Las criptomonedas empezaron el año con una dinámica de fuerte volatilidad. El valor del Bitcoin bajó la semana pasada hasta los 38 mil dólares cuando había registrado un pico de 68 mil el 10 de noviembre pasado. Es decir, se contrajo un 44 por ciento en todo el período. El viernes llegó a perder 10 por ciento de su precio en horas. De esta manera redujo en casi 70 mil millones de dólares su capitalización de mercado en una sola jornada.
La tendencia de desplome de los criptoactivos comienza a preocupar no sólo a los inversores de Bitcoin o Ethereum sino a los fondos de activos tradicionales. Wall Street acumuló durante las primeras semanas de este año bajas considerables. El índice Nasdaq de la bolsa norteamericana es uno de los que recibió más impactó. En lo que va de enero, bajó un 10 por ciento a partir de la corrección de las firmas tecnológicas. Amazon, por ejemplo, perdió el 12 por ciento de su valor de mercado.
Por el momento, estas caídas de precios, que fueron importantes y ocurrieron en poco tiempo, están lejos de opacar las ganancias extraordinarias que registraron tanto las criptomonedas como las firmas de core tecnológico durante la pandemia. Pero las alarmas se encienden por las perspectivas de mediano plazo y las voces que suenan cada vez más fuerte en los círculos financieros de Estados Unidos que dicen que la burbuja de acciones y derivados está al límite de explotar.
Los ajustes de la tasa de interés de la Reserva Federal norteamericana parecen difíciles de sortear y junto al programa de reducción de liquidez provocan incertidumbre en los mercados. Entre los fondos reinaba hasta el momento una idea intuitiva que planteaba que la FED actuaría inyectando dólares ante cualquier sospecha de corrida en el mercado bursátil. Pero con una tasa de inflación que coquetea el 10 por ciento, esa seguridad se vuelve más brumosa.
Para las criptomonedas, la situación se torna aún más compleja porque en Occidente comienzan a percibir que pueden ser un factor que amplifique la crisis financiera. El último informe del FMI sobre monedas digitales apuntó en esa dirección. El discurso del organismo pasó de celebrar las monedas digitales como un faro de la innovación y la inclusión financiera a plantear que se requiere una regulación producto de su correlación con las acciones y otros activos tradicionales.
Esto implica que los criptoactivos en lugar de permitir diversificar el riesgo ante caídas en la bolsa lo pueden potenciar. La semana pasada hubo otra alerta similar con las stablecoins (criptoactivos que cotizan con un valor similar al dólar). Desde el Banco de Pagos Internacionales consideraron que estas monedas estables pueden amenazar la esencia del dinero como un bien público y poner en jaque la estabilidad de las finanzas globales.
Los problemas para los activos financieros y los derivados como las criptomonedas son evidentes aunque no necesariamente eso implica que sólo queda esperar derrumbe de sus precios. Algunas grandes compañías y corporaciones apuestan a seguir innovando y consideran que los criptoactivos son el futuro del dinero de internet.
En las últimas semanas, se destacaron distintas noticias que muestran a grandes tecnologías como Google lanzando una nueva división de blockchain. También sobresalió el anuncio de Twitter que le permitirá a los usuarios de sus redes sociales comprar NFT, uno de los productos que durante los últimos meses generó mayor demanda en el ecosistema de las criptomonedas.