A casi dos años de la aparición de Raíz, Maia Mónaco regresó a las plataformas digitales en noviembre pasado con el EP Cosmos. Sin embargo, debido a la pandemia, la cantante, bailarina y actriz se quedó con las ganas de presentar su álbum debut tal como esperaba. “En esta época de trascendencia, no sé cómo es la cuestión de los números. Raíz salió el 20 de marzo de 2020, y yo iba a hacer la presentación en vivo en mayo. Pero no se pudo”, explica. “Entonces trae esta particularidad de que es un proyecto nuevo, en el sentido de que me planté de manera contundente en la música. Por más que hice pequeñas apariciones cuando se abrió la pandemia, las devoluciones que fui teniendo fueron virtuales. Hubo gente que me contó que pasó por situaciones personales muy profundas y que mi música la acompañó. Me enteré también de que hay lugares de Brasil donde se está usando Raíz en círculos de mujeres. Hay la sensación de que empieza a trascender. Siento que a medida que pueda salir a ponerle el cuerpo, alimentará su repercusión”.
A pesar de que hoy muchos la conocen por ser la madre de los músicos Wos y Manu Oliva, Mónaco tiene una extensa y sustanciosa trayectoria en el mundo de las artes. En ese currículo destaca la música. “Siempre seguí la línea del under”, reconoce quien junto a Alejandro Oliva (padre del rapero y director musical de La Bomba de Tiempo) llevó adelante el grupo de improvisación El Diablo en la Boca. “Desde hace tiempo, me venían diciendo que tengo una pedalera incorporada a mi voz. Meterse en la electrónica me pareció que era el camino para aprovecharla. Tanto Raíz como Cosmos son una síntesis de mis posibilidades artísticas. Ahí entran a jugar la bailarina y actriz desde lo escénico y lo interpretativo”.
A manera de dato curioso, Cosmos apareció una semana antes que Oscuro éxtasis, segundo álbum de Wos. En una época en la que artistas como Florián Fernández Capello, Benito Cerati o Julián Baglietto consiguieron tomar distancia de la obra de sus padres, Maia Mónaco intenta hacer lo mismo con la carrera de su hijo. Amén de que Valentín Oliva (el nombre detrás del álter ego del hiphopero) esté invitado en Raíz, en el tema “Tao”, y de que el productor de sus discos sea el mismo de su progenitor: Evlay. “Estoy muy en paz con el sustento de mi producción artística”, afirma. “No porque tenga un hijo famoso me pongo a cuestionarme lo que hice. De pronto esto coincide con que él tiene una repercusión masiva y a la vez mi música es muy distinta. Siento que eso puede llamar la atención. Si bien son públicos diferentes. Me pasó que seguidores de Valentín se me acercaron con mucha gratitud. Eso me parece interesante. Es una puerta a una escucha distinta que se abre para gente joven. Todo lo que amplifique siempre es positivo”.
Pese a su brevedad (cuenta con tres tracks), el EP sigue manteniendo una conexión con la propuesta del primer álbum de la artista, en el que la canción toma forma de canal de comunicación sideral. Algo así como hicieron Ann Druyan y Carl Sagan cuando ensamblaron esos dos discos de oro (con sonido, imágenes y otras informaciones de la Tierra) para la sonda Voyager. Al mismo tiempo que su perspectiva de la electrónica se aproxima a lo que hicieron Brian Eno, Enya, Boards of Canada, Juana Molina y hasta el colectivo de cumbia y folk electrónico argentino Zizek. Más allá de la coherencia y consistencia, lo que sorprende de sendos discos es que Mónaco pudo plasmar su identidad sonora. “Tiene que ver con encontrar la manera de traducir todo ese universo mío, donde la voz, más allá de la canción, es un instrumento amplío”, revela. “Es la voz al servicio de la música, en su más extenso despliegue y en el que transmito texturas, onomatopeyas e incluso idiomas que me aparecieron en sueños”.
-A grandes rasgos, hay dos maneras de entender la electrónica: la experimental o la funcional a la pista de baile. Pero la tuya está en el medio de ambas. ¿A qué se debió ese equilibrio de las fuerzas?
-Tiene que ver con ir al groove. Ahí es donde entra a jugar la bailarina. Cuando estábamos componiendo los dos discos, con mi productor, Evlay (Uantiii se sumó al EP para encargarse de las voces), nos dimos cuenta de que danzo lo que canto. Me parece que lo que se desvalorizó fue el danzar, como parte de esa cosa banalizada que hoy padece la electrónica. Pero acá el movimiento, la danza y el cuerpo los siento como el canal que nos conecta. Combinado con las letras, que tienen una cuestión poética.
-Generalmente, la música se traduce en baile. Pero en tu caso fue al revés. ¿Cómo lo hacés?
-También tiene que ver con la cultura que traigo desde mi infancia. En mi casa se escuchaba música electroacústica, y de chica ponía esos discos rarísimos que me daban hasta miedo. Me encerraba y bailaba. Era una escucha diferente, más allá de la cultura europea que traemos. Acá no quedó nada de la cultura negra ni tampoco de la originaria. Tras tantas dictaduras militares, en la era democrática todo eso empezó a fluir. Soltamos la estética de la música europea y volvimos a conectarnos con algo que estaba en esta tierra. Algo muy vital.
Con el groove como mediador, en el sonido de Mónaco dialogan desde el folklore argentino hasta la música árabe. Aunque a diferencia de su primer álbum, Cosmos se enarbola como un trabajo conceptual. “La particularidad de este EP es que fue compuesto durante el encierro de la pandemia, e inevitablemente me llevó a un estado de introspección”, reconoce. “Era ese momento donde pegabas la cabeza contra la pared porque no podías salir. Siento que ahí se profundizó mucho más ese sentir de que había algo más allá de lo que estábamos viviendo. Salí de esa sensación de encierro para conectar con esta certeza de ser parte de algo mucho mayor. Quería escuchar cómo suena ese cielo, desde dónde estoy pidiendo guía y claridad para mi ánimo. Y eso tiene que ver con la influencia de la energía de los planetas, con la conexión con la magia. Al igual que sucedió con las runas: estos oráculos antiquísimos (de origen vikingo) que hablan de esta conexión de almas que venimos a vivir una experiencia humana”.
-¿Ambos discos datan de la misma época?
-Las letras de Raíz ya las tenía compuestas, mientras que las de Cosmos surgieron de la necesidad de expresarme a como diera lugar.
-Muchos aún lo debaten, pero se supone que la Era de Acuario comenzó en marzo de 2021. Hace un tiempo, hablar de esto hubiese sido motivo de burlas. Pero en este periodo hasta los más jóvenes le dan importancia a la astrología y la metafísica. ¿Tu música sirve de banda de sonido para este momento?
-Estoy alineada con la caída del viejo paradigma. Hemos sido muy soberbios y siempre creímos que podíamos dominar a la naturaleza. No podemos controlar nada, más allá de lo que creamos. El nuevo paradigma también habla de la nueva energía femenina. De una cuestión más receptiva y amorosa, que no va por las guerras y la dominación. Entender eso necesita pasar por un tiempo para comprenderlo y confrontarlo. Nos encontramos en un periodo de transición.
-A diferencia de la música urbana, que evolucionó con respecto al reposicionamiento de la mujer en la industria musical, la electrónica local sigue anclada al pasado. ¿Lo llegaste a padecer?
-Hace tiempo que las mujeres despertamos. Cuando era joven, tuve una militancia feminista mucho más política. Luego transmutó a un lugar espiritual. Siento que entro desde un lugar de ingenuidad. Es algo muy natural en el devenir de mi expresión artística.