Desde Lima
La petrolera española Repsol se enfrenta a duros cuestionamientos, del gobierno y de prácticamente todos los sectores del país, a posibles sanciones económicas e incluso penales y a una probable demanda internacional, por el derrame de petróleo en el mar de la costa peruana y por su lenta e ineficiente reacción. El derrame de seis mil barriles de petróleo en las costas de Lima y El Callao, puerto colindante con la capital peruana, ha causado el mayor desastre ecológico en el país en muchos años. También ha sido un duro golpe económico a pescadores artesanales y comerciantes cuyos ingresos giraban alrededor de las 21 playas afectadas y ahora cerradas. El presidente Pedro Castillo ha asegurado que su gobierno no dejará que lo ocurrido quede impune.
Repsol, que opera la principal refinería del país, La Pampilla, sería multada, según las normas, con 138 millones de soles (unos 35 millones de dólares), una cifra considerada menor en comparación al daño causado. Pero esta multa no sería la única sanción. La Fiscalía ha iniciado una investigación a la empresa por el delito de contaminación ambiental, lo que podría terminar en un proceso penal. También se podrían entablar demandas exigiendo indemnización por los millonarios daños causados, incluso a nivel internacional, posibilidad que ha adelantado el ministro de Ambiente, Rubén Ramírez. El buque tanque desde el que se descargaba el petróleo, de bandera italiana, ha sido inmovilizado por las autoridades.
El jueves, el presidente Castillo estuvo en la zona del desastre ecológico. “Aquí no podemos rehuir las responsabilidades, se trata de asumirlas, en este caso la empresa causante del desastre ecológico”, dijo el presidente, con el fondo de la playa y el mar cubiertos de petróleo, y frente a indignados pescadores y pobladores de la zona que exigían sanción a la empresa y reparación por los daños causados, los ecológicos y los económicos.
“Condenamos el desastre ambiental provocado por la refinería La Pampilla, a cargo de Repsol. El daño ecológico en nuestro litoral es inadmisible. Desde el Estado se han dispuesto las acciones penales, civiles y administrativas a fin de cautelar la soberanía y bienestar del país”, señaló el presidente por Twitter. En otros dos mensajes enviados por la red social insistió en la decisión de su gobierno de no dejar sin sanción lo ocurrido: “Estamos ante uno de los ecocidios más grandes que se han suscitado en nuestras costas y mar. El gobierno asume el rol de sancionar a los responsables del daño que afecta trágicamente a la flora, fauna y a las comunidades puestas en peligro y privadas de su sustento cotidiano. Tomaremos las acciones urgentes y graves a la altura de nuestra historia y de estos hechos. No dejaremos que pisoteen impunemente nuestros ecosistemas y la honra de nuestro pueblo”.
¿Qué provocó el derrame?
El derrame ocurrió en la tarde del pasado sábado 15 cuando desde un buque tanque se descargaba el crudo a la refinería La Pampilla a través de tuberías submarinas. La empresa no asume responsabilidad por lo ocurrido y ha culpado a un fuerte oleaje como efecto de la erupción del volcán submarino en Tonga. Pero esa versión ha sido puesta en duda. Veleristas que estaban cerca al buque tanque en ese momento han asegurado que en esa zona el mar estaba tranquilo. El Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería ha emitido un informe preliminar en el que no habla de un fuerte oleaje y no descarta una mala maniobra del buque.
A la empresa no solo se le cuestiona por las causas que originaron el derrame, sino por su conducta una vez ocurrido éste. En un primer momento minimizó la magnitud del derrame al informar a las autoridades, y su respuesta ha sido tardía e insuficiente, lo que ha agravado la situación. Al día siguiente del derrame, cuando amplias extensiones de mar y playas ya estaban cubiertas de petróleo, lo que se veía eran algunos trabajadores de Repsol, obreros de las municipalidades de la zona y muchos voluntarios, entusiastas pero mal equipados y no capacitados para esta tarea, limpiando el petróleo de las playas con escobas, lampas y rastrillos, y juntándolo en barriles, bidones o bolsas plásticas. Todo muy artesanal, precario. Cuando el petróleo ya se había extendido recién se pusieron algunas mallas en el mar para contenerlo, pero notoriamente insuficientes, y se vieron algunas mangueras especiales para extraer el crudo. Una semana después del derrame, el petróleo ya cubre 7,1 mil kilómetros cuadrados de mar y 1,8 mil kilómetros cuadrados de playas, y se sigue extendiendo por el mar hacia el norte de Lima.
"Es una gran tristeza"
Mirando el mar del que ha vivido desde hace muchos años ahora negro por el petróleo y convertido en un mar muerto, un viejo pescador parece no creer tanta desgracia. “Todo esto está contaminado, nada de dónde nosotros pescábamos tiene vida, es una gran tristeza, hasta he llorado de ver nuestro mar así. Invoco por favor ayuda”, es su dramático testimonio.
Cerca de dos mil pescadores artesanales y cientos de comerciantes de la zona han sido económicamente afectados por la imposibilidad de seguir pescando y el cierre de las playas en el verano. Se han movilizado para protestar frente a la refinería La Pampilla. Exigen que la empresa asuma su responsabilidad y los repare por haberlos dejado sin su fuente de trabajo.
El gobierno ha declarado la zona en emergencia ambiental por 90 días y ha formado un Comité de Crisis para las tareas de remediación de los daños causados, determinar responsabilidades y ver lo relacionado a las reparaciones e indemnizaciones. Se ha anunciado la llegada de expertos de las Naciones Unidas para apoyar al gobierno peruano. Los científicos coinciden en que el daño ecológico es inmenso. “La recuperación va a tomar años, estamos hablando de diez, veinte años, para que este ecosistema vuelva a ser lo que ha sido”, dice David Huamán, del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre. Otros especialistas estiman que ese tiempo podría ser más prolongado y que habría daños irreparables.