No importa cuánto fantasees con algo. Si finalmente llega el momento de hacer realidad la fantasía, es muy probable que decidas no dar el paso. Me animo a afirmarlo porque estoy segura de que todes hemos estado en ese punto atroz en el que ganan los prejuicios y la fantasía se trunca.
Una mira un video de Cristian Sam y cree que nada puede turbarlo. Más allá del sex appeal que lo hizo famoso, hay algo en sus ojos que habla de templanza. Un chabón preciso, con las ideas bien claras. Sin embargo, cuando a Cristian le llegó el momento de convertirse en una porn star internacional, no pudo dar el paso. Ese era su sueño de adolescente: “hacer porno, ganar dinero y recorrer el mundo”. Una productora europea lo llevó hasta Madrid para grabar. “Pero, llegado el momento del rodaje, mis prejuicios me ganaron y rechacé la oferta”.
Antes de ese viaje, Cristian trabajaba como vendedor de ropa “en una reconocida marca”. Es decir, tenía un “trabajo normal” en los términos que el sistema propone. Durante cierta cantidad de horas, ponía su cuerpo a disposición de esa marca, invertía su tiempo y su energía en generar un beneficio para otres. En esto no había prejuicio porque, naturalmente, era un trabajo socialmente aceptado. Después de todo, la sociedad siempre acepta que sus miembros se desdibujen en trabajos que no desean. Si lo pensamos fríamente, el cuerpo de un actor porno hace lo mismo que el de un vendedor de ropa. El problema parece surgir cuando alguien decide trabajar con y para el deseo. Reconocer ese problema es paralizante: yo no puedo hacer esto, nadie debería hacerlo.
Pero esta es la historia de una porn star. Es que, pese a la parálisis inicial, Cristian tuvo un nuevo llamado. “Luego de rechazar la primera oferta, me llaman de MenAtPlay para filmar en Torremolinos, España. Este iba a ser, ahora sí, mi primer rodaje. Recuerdo que llegué con la idea de que, tal vez, podía ser también mi último trabajo en la industria. Todo dependía de cómo me sintiera”. Spoiler alert: se sintió bien. “Cuando vi el profesionalismo con el que la compañía y mis compañeros se desenvolvían, dije: ‘Quiero seguir en esto’”.
Hacer porno es, en definitiva, como hacer cualquier trabajo en equipo. Cuanto más profesionales son quienes están delante y detrás de la cámara, mejor. No me refiero al profesionalismo como un know how árido, sino a la sensibilidad que cualquier trabajo junto a otres requiere para lograr su máxima expresión. En Torremolinos, Cris se profesionalizó. “A la semana siguiente, me llamó Tim Kruger de Timtales para conocerme y hacer un rodaje. Ese mismo día, luego de finalizar la grabación, me preguntaron si estaba disponible para nuevos rodajes y claramente dije que sí. A partir de entonces, no he dejado de trabajar”.
Con el trabajo se derrumbaron todos los prejuicios. La norma indica que, si tu trabajo es coger, no podés tejer vínculos sexoafectivos con nadie fuera del set. Cristian lo desmiente: “Yo he estado siempre acompañado y rodeado de excelentes personas”. Además, puertas adentro, la industria del porno se le presentó amable y potenciadora.
¿Querés decir que se puede hacer carrera en el porno?
-Sí. En mi experiencia personal, las cinco compañías con las que he firmado contrato me han tratado excelente, me han cuidado y me ayudaron a crecer. Aparte, hay mucho compañerismo en la industria.
¿Con qué compañías tenés contrato?
-Al principio firmé con MenAtPlay y Timtales, pero luego se sumaron Raging Stallion (de Falcon Studios), Raw Fuck Club y Kristen Bjorn. Las cinco tienen su estilo, y creo que calientan mucho porque, cada una a su manera, hacen realidad nuestras fantasías.
¿Qué tipo de pelis preferís vos?
-Me gustan las pelis con grupos, tipo gang bang.
¿Y estabas mirando una de esas cuando dijiste “che, quiero ser actor porno”?
-¡Sí! Cuando era adolescente miraba mucha porno, en primer lugar para masturbarme y luego, como tantos, “para aprender” (comillas, comillas). Un día estaba en esa y dije “qué lindo sería trabajar haciendo lo que me gusta, encima ganar dinero y recorrer el mundo”. Comencé a postularme en distintas compañías; ninguna me respondía, pero yo seguía insistiendo. Insistí un montón hasta que, por fin, una me propuso que trabajemos juntos. Esa fue la que me llevó a Madrid. Después pasó lo que te conté: di marcha atrás, tuve una segunda oportunidad, y acá estoy.
¿Qué creés que le está faltando al porno actual?
-Bueno, de verdad creo que faltan más chicos con “cuerpos reales” en la industria. Los hay, pero no abundan.
¿Te imaginás haciendo otra cosa?
-Sí. De hecho, en el 2020 tuve la oportunidad de trabajar con José María Muscari en Sex, y siento que estoy listo para hacer teatro y televisión. La experiencia de haber trabajado con un gran equipo de producción y artistas de alto nivel me gustó mucho, sobre todo por la posibilidad de interactuar con el público.
¿Algo que nunca te hayan preguntado y quisieras agregar?
Gracias por esto. Sí, amerita que agregue algo para completar lo primero que te conté. Los prejuicios que tenía al principio me trajeron problemas. Ataques de pánico, trastornos de ansiedad y hasta depresión. Pude aprender a “manejarlos”, muy entre comillas, gracias a la ayuda de terapia, de medicación incluso, y por rodearme de gente maravillosa. También porque tuve mucha fuerza de voluntad para estar bien conmigo mismo, para ser mejor persona cada día y entender que este es mi trabajo, un trabajo como cualquier otro, y que solo quiero ser feliz. Ese es mi principio: ser feliz. Hoy por hoy, estoy más que orgulloso de decir bien fuerte: SÍ, SOY ACTOR PORNO.