Nadie se abuena en El marginal. Sea en la vieja San Onofre o en la flamante Puente Viejo en la que transcurre la cuarta temporada, los personajes siguen peleando como sea por sobrevivir, en un universo carcelario ficticio que lejos está de buscar la resocialización de quienes perdieron la libertad. El reencuentro en el nuevo penal de Pastor (Juan Minujín) con los hermanos Borges (Claudio Rissi y Nicolás Furtado) pone en juego una venganza latente que toma caminos impensados. Ni Sergio Antín (Gerardo Romano), en su nuevo rol de Secretario de Seguridad Penitenciaria, se volverá más dócil. Los nuevos “capos” de Puente Viejo no están dispuestos a entregar el poder pacíficamente. Todo se recalienta en la serie que Netflix estrenó hace una semana y se convirtió en la más vista entre los abonados del servicio de streaming en el país y en el segundo ciclo de habla no inglesa de la plataforma con más visualizaciones en todo el mundo.

El marginal

El fenómeno de El marginal sigue vivito y coleando. En un momento en el que el streaming amplió horizontes (geográficos y artísticos) como nunca antes, la serie producida por Underground y Telemundo Streaming Studios encontró y formó a una audiencia que puede ver más allá de la violencia que derrochan alguna de sus escenas. La trama de personajes y sus vínculos en el tiempo le imprimen a la ficción una narrativa capaz de escapar al horror de una de una ficción que no es complaciente con los espectadores. No hay contemplación más allá de la psicología de cada uno de los personajes que habitan ese submundo de delincuencia, corrupción y violencia.

“La historia tiene que ser cruda y áspera, te tiene que incomodar un poco y te tiene que doler”, reconoce a Página/12 el director Alejandro Ciancio, que pese a los cambios en el equipo (ver abajo) está como realizador desde la primera temporada. “Desde ese lugar fuimos trabajando siempre. Por eso hubo un crescendo de violencia a lo largo de las temporadas. Hay algo de la recepción de la serie que nos da lugar a ampliar esos horizontes y esos límites. A seguir buscándolo el límite. No tenemos ninguna intención de encontrarlo, no queremos mostrar nada que no esté en función de la historia”, subraya.

Tumberos, "el hermano mayor"

-¿Cómo fue filmar el horror, sobre todo en una industria en la que casi no hay experiencia en filmar este tipo de género?

-La referencia más cercana que tenemos en Argentina es Tumberos, que es como el hermano mayor de El marginal, partiendo desde Sebastián (Ortega) y Adrián (Caetano), que se volvieron a juntar para contar una historia que transita por el mismo espacio físico, que es la cárcel. Fue una experiencia tremenda, porque la locación en la que empezamos El marginal, la cárcel de Caseros, tiene todavía una impronta y una vida que posicionó a todo el equipo en un lugar, nos colocó en un lugar distinto. La cárcel de Caseros tuvo mucho que ver en cómo pudimos encontrar la historia, nos condicionó y nos acomodó enormemente. Nos permitió construir un verosímil -construido, porque muchas cosas no son reales- pero que están cargadas de verdad por el espacio que la cárcel nos brindó. Una de las grandes virtudes de El marginal es que el verosímil construido tiene sentido de verdad y que, además, trabaja un poco sin darse cuenta sobre las creencias que la gente tiene sobre el mundo carcelario. Aquellas personas que atravesaron la situación de estar encarcelados nos dicen que la cotidianidad tras las rejas no es así, que estamos contando una historia ficticia, pero que igualmente tiene verdad. La cárcel ayudó a construir ese verosímil.

El marginal no refleja lo que pasa en la cárcel

-A El marginal, justamente, se le cuestionó que no representaba lo que “realmente” pasaba en las cárceles.

-Cuando salió El marginal se escuchaban muchas críticas a la temática y al tratamiento, se cuestionaba por qué contar una historia de ese estilo y no de otro. La realidad es que se pueden hacer un montón de lecturas, pero El marginal es sobre todas las cosas una ficción. Es una serie que invita al espectador a comprar ese cuento por un determinado tiempo. No creo que haya nadie que vea El marginal para saber cómo es la vida en una cárcel. No es un recorte real de la realidad carcelaria. No se está queriendo hacer un documental sobre la realidad carcelaria argentina. Sí, hay críticas al mundo carcelario, al sistema, a dinámicas de relaciones… Hay una mirada general sobre la corrupción en Argentina, pero El marginal existe en tanto y en cuanto es una ficción. Mas allá de lo que pase en el mundo carcelario argentino.

-En todo caso, juega con el imaginario social existente sobre la vida carcelaria, elige contar un aspecto de ese mundo.

