Héctor Raúl Rodolfo, Hebé Nerea y Niria; Fernando fue el séptimo. Esos niños y niñas fueron quienes posaron en las imágenes ambientadas en el paisaje serrano, alrededor de la casa que habría sido "la comandancia de Lucio Mansilla cuando guerreaba con los ranqueles. Hasta hace unos años la mantuvimos. Después la donamos a la Municipalidad", informó dicha fuente, según quien "la familia" no estuvo conforme con la descripción que hicimos del imaginario evocado por esas figuras en el paisaje, donde "ninfas" y "elfos" son meros personajes de aquella mitología. Cuando se conocía su origen, aquellas fotos no provocaron pudor ni escándalo. Pero al haber caído su historia en el olvido, la interpretación resulta conjetural. Es una pena que aquel relato familiar, salvo raras excepciones, no haya integrado un diálogo fluido y oportuno con el curador o con la institución, que tanto empeño ponen en valorar y resguardar esa obra.
Mucho más cercanas en el tiempo (y esperemos que mucho menos sujetas a polémica) son las esculturas en cerámica de Alita Olivari, quien une un tratamiento brutalista de los materiales con una imaginería ingenua para manifestar un universo singular, entre la ternura y lo siniestro. La curadora, Verónica Rossi, lo define como "un microcosmos inquietante, donde conviven formas felices con siluetas que se funden en enigmáticos personajes". En un museo donde cada objeto parece cargar con el peso de siglos, las lúdicas esculturas de Olivari aportan un fresco toque de ligereza, en el misterioso borde entre informalismo y forma. Pablo Montini, director del Marc, ubica esta muestra en una serie de exposiciones donde a la obra contemporánea se le asigna el rol de "presentar" la colección histórica del Museo a diversos públicos actuales. Rossi ha sabido construir audaces agenciamientos entre una y otra, apoyados en analogías que -como en un baile carnavalesco de máscaras- juegan a veces a confundir sus respectivas identidades.
La imaginación barroca, en donde abreva el surrealismo, es la lengua en común que habilita este diálogo: un rendezvous que encanta a niñes y a personas mayores, con o sin formación artística. No son las categorías de la historia del arte (período y tendencia) las que organizan la sala, sino las específicamente estéticas (es decir, de la sensibilidad), articuladas por puntos de encastre sorprendentes y novedosos entre arte del presente y arte decorativo del pasado. Esto abre vasos comunicantes entre estilos de otras épocas, contemporáneos entre sí, pero fragmentados por viejas divisiones disciplinares. Así, por ejemplo, un sillón isabelino con escabel que perteneció a la familia Achaval Riglos y fue tallado hacia el 1800, cumple su función de asiento para un personaje de patitas cortas que se parece a Humpty Dumpty, el hombrecito-huevo del excéntrico escritor victoriano que firmaba como Lewis Carroll. (Nos explica Montini que las reinas Isabel II de Borbón y Victoria de Inglaterra compartieron época). El rococó paródico de Olivari se encuentra a gusto entre sus originales; tal es el caso del metálico ángel abstracto que hace eco a la colección de platería barroca colonial, o del amorfo ectoplasma esmaltado ("Cayetana") que se refleja vanidoso en un tocador finisecular. Unos bibelots androides danzan su danza cortesana de damas antiguas sobre una mesa con tapa de mármol, cuya madera fue tallada en una ebanistería barroca y febril. Y "Alicia ninfa", la duendesa, es deificada en el interior de un nicho forrado de terciopelo rojo con columnas de madera torneada.
En piezas de mayor envergadura y procedimientos más ambiciosos, donde se combinan técnicas, oficios y materiales, la imagen creada por Olivari dialoga con mucho de lo que se encuentra en el Museo. Eso hacen las mayólicas con marco de hierro que aluden a la arquitectura virreinal, o la trama geométrica en arcilla que remite tanto a unas técnicas populares de construcción de muros de jardín como al símbolo de la cruz y el círculo. Un campo semántico literario que refiere tanto a divinidades de otras culturas ("Kuan yin") como a un cierto bestiario fabuloso ("Dodo") se asoma en los títulos y suma erudición a la ambigüedad de estas figuras no clasificables en ninguna raza, plano, clase o especie. Es como un antimuseo en el museo, un bestiario borgeano sin taxonomía posible, que irrumpe en medio de la aquilatada y señorial colección para desestabilizarla y revivirla.
Alita Olivari (Buenos Aires, 1973) es egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón” y ceramista reconocida en todo el país. Su relación con el Museo Marc se inicia en el 2018 con su participación en la exposición “Qué queda del daño. Imágenes contemporáneas de la guerra del Paraguay”, curada por Juan Laxagueborde.
Verónica Rossi (Buenos Aires, 1973) es historiadora del arte, curadora del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) y encargada de investigación y archivo. Conocedora y difusora de la obra de Alita Olivari, se especializa en clasificar archivos de artistas y escritores; entre 2011 y 2016 reorganizó el archivo del escritor Rodolfo Fogwill.