“No hay que perder contacto con la tierra (...) No hay que perder la autenticidad, no hay que dejarse envolver por un tipo de vida que pueda hacerle perder a uno lo auténtico que tiene”, dijo alguna vez Jorge Antonio Cafrune Herrera, el mítico jujeño que se convirtió en un hito de la música popular, un hombre cuya vigencia no caduca con el paso del tiempo.
Su biografía marca que asomó al mundo en Perico, un 8 de agosto de 1937, en el seno de una familia de típicas costumbres gauchescas y antepasados de orígenes árabes. Cautivado por la música desde niño, y abrazado a un guitarra integró “Las voces del Huayra” y “Los cantores del Alba” hasta que se decidió por el formato solista.
Así, a fines de 1961 y después de pasar un año fuera del país, retornó a Salta para pasar la Navidad y el Año nuevo con sus familiares, y de allí partió a Buenos Aires, donde actuó en el programa de televisión "La Pulpería de Mandinga", que conducía Jaime Dávalos. El poeta lo invitó al Segundo Festival de Cosquín de 1962, donde lo presentaría a la gente de la comisión organizadora. Ya en esa ciudad el presidente de la comisión, Reynaldo Wisner, lo escuchó mientras actuaba en la confitería "Europea", y decidió que participara en el festival, aunque fuera de cartel. Allí se presentó con "Zamba de mi esperanza" y "Orejano", y fue consagrado como primera Revelación de Cosquín, por el aplauso del público.
Desde entonces, ocupa un sitio en el corazón del pueblo y entre las páginas del arte nativo. Para celebrar esa fecha, tan significativa, Salta(/12 dialogó con su hija Yamila, que transita las sendas de los pentagramas desde hace 30 años.
“Creo que fue un debut muy buscado por él, muy deseado. Eran tiempos donde el folklore realmente era la música popular; no había competencia entre géneros. Pero al papi no le fue fácil ingresar a la programación de ese Cosquín”, apuntó la cantante y aclaró que, “Sin embargo, su personalidad, su postura, su imagen, llamaron la atención. Eso, quizá, y su contestación a la pregunta de '¿qué tiene Cafrune que ofrecer para que lo pongamos en la programación?’ Lo único que el papi dijo fue: 'Vengo a ofrecer mi emoción, mi canto y mi guitarra’. Eso hizo que su debut estuviera coronado por ser la primera consagración de todos los festivales de Cosquín”, explicó la artista, quien aseguró que su padre fue muy auténtico “como lo fue hasta su última actuación. Eso hace que, hasta el día de hoy, el papi sea considerado el ‘cantor del pueblo’".
La amistad con Jaime Dávalos
Desde otro punto de vista, Yamila se refirió al impulso de Dávalos y relató: “La relación entre el papi y don Jaime era maravillosa. Yo recuerdo, de muy chiquita, haberlo visto en mi casa de Los Cardales, tanto en las fiestas de doma que hacían como en reuniones particulares con mis padres”, dijo, al tiempo que recordó que en su casa “siempre se lo admiró muchísimo" tanto al poeta "como a toda su familia; familia de poetas, cantores y pintores (Julia Elena Dávalos es una gran artista del dibujo). Como don Jaime era un poquito más grande que el papi, el papi siempre respetó muchísimo la opinión y las sugerencias que don Jaime le daba. Así que cuando él le dijo: ‘Turco, ¿por qué no te venís conmigo a un festival nuevo que hay en Córdoba, en Cosquín’, inmediatamente el papi sacó un boleto de tren y partió hacia allí”.
Por otro lado, la cantora subrayó su padre representó siempre a su pueblo “en las buenas y en las malas”. Y expuso: “Si hay algo que tengo que rescatar de toda su personalidad es que siempre fue igual: arriba y abajo del escenario. Si arriba estaba enojado por injusticias era porque el pueblo, abajo del escenario, también las estaba sufriendo... y en épocas más tranquilas, se dedicaba a cantarle al paisaje y, por qué no también, al romance”. A la vez, subrayó que era respetuoso de sus compañeros, “buscador incansable de repertorio, gran lector de historia argentina, crítico de la política internacional, gustoso de la vida del campo, un padre interesado por su familia y ‘sanguíneamente argentino y peronista’".
Más aún, Yamila reconoció que “la conexión que tenía y sigue teniendo con la gente”, sucede porque el público siempre se sintió identificado con él, “sintió que lo representaba sin necesidad de estar acompañado del marketing; sin necesidad de que le dieran un ‘título' de ‘representante popular'. Él era parte del pueblo y como tal, subía al escenario y vivía”.
Finalmente, la artista que ayer cumplió tres décadas de carrera, se mostró agradecida con toda la gente que después de más de 40 años de la desaparición física de su padre, aún sigue teniéndolo presente. “Es como si hubiera partido de este o aquel lugar, solo hace un par de días. Eso hace que un cantor sea un verdadero representante del pueblo: el pueblo lo recuerda, pero no solamente lo hace porque lo escucha, sino porque lo ama y lo respeta. Ese es el verdadero sentido de los que queremos llegar a que nos llamen ‘cantores nacionales y populares’, debemos tener que lograr: el amor y el respeto de nuestra gente”.
"Yo estuve ahí"
Algunas personas tienen el privilegio de estar en el momento justo y el lugar indicado, de ser parte de la historia en tiempo real. Ese es el caso del maestro de ceremonia del Festival, Marcelo Simón. El cordobés de 81 años, reveló: “Es curioso, porque yo estuve ahí. Ha pasado mucho tiempo, desde luego, y la memoria suele adelgazar, pero recuerdo perfectamente sobre todo la vocación, las ganas que tenía Cafrune, este Turco -como desde el comienzo le empezamos a decir todos, por su apellido claramente árabe- Él trepó al escenario y empezó a cantar; y de entrada tuvo mucha aceptación con la gente”.
El notable periodista destacó que en los 60 “El festival era para artistas audaces, que subían y cantaban sin pedir permiso y sin ser anunciados por lo que yo recuerdo. También me acuerdo de la aceptación rápida que logró este espontáneo, así les llaman a los toreros que bajan a torear sin que estén enunciados. Esto es lo que hizo el Turco inicialmente”. En seguida, Simón reiteró: “Esos eran tiempos de espontáneos, repito la palabra, y Cafrune era eso, alguien que saltaba la cerca y se presentaba protagonizando. No sé si se entiende lo que digo. Sin estar invitado, se largaba a cantar y tenía una presencia que se hacía notar, una presencia y una comunicatividad muy fuertes”.
Para cerrar,el ex director de Radio Nacional Folklórica, rememoró: “Yo era muy jovencito, pero ya trabajaba en los medios y tenía una pequeña tarea en la dirección de cultura, que funcionaba en el teatro principal de Córdoba, en el teatro oficial. Cafrune tomó nota de esto y me fue a ver desde el primer día hasta el último. Sabía cómo hacerse un lugar”.
Así, Cafrune, auténtico, sin renunciar a su tierra, quedó sembrado en ella y también más allá: cada vez que su voz suena él vuelve, porque ni la muerte apaga a los grandes, a los indispensables que, de una u otra manera, siempre están entre nosotros.