-Totalmente. Eso es algo que está latente todo el tiempo. Mas allá de si es verdad o mentira, o si hay o no una intención de hacer una crítica al sistema carcelario y a sus dinámicas sociales, está buenísimo que suceda ese debate. Lo mejor que puede pasar es que El marginal genere tantas preguntas. Hay algo de la función del audiovisual, del arte, de contar una historia, que es generar preguntas y nos cuestione sobre cómo estamos haciendo las cosas en la vida real. Si eso sucede a partir de una ficción, bienvenido sea. Más allá de si hay o no una búsqueda concreta de generar una crítica clara y precisa sobre algo. Está buenísimo que la ficción nos haga repensar un montón de cosas, como las dinámicas sociales, la importancia de los vínculos, a repensar si las cárceles nuestras son lugares pensados para resocializar y darle una segunda oportunidad a personas que tomaron malas decisiones, o si nos chupa todo un huevo y da todo lo mismo. Si hay alguien que por El marginal se preguntó cosas sobre nuestra realidad, cartón lleno.

Correr los límites

-Eso desde lo social, pero desde lo artístico también la ficción cuestiona a la producción nacional, más cercana al género híbrido de comedia dramática que a otros más puros o de consumo internacional, como el policial. ¿Abrirá puertas?

-Claro. Ahora que están tan de moda las series basadas en hechos reales, El marginal es una ficción producto de la imaginación. Nos tenemos que dar lugar a salirse de lo establecido, a lo que los cánones de la industria y la TV en su momento establecieron qué es lo que se puede ver y qué es lo que el público tiene capacidad de ver, entender y asimilar. El marginal intentó correr un poco esos límites y la recepción fue muy satisfactoria. La gente eligió ver la serie. El marginal incomoda al espectador, pero el espectador igual lo quiere ver. El marginal tiene su propio lenguaje, no es parecido a nada. Está contado de una manera que es muy propia y creo que el público lo agradece.

-¿Cómo es esa manera propia que tiene?

-Es un policial que está teñido de matices de otros géneros, pero que fundamentalmente es una historia de personajes y de vínculos humanos en un espacio en el que es muy extraño para vincularse, pero donde pueden salir la mejores cosas también. Esos pibes están tratando todo el tiempo de zafar, aunque no puedan. Tiene algo de inexplicable. Cada uno tiene que verlo y vivir esa experiencia, porque El marginal te atrapa, te encierra y te obliga.

-No todos se la bancan.

-No, claro. Hay que tener cierto estómago para ver El marginal, pero una vez que atravesás el impacto de la violencia, El marginal es una historia de personajes y vínculos humanos. Hay escenas de acción muy atractivas, pero muchas más donde los personajes se vinculan y establecen sus realidades y emociones. Es una serie muy bien actuada, con un montón de matices, con personajes de todos los colores y personalidades, y por eso El marginal gusta en todo el mundo.

-La cuarta temporada es, a mi criterio, la más violenta de la serie. ¿Hay un límite a la hora de pensar la trama y sus detalles? ¿Se dejan llevar por la historia? ¿Hay un debate entre el equipo?

-Nunca se charló un límite. Hay una base establecida como piso, que son los libros, que tienen mucha charla con Sebastián Ortega y Pablo Culell, que en su momento lo tuvieron con Adrián Caetano y Guillermo Salmerón, que fueron los primeros guionistas. Luis Ortega también puso mucho de su cabeza en la dirección de los primeros dos capítulos de la primera temporada, marcando ciertos lineamientos generales que continuamos y completamos con el correr de la serie. Después con Omar Quiroga y Andrés Pascaner, se trabajó mucho en función de hasta dónde vamos. La realidad es que ninguno dijo que tal cosa “era un montón, ni en pedo”, porque el verosímil construido en El marginal contiene cada escena. Los personajes no hacen nada que alguien se imaginara que no podían llegar a hacer. Como es posible para ese personaje, entonces es verdadero y tiene verosimilitud. No hay situaciones forzadas. Que Diosito se vengue como se venga es propio de la construcción del personaje y de las situaciones que pasó. El personaje está esperando toda la temporada ese momento, y cuando lo encuentra no tiene límites. Como su energía y su motivación está puesta en otra cosa, que tiene que ver con hacia donde va, lo resuelve sin saña ni morbo: simplemente es violento y definitivo. Desde ese lugar decimos que los límites los ponen los personajes y el verosímil de la serie. No los ponemos nosotros moralmente, aún cuando tenemos un censor propio.

-Tengo entendido que a diferencia de las primeras, en esta cuarta entrega usted tuvo la posibilidad de trabajar en la escritura de los guiones. ¿Cómo influye eso a la hora de dirigir la serie?

