La verdadera patria de Nora Iniesta es la infancia. El imaginario de esta artista, una niña de 71 años que hace collages con platos de diversos tamaños y formas, bandejas, individuales, delantales de cocina, adornos domésticos, muñecas de plástico y figuritas de revistas o libros para chicos, está atravesado por los símbolos patrios. En Abanderada, primera exposición temporaria de una artista argentina en el Museo del Bicentenario, se exhiben más de 70 obras inspiradas en la bandera nacional y la paleta de colores del celeste y blanco. No hay nostalgia iconográfica del tipo “todo tiempo pasado fue mejor”. Las obras que integran la muestra interpelan por la vía de la emoción, como sucede con la “Niña Argentina” y su orgulloso delantal blanco, la escarapela en el pecho y un gesto sosegado de ternura y felicidad que proyecta esperanza sobre el porvenir.

Lo primero que se ve al entrar es una bandera gigante hecha con más de ocho mil rastis, una obra que funciona como puerta de entrada, una especie de bienvenida al lúdico mundo de Iniesta. La inauguración de la exposición estaba prevista para el 20 de junio de 2020, en el marco de las celebraciones de los 250 años del nacimiento y los 200 de la muerte de Manuel Belgrano. Nada mejor que esta exposición para homenajear al creador de la bandera nacional, compuesta por tres franjas horizontales: dos celestes y una blanca en el medio. La bandera nacional --jurada por primera vez el 27 de febrero de 1812 frente al río Paraná-- fue oficializada en 1816 por el Congreso de Tucumán. Pero la llegada de la pandemia modificó y postergó los planes de los museos públicos y privados del país y del mundo.

Elogio de lo manual

Abanderada, que reúne el trabajo de los últimos veintidós años de la artista, le permitió reencontrarse con una parte de sus obras, adquiridas por empresas, universidades públicas o coleccionistas privados. Entre los trabajos más recientes hay una serie en la que se puede ver a Belgrano en una estampilla. “Yo encuentro una cosa afectiva en mi recorrido por la bandera y cómo aparece de muy diversos modos en mi obra”, cuenta Iniesta a Página/12. “Lo que queda vibrando es la emoción de la preparación de los actos escolares. Yo estudié en una escuela pública en Lomas de Zamora; antes de llevar la bandera en el último grado, fui escolta”, recuerda esta artista visual, egresada de las Escuelas Nacionales Manuel Belgrano y Prilidiano Pueyrredón, que aborda la iconografía patria en todas sus variantes, utilizando medios y materiales de lo cotidiano.

El Museo del Bicentenario, dirigido por Andrea Rabolini, logra transmitir la intimidad del trabajo de Iniesta desplegando una suerte de pequeña casa dentro del espacio de la exposición. Hay un elogio a lo manual, lo doméstico y lo pequeño del hogar. La curadora de Abanderada es Adriana Mare; el guion de la exposición estuvo a cargo de Mariela Beker, Walter Richardi y Marcela Pupo y Spencer, y el diseño del montaje lo realizó Javier Jusid. “Yo trabajo a partir de los elementos que encuentro y que ensamblados con otros se vuelven obra. Para mí sería muy difícil empezar desde la nada. Lo fundamental es lo doméstico, lo que ocurre en la casa. Todo lo que hago tiene un componente lúdico”, dice Iniesta, que se especializó en técnicas de grabado en metal en la Slade School of Fine Art, University College de Londres.

De pronto, casi sin darse cuenta, se entra en “modo Iniesta”; una forma de mirar el paisaje y los objetos encontrando el celeste y blanco de los símbolos patrios diseminados en todas partes; en las paredes de la Boca o en Chacarita, en una verdulería o en autos viejos que remiten al parque automotor de Cuba, pero que Iniesta fotografió en San Telmo, el barrio donde vive y tiene también su taller. “Mi interés por la bandera comenzó en la infancia. De niña yo ansiaba ir a la escuela”, confiesa la artista. “El gran bagaje de lo que hago está en la infancia; pero mis obras no son nostálgicas ni las considero infantiles”, aclara la artista, que ganó la beca George Braque en 1980 y vivió en París hasta 1983, cuando decidió regresar a Buenos Aires.

La niña argentina

Hay muchas “niñas argentinas” con objetos ensamblados, plástico y metal, o tela, plástico y metal, hasta una impresión digital a dos colores iluminada a mano. “El empujón de la casa te lleva a la escuela. Lo ceremonial de la bandera sucede en la escuela. Los elementos que utilizo en mis obras son los que hay en cualquier casa y trabajo con técnicas escolares. Lo primero que uno aprende en la escuela es a cortar y a pegar”, subraya Iniesta, que dentro del arte contemporáneo elige inscribirse en lo que se denomina “escuelismo”, término que fue acuñado por el investigador Ricardo Martín-Crosa en la década del 70 para referirse a una línea de trabajo influida por los modelos semióticos escolares. “La niña argentina soy yo, está inspirada en mi infancia de alumna de una escuela pública, aunque hay muchas niñas argentinas con infancias parecidas a la mía”, advierte la artista.

Lejos de la estridencia o la grandilocuencia, Abanderada suscita una multiplicidad de interrogantes: ¿Qué es la patria? ¿Cómo se construye? ¿Quiénes la integran? ¿Cómo se vincula la patria con la identidad? ¿Qué dificultades y problemas persisten? La serie “Desencuentros” está integrada por tres pajareras. En cada una hay dos personas que nunca se cruzan. “El de los desencuentros es un tema argentino. Nada de la realidad en la que estoy inmersa me es ajeno”, reconoce la artista y pone un ejemplo tan sencillo como contundente. En una de sus obras “Ser nacional” se puede ver a dos trabajadores con sus valijas; “son los laburantes y no los que tienen las grandes fortunas del país”, precisa. En la obra “Quiebre” emerge un banco de plaza fraccionado en tres partes (celeste, blanco y celeste). “La pandemia fue un quiebre en el mundo, pero también hay un quiebre a nivel nacional”, compara Iniesta.

En “Eso en mi cabeza” explicita el problema material del trabajo de los artistas con objetos ensamblados, madera, acrílico y papel collage. En el centro de esta obra hay un billete de 50 centavos del Banco Central de la República Argentina de 1947. “La plata te da la estabilidad básica para poder crear sin preocupaciones. Lo mío es siempre fluctuante, como la mayoría de los artistas”, admite Iniesta, que logra iluminar también con una obra como “Ideas argentinas”, una lámpara gigante de resina poliéster que contiene una bandera argentina tejida a mano.

-¿Cuándo se le prende la lamparita a Nora Iniesta?

-Siempre estoy alerta para seguir creando. Tengo la sensación de que falta mucho para concretar todo lo que quiero hacer. Yo no tengo tanta consciencia de lo hecho. Para mí el futuro es un devenir constante.

-¿Seguís siendo una niña que juega?

-Sí… ojalá fuese más niña, pero soy muy responsable (risas). Picasso dijo que le costó tres años pintar como Miguel Ángel, pero le llevó toda una vida pintar como un chico.

  • Abanderada se puede ver los sábados y domingos de 10 a 17.30 en el Museo del Bicentenario (Paseo Colón 100), hasta el domingo 13 de marzo.