Un hogar compuesto por dos adultos y dos menores que tuviera ingresos inferiores a 14.500 pesos en abril debía ser considerado pobre, ya que no estaba en condiciones de afrontar los gastos en bienes y servicios para atender las necesidades básicas de una familia. La línea de pobreza estimada por el Indec (14.501,06 pesos, exactamente), la denominada canasta básica total, resultó 2,9 por ciento superior a la correspondiente al mes anterior (marzo) y 8,8 por ciento por encima a la estimada para el mes de enero, lo cual indica que en esos tres meses se ha producido una fuerte aceleración en su incremento. Este encarecimiento de la línea de pobreza se origina, principalmente, en los precios de alimentos, electricidad y gas. El consecuente aumento en la cantidad de hogares pobres es consecuencia directa de una inflación que impacta más en productos de primera necesidad.
El comportamiento de los precios de la canasta básica total para una familia tipo en los últimos meses es una muestra elocuente de que la “desinflación” (como la llama Federico Sturzenegger) que se había logrado en forma parcial en la segunda parte del año pasado, dejó lugar a una nueva aceleración en los primeros meses del año actual. Tomando como partida el precio de la canasta de abril del año pasado, se observa que tras los primeros tres meses (hasta el mes de julio), la inflación acumulada por el valor de la canasta alcanzaba a 10,1 por ciento. En los dos períodos trimestrales siguientes, la inflación de este conjunto de productos y servicios básicos observó una fuerte desaceleración (3,9 por ciento en el primer período que culmina en octubre de 2016, 2,9 por ciento en noviembre, diciembre y enero últimos), lo que hizo suponer a más de un funcionario que le habían encontrado la vuelta a la lucha contra la inflación. Básicamente, que la política monetaria contractiva del Banco Central estaba dando resultados. Sin embargo, en los últimos tres meses se quebró la ilusión.
La canasta básica total, la línea estadística que divide, por nivel de ingreso, los hogares pobres de los que no lo son, pasó de 13.323,62 pesos en enero de este año, a 14.501,06 para una familia tipo de cuatro integrantes. Un incremento del 8,8 por ciento en tres meses, a un ritmo que lo ubica mucho más cercano al del trimestre mayo-junio-julio del año pasado que al ritmo de la inflación en los dos trimestres siguientes.
Este encarecimiento de la canasta básica total, según datos del Indec, es el resultado de incrementos del 2,6 por ciento en febrero, 3,05 por ciento en marzo y, el último dato informado ayer, el 2,9 por ciento de abril. Es decir, tres meses sucesivos de incrementos de la canasta superior a la del índice general de precios al consumidor.
Al comparar la evolución de ambos índices es cuando se observa la pérdida relativamente más fuerte del poder adquisitivo para los hogares más humildes. Cuanto más se parecen los consumos de una familia a la llamada canasta básica, mayor ha sido el deterioro relativo de ingresos en estos últimos meses, dado que los precios de esa canasta han tendido a aumentar más que el resto.
Dicha canasta se compone, en un 40 por ciento aproximadamente, de alimentos, según la información técnica del Indec. Esa canasta básica de alimentos, además, tiene una ponderación de consumos calculada en función de los requerimientos energéticos de una persona adulta. Para cubrir esos requerimientos, el Indec selecciona una lista o canasta de productos que alcancen para cubrir el requerimiento energético del mes. La valorización de esa canasta define la línea de pobreza.
Ese listado de productos ofrece algunas curiosidades. Entre los consumos básicos, al yogur sólo le asigna 570 gramos al mes (menos de un pote de 180 gramos por semana) y al queso –crema, rallado, fresco– 330 gramos (11 gramos por día), mientras asigna categoría de consumo casi innecesario al café (30 gramos mensuales) y las bebidas alcohólicas (un litro de vino o cerveza al mes). En cambio, se sobrevalora el aporte del pan (6,75 kg al mes), yerba (510 gramos), papa (6,5 kg) y galletitas (630 gramos), más baratos en comparación a los primeros. Así se explica que la canasta básica de alimentos para una familia tipo (consumo equivalente a 3,09 adultos), de 5915 pesos para el mes de abril, resulte tan llamativamente barata, incluso pese a la reciente aumentos. Se trata, sin duda, de una canasta extremadamente básica.