-Fue enriquecedor. No es común que no siendo guionista vaya entrando en ese mundo y me den un lugar enorme. Fueron muy generosos en darle cabida al director en el proceso de escritura. Hay muchas cuestiones que vinieron más masticadas desde los libros para la puesta de cámara, en función de lo que queríamos contar. Aún cuando no teníamos un espacio definido, porque la cuarta entrega se escribió mientras se construía la cárcel. Más allá de que teníamos un plano. Cuando las paredes de la cárcel se construyeron, cuando Julia Freid terminó de hacer toda su magia, y la pudimos recorrer, empezaron a aparecer otras posibilidades. Fue muy rico para todos ese trabajo, porque facilitó el trabajó en el set. Yo me sumé al equipo de guionistas en agosto de 2020 y empezamos a grabar en marzo de 2021, hubo todo un proceso de escritura y reescritura de todos, actores incluidos, que nos permitió construir una historia sólida y clara. En El marginal hubo un trabajo en equipo muy fuerte, que se traduce en el sentimiento que tenemos entre todos. Hay una hermandad, un sentido de pertenencia con El marginal, que atravesó al pantalla.

Una cárcel a medida

-En las temporadas anteriores la historia se contó en la cárcel de Caseros, en una escenografía real pero constituida para un fin muy diferente al de filmar una serie. En la cuarta, tuvieron que hacer una cárcel desde cero, donde era una fábrica metalúrgica. ¿Cómo se pensó y qué posibilidades brindó en términos artísticos?

-Un montón. La realidad es que se pensó por una suerte de destino, cuando nos enteramos que la cárcel de Caseros no podía seguir utilizándose durante la temporada 3. Tuvimos que encontrarle un final. Un traslado de cárcel para abrir el juego a la cuarta temporada. Buscando la locación para hacerlo encontramos esta fábrica abandonada, que es el encuentro entre Pastor y los Borges en el patio. Lo único que quedó de la estructura de la fábrica fue la nave central, pero las paredes se hicieron todas. Poder pensarla y diseñar a gusto y placer fue de gran ayuda, muy generoso de la producción.

-¿Y el diseño se pensó en función de cómo poner la cámara o en que de un verosímil de cárcel?

-Se pensó en ambos sentidos. En algunas situaciones la pensamos para tener un poco más de tiro de cámara, pero también se diseñó generándonos la incomodidad de un espacio real. Lo mismo que nos pasaba en Caseros, donde teníamos que poner la cámara donde nos dejaban las paredes. Teníamos la misma incomodidad de tener que contar en función de un espacio arquitectónico que existía y era real. No sacamos rejas o volteamos paredes para tener más tiro. Caseros nos generaba una incomodidad carcelaria, tanto para nosotros como para los actores. Tratamos de repetir ese espíritu. Eso enriquece el trabajo, pone en funcionamiento la cabeza de otra manera. La valentía de la producción de construir esta cárcel en Argentina, con el gasto que eso implica, es uno de los grandes ciertos de Underground, que siempre se anima un poco más.

La quinta temporada

Si bien recién se subió a Netflix la cuarta temporada, lo cierto es que ya hay una quinta filmada que marcará el final definitivo de la serie.El marginal 5 ya se produjo y se filmó. Es la última temporada. Solo puedo decir que va a tener 6 episodios”, adelanta Ciancio, como único dato que puede contar. En lo que viene, se sabrá qué sucederá entre Pastor y los Borges, en un vínculo que en el final de la cuarta da un giro sorpresivo para los seguidores. Será el último tramo de una serie que fue la primera argentina en tener una precuela de su historia original (en realidad fueron dos, entre la primera y la cuarta). Ciancio aclara que el recorrido de El marginal no podría haber sido posible si no hubiera habido un trabajo en equipo. “Si bien soy la actual cabeza de dirección, durante todo El marginal fue dirigido por varias personas. Empezó con la cabeza de Sebastián Ortega y Adrián Caetano, continúo con Luis Ortega marcando el rumbo de la primera temporada, con Javier Pérez como director y luego me acoplé yo. Después trabajamos en conjunto con Mariano Ardanáz. Sin ellos El marginal no hubiera sido lo que es. No es un trabajo individual sino colectivo. Más allá de que yo soy el director del barco. Uno no es una isla que labura solo, sino parte de un gran engranaje.”

Números

Producción nacional surgida del concurso de ficción de prime time organizados por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) en 2015, El marginal traspasó las fronteras nacionales desde su llegada a Netflix. De hecho, la buena recepción que tuvo la serie en su plataforma hizo que el servicio de streaming produjera la cuarta y la quinta temporada en exclusiva para sus abonados. Y mal no le fue: en su primera semana disponible, El marginal se ubicó como el segundo contenido de habla no inglesa más visto de la plataforma en todo el mundo. Según los datos suministrados por la N roja, del 17 al 23 de enero la serie superó las 21,7 millones de horas vistas, solo superada por el éxito de la nueva versión de la telenovela colombiana Café con aroma de mujer. Además, la cuarta temporada se ubicó en el Top 10 entre los usuarios de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, país en el que fue lo más elegido por sus abonados.