La relación del personal de salud con la sociedad en el marco de la pandemia de covid-19 fue y sigue siendo contradictoria. Desde los primeros tiempos, cuando el agradecimiento se expresaba con los aplausos de las nueve ya se empezaron a conocer situaciones de discriminación, como los intentos de expulsión de médicos del edificio donde vivían y la quema del auto de una médica por tener covid. El último caso hecho público fue la agresión a un médico en el Hospital Santojanni ante un desborde de personas que esperaban hisoparse. A pesar del protagonismo que han tenido en estos dos años, poco sabemos de cómo vivieron sienten o qué piensan sobre la pandemia profesionales y no profesionales de la salud. El libro Detrás de los barbijos. Curar y cuidar en pandemia. Crónicas del personal de salud, que acaba de publicar Editorial Marea, recupera esas voces a través de la pluma de una periodista y de dos médicos. “El libro intenta contar desde lo vivido aquello que desde los medios es a veces manipulado por la ideología, esta es nuestra experiencia, tiene nuestra mirada, que por supuesto también tiene posición tomada y se expresa en los textos sobre diversos temas”, dicen.
Detrás de los barbijos fue primero un Instagram en el que José María Malvido, jefe de la Unidad de Infectología y Control de Infecciones del Hospital Alberto Balestrini de La Matanza, y Eugenia Traverso Vior, médica internista del mismo hospital, intentaban “aliviar la carga” de la pandemia. Poner palabras a lo vivido “funcionó para soltar, pero yo creo que además cumplió y cumple un registro de época y creo que además vino a poner sobre la mesa que el sistema de salud es mucho más que el oficio de enfermerxs o médicxs, hay mucha gente trabajando para que la salud de la población pueda ser atendida”, dijo Malvido a Página/12. “El dejar registro nos hace ser más conscientes de lo que vivimos y nos hace no olvidar. Encontramos de alguna forma un modo de descarga de todo lo que veníamos sintiendo. Fueron días de mucha incertidumbre, mucho cansancio, agotamiento físico y emocional. Eso repercutía dentro del hospital con nuestros compañeros porque se generaban asperezas debido a la gran carga emocional y laboral, y también repercutía fuera del hospital, en los momentos con nuestra familia. En lo personal, los tres vivimos a nivel familiar momentos muy duros también, lo que hizo que hubiera un plus más allá del coronavirus”, agregó Traverso.
La tercera del equipo que hizo posible que estas historias salieran a la luz fue la periodista Celeste del Bianco, que desde el minuto cero cubrió la pandemia para distintos medios. “El libro intenta ponerle palabras a una herida que todavía está abierta y de la que mucho no estamos hablando. Hacemos referencias a cifras, porcentajes, cantidad de contagios, pero no nos detenemos a ver qué hay detrás. Eso es lo que intentamos, humanizar al “sistema de salud”. Mostrar qué hay detrás de ese concepto. Poner la palabra en acción sana y este libro busca hacer circular la palabra porque es una necesidad que tenemos como colectivo humano”, dijo del Bianco.
El libro es una crónica a tres voces, mes a mes, desde marzo de 2020 a agosto de 2021, un tiempo de excepción que afectó el día a día de todes pero especialmente de quienes se desempeñan el ámbito de la salud. Al principio, los aplausos, o “la comunión de las nueve” como lo llamó Malvido, los descolocaron. “La primera vez sentí incomodidad, no saber qué hacer y esta sensación de dos realidades paralelas, yo estaba al teléfono con farmacéuticas al borde del llanto por la búsqueda de insumos y había redoblantes en mi puerta, nunca pude salir, solo dejé un cartel agradeciendo ante los dibujitos de vecinos y demás. Obvio que fue un mimo, pero creo que servía para dar ánimo, el tiempo del esfuerzo llego después y ahí el mensaje ya estaba totalmente influenciado por la comunicación de los medios. Ese ritual tenía como excusa el aplauso, pero era un momento donde los vecinos se tiraban besos y se preguntaban por cómo estaban. Eso me emocionaba como conducta social”, dijo Malvido. “En los tiempos de los aplausos aún no había transmisión comunitaria del virus en Argentina, estábamos “preparándonos” para lo que creíamos que podía ocurrir, pero aún no teníamos idea de cómo sería. Semanas después, cuando casi ya no se escuchaban los aplausos, nos empezamos a enfrentar con este virus del cual no sabíamos prácticamente nada. Nos llegaban videos y datos del exterior e información que también iba cambiando con el correr de las semanas. Se comenzó a crear mucho miedo en redes sociales y en medios de comunicación lo cual provocó que muchos dijeran “¿cómo? Yo me tengo que quedar encerrado pero resulta estos salen a laburar y están en contacto con el virus y después usan el mismo ascensor que yo”. Era difícil tratar de explicar a qué nos estábamos enfrentando cuando era de público conocimiento que aún se discutía en el mundo cómo se transmitía o no el virus”, apuntó Traverso.
