La encomienda 7 puntos
República Dominicana/Argentina, 2021.
Dirección y guion: Pablo Giorgelli.
Guion: Pablo Giorgelli, Adrián Biniez y Ettore D'Alessandro.
Duración: 102 minutos.
Intérpretes Ettore D'Alessandro, Marcelo Subiotto, Henry Shaq Montero.
Estreno en el cine Gaumont.
Suele afirmarse, como un axioma demostrado exclusivamente en el terreno de lo empírico, que no hay películas de submarinos malas. Lo mismo puede decirse de los films de náufragos: hay algo en esos relatos de supervivencia en circunstancias difíciles, muchas veces imposibles, que impiden su caída en la desgracia absoluta. Era difícil imaginar al director de Las acacias e Invisible –dos films dramáticamente concentrados, de corte minimalista y social, que recorrieron mil y un festivales– al frente de una clase de relato usualmente relegado al universo de los géneros populares. Pero ahí está La encomienda, rodada en República Dominicana, en el tanque de agua especial construido por los legendarios estudios Pinewood, donde se filmaron largometrajes como A 47 metros. Claro que el acercamiento del argentino Pablo Giorgelli dista mucho de lo bombástico, llevando el concepto de lucha por la subsistencia a su mínima expresión, sin música incidental que subraye los peligros o las pequeñas alegrías y una preferencias por los planos cerrados, irónicamente asfixiantes dada la bastedad de alta mar.
En el comienzo, la explosión de un pequeño barco es registrada desde el fondo del océano. Entre el fuego y los elementos contundentes que no dejan de caer saca la cabeza del agua Pietro, interpretado por el actor de origen italiano (afincado en el Caribe) Ettore D'Alessandro, a su vez impulsor original y productor del proyecto. Pasar la noche flotando a la deriva, con el único apoyo de un asiento despedido de la embarcación no es faena agradable, mucho menos cuando los cadáveres de la tripulación y los pasajeros flotan como fantasmas visibles y palpables. Con el amanecer llega el sol y la aparición de objetos y más cadáveres; la historia propone la primera en una serie de ironías cuando Pietro se obsesiona con recuperar algunos dólares, elemento inútil si los hay en esa coyuntura. Más tarde, la visión de un bote salvavidas ofrece un cambio de escenario, aunque la inutilidad del motor va acompañada de la presencia de un tripulante malherido y moribundo (Marcelo Subiotto, única presencia actoral argentina).
¿Y la comida? ¿Y el agua? La lluvia se transforma en un regalo de los cielos y el hallazgo de un pote casi vacío de salsa kétchup en un milagro culinario. Casi sin palabras, con el aporte fotográfico de Diego Poleri y un trabajo de montaje preciso, La encomienda –el título nunca es explicado, aunque la sinopsis oficial consigna que se trata del nombre del barco hundido– avanza sin prisas pero tampoco demoras. A las noches de tormenta le sigue la insolación de los días despejados, pero el avance de la rutina, interrumpida por un accidente tan tonto como inevitable, es cortado de cuajo por el choque con las ruinas flotantes de la embarcación. Allí se esconde una sorpresa, el tercer personaje de la historia, un muchacho haitiano que apenas si sabe nadar. A partir de ese momento, el film adopta un tono más old school, con ese marinero experimentado y su joven compañero intentando solucionar la falta de agua y alimentos, soñando con la posibilidad de que el sonido de una gaviota anticipe la cercanía de alguna costa.
“Por allá debe estar Miami, por allá Cuba y para aquel lado está República Dominicana”, dice Pietro esperanzado, mientras la fiebre avanza y con ella la desesperanza. La posibilidad del diálogo explica orígenes y razones –entre ellas la carga y el destino del barco–, que le aportan al relato su costado social, reforzado por un final sorpresivo, casi surrealista, al menos para la mirada del sobreviviente.
La encomienda, coproducción entre Argentina y República Dominicana, es un ejemplar cinematográfico poco común en el cine nacional y el latinoamericano en general. Una película que, a falta de novedades, ofrece contundencia y nobleza. No es poca cosa.