Desde Villa Gesell
Lunes
nublado en Gesell.
Mucho movimiento en el centro. Turistas de todas las edades caminan
frente al árbol devenido
altar que se encuentra al lado del punto exacto donde una patota de rugbiers mató, hace ya casi dos años, a Fernando
Báez Sosa. Pocos son los que siguen de largo por la
Avenida 3. "¿Qué le pasó? ¿Se perdió?", consulta una
nena muy pequeña a su padre, señalando un retrato del joven. El papá
suelta un "sí" y se la lleva de la mano. "Creo que lo
mataron por peruano", les dice un joven a sus amigos. "¿A
dónde lo mataron? ¡¿Acá?!", expresa un hombre incrédulo.
Las mujeres de Justicia por
Fernando-Villa Gesell y otras personas comprometidas
con la causa responden las preguntas, dan explicaciones y folletos e invitan al acto que se realizará este martes a las 19 en el lugar, en
un nuevo aniversario del homicidio que conmocionó a la ciudad y al
país entero.
Le Brique está cerrado. "Por lo de Fernando", se oye en una conversación callejera. En la esquina, en las alturas, hay una garita policial que antes no existía. Al mediodía, bajo la lluvia, sentadas en una mesa del restaurant Cúrcuma --donde otrora funcionaba el kiosco en el que Fernando compró su último helado--, hay tres mujeres reunidas. Son Sabrina Pereyra, de Justicia por Fernando-Villa Gesell; Ado Sosa, una tía del adolescente; y Karina Nella, una mujer de Pergamino que empatizó a fondo con el caso al punto tal de que se tatuó las iniciales de Fernando en el brazo derecho, con alas y una aureola. Se juntan para quitar del altar las ofrendas que había, con la intención de acondicionarlo para el oficio interreligioso del martes, y dejarlo como Graciela Sosa, mamá de Fernando, lo desea. Hay quienes observan con preocupación que el santuario --creado luego de que una nena de diez años dejara aquí una carta-- esté casi vacío. Ellas los tranquilizan. Es que otras veces han desaparecido ofrendas; hay una puja con algunos comerciantes de la cuadra que quieren proteger la "buena imagen" de la ciudad. También con la Municipalidad.
Cuando Karina se tatuó su familia le preguntó por qué lo hacía, si no conocía a la víctima. "Es mi piel y son mis sentimientos", respondió. Ahora, con voz cálida, anuncia a los turistas que Silvino Báez y Graciela, papás de Fernando, están en Gesell y que el martes estarán en el acto. "Es muy importante que acompañen", pide Karina, especialmente a los jóvenes. Es la primera vez que ambos irán al lugar del crimen. Ado, Karina y Sabrina coinciden en algo: ellos necesitaban estar acá. Porque a su hijo lo mataron acá. Fueron unas palabras de Julieta Rossi, la novia del chico, las que terminaron de convencerlos. Ella les dijo: "Fernando no va a descansar hasta que sus papás no lleguen" al punto en que lo mataron.
Pasadas las 17, Sabrina y Ado vuelven a encontrarse alrededor del árbol para ponerlo a punto. Se suman Silvana Perhauc, también de la agrupación local, y personas que llegan desde Buenos Aires y pertenecen a grupos de Facebook que exigen justicia por Fernando. Cubren el árbol con friselina negra y comienzan a llenarlo de rosarios, estampitas, fotos que dejaron turistas y que mandaron a imprimir familiares de Paraguay de Fernando. Pronto colgarán una bandera. El movimiento que se genera ahora es aún mayor que en las horas previas. Un abogado penalista no para de hacer preguntas en torno a la investigación. Un mendocino recuerda que estaba en Gesell con su hijo adolescente aquel día de enero de 2020. Le añade complejidad al tema: "Me causan dolor también los pibes que lo hicieron. No dimensionaron nunca el daño que hicieron ni cómo se arruinaron la vida. Me llama a la reflexión". Los jóvenes no hablan mucho. Parecen atónitos, perturbados. También se conversa alrededor del altar sobre el caso reciente de Braian Cuitiño, asesinado a golpes a la salida de un bar en Pilar.
