Desde Londres
La policía británica no objetará la publicación del informe de Sue Gray sobre el Party Gate de Boris Johnson con lo que el veredicto del escándalo que está haciendo tambalear al gobierno se daría a conocer en las próximas 48 horas.
En un martes de locos, los diarios, radios y canales abrieron con la última fiesta de Boris Johnson por el momento (número 17 de las confirmadas con todos los datos necesarios), pero enseguida fueron sobrepasados por el anuncio de la policía de que iniciaría una investigación que puede terminar con Johnson en los tribunales.
A eso de las tres de la tarde muchos daban por descontado que esto le compraría tiempo a Johnson porque Sue Gray no publicaría el informe antes de que la policía llegara a sus conclusiones. Pues no. Apenas la policía dijo que no tenían problemas con que Gray diera conocer su informe antes se volvió a la noticia central con un agravante: Johnson puede terminar interrogado por la policía y multado. Políticamente totalmente "gone", "out", "kaput".
Nadie le cree a Johnson
En relación a las fiestas también este martes Johnson dijo que no había violado ninguna ley en las 16 (o quizás ya 17, ¿quién lo sabe?) fiestas que investiga la funcionaria de carrera Sue Gray. Lo ha dicho tantas veces a los medios, en el parlamento, en las calles y tantas veces los hechos lo han obligado a contestar con evasivas o elipsis que ya nadie le cree, ni siquiera el espejo o su esposa Carrie o sus más íntimos por más que no abran la boca, que hay que conservar el puesto.
Más grave para el primer ministro es que no le crea la prensa de todos los colores políticos o el parlamento o el pueblo británico y ni qué hablar de sus propios diputados conservadores que tienen en sus manos su futuro como líder partidario y primer ministro. Ahora que la policía británica anunció que está investigando el PartyGate, el Partido Conservador piensa a los saltos qué les puede asegurar su propia supervivencia y la de los 358 diputados que tienen mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes, obtenida hace poco más de dos años en las elecciones generals de diciembre de 2019.
Otra fiesta inolvidable
El “happy birthday” de Johnson revelado el lunes es otra mancha a un tigre que pierde cada vez más su capacidad de reaccionar con un rugido porque a las 17 “reuniones” individualizadas en 10 Downing Street en tiempos de pandemia y confinamiento hay que añadir más de 100 reveladas en la prensa (“las fiestas informales de los viernes”) y las que saltan en cualquier momento luego de pasar por el purgatorio del “off the record” y las que están por explotar desde francotiradores siempre listos para propinar el tiro definitivo como su exasesor y cerebro del Brexit, Dominic Cummings.
El anuncio de la investigación policial es un arma de doble filo porque si bien puede llegar a darle un poco de tiempo (no mucho) si todavía Gray decide demorar un poquito más la publicación de su informe, por el otro puede acelerar las misivas que los propios conservadores pueden mandar a Graham Brady, otra figura clave de este entuerto, para acelerar el proceso. Brady es el jefe del poderoso grupo parlamentario 1922 que nuclea a todos los diputados oficialistas sin responsabilidad del gobierno.
En las reglas internas de los conservadores basta con que le lleguen 54 cartas de legisladores tories retirándole la confianza a Johnson como líder del partido para que se active el proceso de confirmación o destitución. Eso no es suficiente para sacarlo de 10 Downing Street, pero sí para convocar una elección interna en la que si Johnson no gana con la mitad más uno de los parlamentarios (unos 180 votos a favor), deberá retirarse de la contienda y esperar a que se elija en unas dos o tres semanas su sucesor entre diversos candidatos conservadores.
Tragicomedia e Islamofobia
Con todo esto Boris Johnson ha logrado algo insólito: darle al contexto trágico de la pandemia un nervioso efecto cómico, muy a tono con su flequillo. El primer ministro se ha caído tantas veces al suelo luego de pisar tantas tramposas cáscaras de banana que los británicos no pueden evitar la risa hasta que se acuerdan de sus propias vidas, de los muertos y hospitalizados mientras en 10 Downing Street había una fiesta permanente.
Como si el primer ministro y el Partido Conservador no tuvieran suficiente, se les añadió este fin de semana, una suerte de fiesta anti-islámica interna. Este festín ocurrió más discretamente, en los whatApp o por teléfono o encuentro privado o pasillo discreto del parlamento y fue denunciado en la prensa por una ex inistra de origen musulmán, Nusrat Ghani. En un entrevista con el Sunday Times, Ghani dijo que la habían echado del gobierno por su origen religioso.
Johnson lo negó, el partido miró al cielo en silenciosa plegaria y la prensa redescubrió una vieja cultura anti-islámica y anti-inmigratoria con tonos racistas muy arraigada entre los conservadores. Con tantas bombas alrededor de Johnson, con su gobierno a punto de colapsar, con toda probabilidad esta investigación quedará a cargo de quien, tal como parece hoy inevitable, suceda a Johnson al frente del Partido y del gobierno.