Las primeras semanas de enero dejan un interrogante importante sobre el panorama de los activos financieros del mundo desarrollado. Fue un mes en el que se acumularon caídas de hasta casi 14 por ciento en algunos mercados. En las bolsas de Estados Unidos se registraron algunas de las pérdidas diarias más importantes de los últimos años y las perspectivas para lo que resta del año no son optimistas.
La semana pasada, uno de los economistas de mayor llegada a los círculos financieros de norteamérica aseguró que tanto los bonos como las acciones enfrentan un problema producto del auge de la inflación. Se trata del consultor Nouriel Roubini, quien se ganó un lugar en el mainstream por haber avisado que estaba por estallar la crisis financiera de 2008.
Roubini planteó que la inflación perjudicará tanto a las acciones como a los bonos porque rompe la correlación negativa entre ambos activos. “Si la inflación y las expectativas de aumento de precios continúan en alza, los inversores tendrán que repensar sus estrategias de cartera para protegerse contra el riesgo de pérdidas futuras masivas”, dijo.
“Si bien se puede debatir la combinación correcta de cartera, hay algo que está claro: los fondos soberanos, los fondos de pensiones, las donaciones, las fundaciones, las oficinas familiares y las personas que siguen la regla 60/40 deberían pensar en diversificar tenencias para protegerse contra el aumento de la inflación”.
La regla de la que habla Roubini tiene que ver con tener 60 por ciento del patrimonio invertido en acciones (renta variable con mayor posibilidad de retorno) y el 40 restante en bonos que garanticen cierta estabilidad (menos retorno y menor volatilidad).
En la lectura del economista, esta tradición en las formas de inversión tiene sentido en tiempos de baja inflación, pero con el nuevo nivel de los precios minoristas subiendo al 7 por ciento, pierde utilidad. El año pasado, los títulos norteamericanos registraron bajas del 5 por ciento en términos reales.
En la medida en que los rendimientos de los bonos suban para ir acomodándose a las nuevas tasas de inflación, los precios nominales de estos activos deberán bajar en el mercado secundario, según el economista. El resultado es que dejarán una pérdida a los inversores, la cual no se compensará con subas de las acciones. “Cualquier aumento de 100 puntos básicos en los rendimientos de los bonos a largo plazo conduce a una caída de 10 por ciento en el precio de mercado, una gran pérdida”, detalló.
El consultor agregó que para las acciones de las corporaciones, inclusive de las grandes tecnológicas, las suba de la inflación y, en consecuencia, la posibilidad de mayores subas de tasas de interés también genera dificultades.
“Incluso la mayoría de las acciones de tecnología no son inmunes a un aumento en las tasas de interés a largo plazo, porque estos son activos de larga duración cuyos dividendos se encuentran más lejos en el futuro, lo que los hace más sensibles a un mayor descuento, que se asocia con el rendimiento de los bonos a largo plazo”, señaló.
Con todo esto, la posibilidad de diversificar la cartera de inversiones requiere romper con las proporciones tradicionales entre activos de renta fija y variable.
El economista indicó al menos tres opciones para reemplazar los títulos de renta fija convencionales. La primera son bonos indexados a la inflación norteamericana. La segunda es aumentar la exposición al oro y otros metales preciosos, que históricamente tienden a subir de precio a medida que se aceleran los procesos inflacionarios en los países desarrollados. Por último consideró los activos reales, como los inmuebles, terrenos e infraestructura.