Piedra noche 7 puntos
Argentina/Chile/España/, 2021.
Dirección y guion: Iván Fund, basado en un guion original de Santiago Loza.
Duración: 87 minutos.
Intérpretes Maricel Álvarez, Mara Bestelli, Alfredo Castro, Marcelo Subiotto, Jeremías Kuharo.
Estreno en Cine Gaumont y en CineAr Play.
De un tiempo a esta parte, el así llamado cine fantástico “de autor” –esto es, a priori lejos de las exigencias de los formatos y texturas más populares– sigue ganando adeptos en la producción local. Una lista de largometrajes recientes que se mueven en esa dirección excedería con creces el espacio disponible en estas líneas, pero baste destacar el lanzamiento en las próximas semanas de Jesús López, el film del crespense Maximiliano Schonfeld, y la ópera prima de Agustina San Martín, Matar a la bestia, para dar un idea de la profusión de títulos que –sin hacer pleno en el casillero del terror y la fantasía desembozada– utilizan elementos muy cercanos para narrar historias usualmente intimistas. Iván Fund (ver entrevista aparte) había incursionado en ese territorio con la anterior Vendrán lluvias suaves, en la cual un extraño fenómeno provocaba un estado de sueño eterno en los adultos de un pequeño pueblo, dejando a niños y adolescentes a cargo de una posible nueva sociedad.
Piedra noche, que pasó por los festivales de Venecia y San Sebastián, tiene un punto de partida diferente, casi opuesto: aquí no es la “desaparición” de los adultos sino la pérdida literal de un pequeño de 10 años el hecho que dispara la trama. En el prólogo, el matrimonio integrado por Greta y Bruno disfruta junto a su hijo de los placeres cotidianos en una comunidad costera fuera de temporada. Entre paseos por la playa y juegos en el mar, el chico crea kaijus –los grandes monstruos de la cultura pop japonesa, salieris de Godzilla– en un videojuego de bolsillo. Casualidades de la vida (y de los guiones), en el pueblo de Linda Bay se rumorea que un monstruo, primo lejano de Nahuelito, anda dando vueltas por la zona, responsable de haber mordido los cables subterráneos de una enorme plataforma abandonada cerca de la playa. Una noche, el chico desaparece para no regresar nunca más, cerrando un capítulo y anticipando el dolor y un duelo eterno, casi imposible de superar.
Ya la secuencia de apertura, con sus letras azules en una tipografía que remite al cine de los '70 y '80, y la música de tintes clásicamente cinematográficos del chileno Francisco Cerda, hace un guiño a ciertas películas que Fund homenajea indirectamente (“Linda Bay” es un vínculo consciente con el cine de Hollywood, de Los pájaros a Tiburón), pero el interés del realizador no pasa por la imitación o el pastiche. Piedra noche comienza realmente cuando Sina (Maricel Álvarez) viaja al pueblo en cuestión a visitar a su amiga Greta (Mara Bestelli), en parte para ayudarla a embalar cajas antes de la mudanza definitiva de la pareja. Pero Bruno, interpretado por Marcelo Subiotto, no parece demasiado convencido de dejar el lugar. Allí, dice misteriosamente, su hijo está presente; en los bosques, cerca del mar, en ese videojuego que sigue funcionando a pesar de haber pasado meses sumergido en el océano.
Mientras un amigo del matrimonio (el chileno Alfredo Castro, otra cortesía de la coproducción) intenta conseguir candidatos para la compraventa de la casa frente al mar, la posibilidad de que esa enorme criatura inventada para atraer turistas exista realmente comienza a filtrarse, rompiendo el tejido de la realidad. A través de un clásico en el cine de Fund, el uso de los primeros planos muy cercanos y sostenidos en el tiempo, el drama de la pérdida adquiere de a poco otras tonalidades, y el punto de vista de cada uno de los personajes termina de adquirir una relevancia radical en una película que parecía sostenida por la omnisciencia de un narrador externo. Piedra noche no es un film perfecto y, en sus tramos medios, parece un tanto perdido en el laberinto de la repetición, pero en su búsqueda de senderos novedosos para narrar el desconsuelo ante una pérdida irreparable encuentra un espacio para la ternura más inesperada. Y para la melancolía, que empapa todo y a todos.