Entre las películas cuya impresión recuerdo especialmente está La fiesta de Babette. No la vi cuando se estrenó, sino algunos años más tarde, a principios de los 90. Fueron tiempos en que yo observaba a mi alrededor mucha frivolidad, incluso entre personas queridas. Ostentación, figuración, despilfarro, obsesión por el dinero y sus excesos, ayudaron a que pasara yo mucho tiempo un poco centrada en mis cosas, mi hija de unos tres años, la actuación, los asuntos del hogar, que siempre me atraen, que siempre los vivo como muestras de amor.

Cuando llegaba del teatro a casa tenía siempre varias películas para ver en video, y entre ellas estaba Babette, que había elegido un poco al azar. Recuerdo incluso que al principio me aburrió un poco; esos paisajes fríos y ventosos. Pero a mí que soy muy extrovertida y afectuosa, siempre me llamaron la atención las personas excesivamente reservadas, aquellas que guardan sus sentimientos debajo de varias capas de resguardos y a veces desconfianza. Aprendí a observarlas, a esperarlas, a menudo a quererlas. Las respeto, a veces las admiro. Así fue que las mujeres de esa casa, esas hermanas educadas en el luteranismo, tan reprimidas, desconfiadas, tan temerosas de los afectos y placeres, captaron pronto mi atención. Las compadecí, las quise. Me interesó mucho saber qué sería de ellas a medida que avanzaba la historia

Hacía unos pocos años que yo había estudiado repostería, algo que me apasionaba mucho. Todavía a veces hago galletas de Navidad, una fiesta que adoro y para la que siempre me esmero con alegría, porque es, como decía antes, una celebración amorosa, un encuentro en la calidez del hogar. Así que cuando a la casa llega una cocinera, que de a poco, con paciencia y mucho respeto va reemplazando los hábitos dolorosamente austeros de esas mujeres por otros más placenteros, ya sentía que era una película para mí.

Esa mujer que venía huyendo temerosa de Francia, introvertida y parca ella misma, encuentra para ese breve tramo de su vida, la misión de intentar tocar el corazón de esas hermanas de vidas tan apagadas. Aunque más no sea durante una noche de fiesta. Durante el tiempo que sirvió en esa casa, Babette no había tomado nada o casi nada para sí, o quizás lo había tomado todo. Providencialmente ella compra un billete de lotería y gana un premio. Recuerdo que la manera en que esa mujer, que había sido cocinera exquisita de un gran hotel parisino, decide gastar aquella pequeña fortuna en un festín para sus patronas y sus vecinos, me hizo emocionar profundamente como un acto de generosidad absoluta, definitiva.

Aún a último momento, cuando la cocinera hace traer de Francia tortugas, codornices y toda otra clase de animales vivos o casi vivos, frutas y verduras de brillantes colores y hasta botellas de alcohol hereje, las hermanas un poco grises siguen desconfiando de ella, incluso con verdadero temor. Pero ellas también son cautas, pacientes, respetuosas.

En el relato de Isak Dinesen que dio origen a la película se dedica buena parte de sus páginas a los intentos amorosos juveniles de las hermanas, siempre frustrados por el temor, por el recato, el exceso de cuidado. El amor de alguna forma habitaba en ellas, pero siempre callado, siempre temeroso de consumarse. Así es que tal vez alguna intuición las impulsaba a dejar hacer a esta francesa un poco excéntrica y casi peligrosa a sus ojos. Y finalmente, cuando llega la noche del banquete, la delicia de esos manjares y los secretos del champagne, hacen buena parte de la magia, pero es el acto de generosidad y desprendimiento de la cocinera silenciosa lo que derriba, aunque sea por unas horas, todas las defensas de las hermanas.

No hacía falta tanto para franquear mis pocas defensas ante la emoción, pero en esos años que yo vivía un poco como una extraña en un mundo donde el materialismo parecía motivo de fiesta, vi en la película de Gabriel Axel, hablada en aquel idioma incomprensible, un gesto poético que me reconfortó profundamente. 

Rita Terranova es actriz y directora galardonada con los premios Florencio Sánchez, Trinidad Guevara, María Guerrero, Arlequín, Estrella de Mar, Margarita Xirgù, Teatros del Mundo, ACE, Gregorio de Laferrère, Costantini y Carlos. Debutó en teatro en 1970 y estrenó como actriz más de 80 obras. Integró elencos estables de los teatros San Martín y Alvear. Fue jurado y representó a la Argentina en Festivales Internacionales en España, Uruguay y Hungría. Filmó en Italia, España Uruguay, Francia y Argentina. En televisión fue actriz en espacios de gran popularidad como Novia de vacaciones, Dos vidas y un destino, Compromiso, Vínculos, Cosecharás tu siembra, Grande Pa, Atreverse, Alta comedia, Los simuladores, entre otros. El 5 de febrero próximo estrena como directora Babel cocina, pieza que escribió junto a Patricia Suárez.