Se encontraron el uno a la otra, sin mucho preámbulo. Y de ahí a la amistad, a la admiración mutua, un solo paso. Uno solo y sin que se notara, según uno de los dos polos de atracción: Daniel Maza. “Este disco nació sin darnos cuenta”, refrenda el bajista uruguayo, tras la salida del flamante Serenata, grabado junto a María Volonté. “La verdad es que la pasamos muy bien haciendo música juntos. Es más, creo que es uno de los mejores proyectos en los que participé”, arriesga el hombre que aquilata méritos como para valorizar la comparación: no solo lleva ocho discos publicados, sino que también ha compartido largas jams con Ray Barretto, Simon Phillips, Djavan y su colega de instrumento Jeff Andrews, entre otros. Su versatilidad también lo ha puesto a disposición tanto de Hugo Fattoruso y Luis Salinas, como de Raúl Carnota, Mercedes Sosa o Edelmiro Molinari, por nombrar ciertos proyectos.
“Aunque Daniel y yo crecimos en diferentes orillas, los dos mamamos las mismas músicas. A lo largo de los años, entre whiskies y camarines, descubrimos nuestro amor por muchas de esas canciones que ya nadie recuerda… Nos encanta rescatar joyas olvidadas”, dice el otro polo –el femenino-- de la unión: María Volonté. A la cantante y guitarrista también le sobran pergaminos. No solo va por su undécimo trabajo solista, sino que también cosecha lauros girando por el mundo con el Blue Tango Project, su dúo con el armoniquista estadounidense Kevin Carrel Footer, o congeniando talentos con Javier Malosetti, Mavi Díaz, Laura Ros, o Federico Gil Solá, entre otros.
Dos potencias se saludan entonces, en torno a un álbum publicado por Los Años Luz Discos que opera como mosaico y síntesis de lo que ambas representan. Un poco de tango, otro poco de bolero, pizcas de salsa y swing, y un inevitable plafón jazzero, esparcidos en ocho piezas. Sintetiza Volonté: “Serenata es un disco íntimo y bastante despojado, porque estamos ahí con el bajo de Daniel, mi guitarra y nuestras voces. Nada más”.
--¿Por qué Serenata?
María Volonté.: --Porque queremos que la gente reciba este puñado de canciones como una ofrenda musical, como eran las serenatas de antes cuando los enamorados se declaraban su amor en la vereda, frente a un balcón o un zaguán, a través de bellas canciones románticas.
--Ustedes también se declararon un amor musical fuerte.
Daniel Maza.: --!Claro!... cuando nos conocimos fue amor musical a primera vista (risas). Fue tal el placer que automáticamente quedamos en hacer algo juntos, y empezamos a compartir los primeros recitales. Admiro profundamente a María. Para mí, ella es una de las mejores músicas que conozco, así que tocar juntos es una fiesta.
M.V.: --Y para mí, cantar y tocar con Daniel es la felicidad pura. Yo vengo del tango, él viene del jazz y del candombe… tradiciones bien distintas que sin embargo enriquecen el encuentro, porque a los dos nos encanta romper las reglas, experimentar. Me fascina de él que no solo es un virtuoso, sino que también tiene un gran corazón, algo fundamental en la música popular, porque si no hay pasión todo queda en la mera destreza técnica, que no es suficiente para llegar a emocionar a la gente !Ah!, y tengo que señalar también que Daniel tiene un sentido del humor fabuloso. En suma: es uno de los mejores bajistas del mundo y encima no tiene nada que envidiarle a los genios del stand-up (risas).
D.M.: --Entre las coincidencias, con el tiempo también fuimos descubriendo que, como decía María, los dos amamos las mismas viejas canciones románticas, porque están llenas de belleza y sabiduría.
--También hay composiciones firmadas por ambos: “Soy el viento” y “Candombe bailador”, por caso. ¿Cómo repartieron los roles compositivos?
D.M.: --Generalmente, yo pongo la música y María trabaja en las letras. Creo que en algún momento deberíamos hacer un disco todo de temas nuestros, porque ella tiene la capacidad de interpretarme. Cuando yo le digo `María, tengo esta música`, ella me pregunta cómo fue que apareció, qué es lo que quiero contar. Y así fue con “Candombe Bailador”. Yo le dije: `se llama así porque es un candombe alegre`, y la letra que le puso ella fue lo que tenía que ser… no había otra forma, la letra era esa.
M.V.: --Con “Soy el Viento” trabajamos de la misma forma. Siempre dejo que la música me guíe. Cuando la escuché, me apareció la imagen de los cuatro elementos de los filósofos griegos pre socráticos: aire, fuego, agua y tierra. En la letra, de hecho, la música habla de sí misma como la amalgama de esas cuatro fuerzas de la naturaleza.
--Entre las versiones, hay una de “Te abracé en la noche”, de Fernando Cabrera. Intrépidos, ambos.
M.V.: --(risas) Es que somos grandes admiradores de ese tema y de toda la obra de Fernando... nos emociona muchísimo cantarlo juntos.
--¿Qué criterios utilizaron para elegir las piezas a versionar?
D.M.: --Las canciones nos eligieron a nosotros, más bien.
M.V.: --Sí!!! Y es que de algún modo estamos enamorados de los mismos temas, y las mismas historias. Daniel es un gran arreglador y tiene un talento genial para explorar las posibilidades de cada canción. Y así, cada versión se vuelve completamente original y novedosa. Eso es muy inspirador… es lo que nos deja descubrir ideas nuevas y jugar libremente cuando las tocamos.