El 26 de diciembre de 2021 Oscar Swarman, encargado de la Unidad Febril de Urgencia (UFU) del Hospital Santojanni, fue agredido por un hombre que no pudo hisoparse por la gran cantidad de gente que esperaba. ¿Cómo se llegó de los aplausos nocturnos de los primeros tiempos a las agresiones de los últimos? Los médicos no se mostraron sorprendidos. Las agresiones al personal de salud no comenzaron con el coronavirus, dicen. “Las agresiones son habituales, los sistemas expulsivos, los recursos humanos insuficientes y todo eso genera un desbalance entre la oferta y la demanda, si a eso le sumas lo aturdido que estamos y el mal humor en la sociedad por el tiempo extendido de la pandemia, desgraciadamente es algo a lo que quienes trabajamos en salud estamos, no sé si acostumbrados, pero no nos llama la atención”, explicó. “Cuando empezamos a tener los primeros casos de infectados internados, los enojos venían por no comprender el tema de los aislamientos, había gente que quería entrar a ver a sus familiares internados o que no entendía que tenía que aislarse si había sido contacto estrecho. Tuvimos casos de agresiones con los primeros pacientes fallecidos también. Era muy difícil poder explicarle a los familiares cómo en tan pocos días un paciente que había ingresado con fiebre y dificultad ventilatoria leve, terminaba intubado o fallecido”, agregó Traverso. Ahora las agresiones tienen que ver con las largas esperas que se están dando para hisoparse o para vacunarse sin turno. “Mucha gente después de estos dos años está muy agotada de todo y no tiene paciencia para tolerar una larga fila y del otro lado estamos nosotros, que seguimos laburando sin parar y que también tenemos personal aislado en nuestros servicios lo cual provoca más colapso”, puntualizó.
El libro muestra la vulnerabilidad del personal de salud, los propios miedos, el cansancio, algo que no es tan común leer en primera persona. ¿Por qué la necesidad de ponerlos como protagonistas con sus historias? “Eugenia y José María lo usaron como un cable a tierra, una manera de eclipsar el dolor que sentían. En mi caso, quise transmitir todo eso que percibía en las entrevistas. Por mi trabajo estuve en contacto con el personal de salud antes del inicio del ASPO, puede corroborar esos miedos e incertidumbre que generaba lo que estaba pasando en Europa. Sin embargo, estaban dispuestos a dar lo mejor de sí para dar respuesta. Con el tiempo, fui escuchando en sus relatos lo que vivían en cada establecimiento, el agotamiento, el hartazgo, la depresión que les generaba, los conflictos familiares. Y consideré que todo eso tenía que ser visibilizado, la gente común tenía que enterarse de que lo estaba pasando ahí dentro y lo que sentían esas personas a las que no le conocíamos el rostro porque pasaban el día entero detrás de un equipo de protección personal”, dijo Del Bianco.
Recordó además una frase de una infectóloga: “No somos héroes, somos personas que tenemos familia y también tenemos miedo”, que para ella resume lo he la motivó a contar estas historias: “gente común haciendo su trabajo en circunstancias extraordinarias y peligrosas”.