El respaldo que se ve en la calle es unánime, pero no es tan así en los comercios de la cuadra. No todos exhiben el cartel que pide “Justicia por Fernando, asesinado en Gesell". “Todo lo que se tenía que decir se dijo hace dos años”, sentencia la mujer que atiende el kiosco en diagonal al episodio. Algo parecido plantea la joven que recibe a quienes ingresan al hostel Hola Ola, donde se hospedó Fernando ese verano, a unas cuadras del centro: “Divino el pibe, pero ya está, ya pasó”. “Parece que fuera el único lugar del país donde pasa algo así”, dice, molesta, Clara, mientras dobla shorts en el local Quiara. “La responsabilidad es de los chicos y de un sistema que no funciona. Los bailables tienen que tener un espacio de contención y llamar a la Policía. Una especial que baje la agresividad y no que agreda”, opina. Antonella tiene 25 años. Es empleada de un bazar. Cuando fue el asesinato trabajaba en un hotel. Se acuerda de que muchas personas cancelaron reservas. Tal vez eso explique las diferencias entre los comerciantes. Pero ella está muy segura de que "no sirve" negar lo que pasó.
Sabrina y Silvana, que pasaron noches enteras en las puertas de Le Brique para pedir su clausura definitiva, y que todos los 18 se convocan en el santuario, dicen que se sienten solas con el reclamo en la ciudad. Y que recibieron amenazas. "Nos pasaron muchos casos y Gesell sigue sordo y mudo. Ese 2020 fue terrible y hubo otros casos de chicos que no sabemos si están vivos o muertos", afirma Sabrina.
El juicio oral contra los ocho rugbiers que se encuentran detenidos acusados de matar a Fernando se iniciará el 2 de enero de 2023. Días antes de viajar a Gesell, Silvino decía a Página/12: "Creo que nos va a hacer bien. Vamos a pasar un momento difícil, pero esperamos sacar fuerzas porque se nos viene un año muy difícil, donde nos tenemos que preparar para declarar por nuestro hijo: quién era, su vida y cómo acabó". Cuando este 18 de enero el reloj dé las 4.44 --hora en que atacaron a Fernando-- Silvino y Graciela tienen previsto encender una vela y rezar un rosario en el altar.
El juicio
Fabián Améndola, uno de los abogados del estudio de Burlando, que defiende a la familia, comenta a este diario que, junto a otros de sus colegas, se acercará al acto. Consultado por el hecho de que el juicio comience a tres años del crimen, explica: "Si se compara con lo que es la media habitual en provincia y en el país, en Capital pasa lo mismo, no estamos hablando de un tiempo prolongado de instrucción antes del juicio. Inclusive habiendo sido afectada la investigación en parte por la irrupción de la pandemia. No lo considero un tiempo irrazonable". La fecha la dispuso el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1 de Dolores, integrado por los jueces María Claudia Castro, Christian Rabaia y Emiliano Lázzari. Declararán más de 130 testigos a lo largo de 22 jornadas.
Luciano Pertossi, Ciro Pertossi, Lucas Pertossi, Ayrton Viollaz, Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, y Blas Cinalli son los ocho rugbiers acusados de homicidio doblemente agravado por su comisión por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas. Además, en el juicio se debatirán las responsabilidades penales de todos ellos por las lesiones sufridas por cinco amigos de Fernando que se encontraban con él cuando fue asesinado. "Si se mantiene lo que se viene imputando hasta ahora, los ocho enfrentarían pena de prisión perpetua. A partir de lo que se escuche alguno puede recibir una calificación menor", dice Améndola.
En el transcurso de la investigación fueron sobreseídos dos imputados acusados de ser partícipes necesarios: Juan Pedro Guarino y Alejo Milanesi, quienes serán convocados como testigos. Respecto a potenciales responsabilidades de Le Brique, funcionarios o la Policía, el abogado aclara: "El juicio oral ahora está circunscripto a la participación del grupo de los detenidos y a esclarecer la circunstancia de la muerte. No hay ninguna causa donde se investigue al personal ni a los dueños de Le Brique. Eso no quita que durante la audiencia surjan elementos que lleven a la necesidad de abrir una nueva investigación. Se verá durante el transcurso".