El título del tercer largometraje en solitario de Santiago Mitre, La cordillera, tiene dos palabras solamente, al igual que sus otras dos películas, La patota y El estudiante. Con La patota comparte que fue seleccionada para el Festival de Cannes. En 2015, el film protagonizado por Dolores Fonzi obtuvo el premio principal de la Semana de la Crítica, la sección paralela del festival, organizada por el Syndicat Français de la Critique de Cinéma. Y se llevó también el de Fipresci, que agrupa a la crítica internacional. Este año, La cordillera compite en la principal sección paralela de Cannes: Un Certain Regard. El largometraje protagonizado por Ricardo Darín –y en el que actúa nuevamente Fonzi, en un papel clave y decisivo–, muestra el detrás del poder, el entorno del presidente argentino Hernán Blanco (Darín), quien se prepara para participar en una Cumbre Latinoamericana por un importante emprendimiento petrolero. Pero lo que puede hacerle sombra al presidente es un episodio familiar que tuvo su hija y que amenaza con poner en riesgo la imagen y hasta la carrera política de Blanco.
“Cuando terminé de filmar La patota, luego de haber coqueteado con argumentos sobre la política, decidí abordar una película que trabaje la intimidad del poder o la política en su sentido más explícito. Y comencé a trabajar esta ficción sobre un presidente en una cumbre internacional, pero lidiando con temas de la esfera privada”, comenta Mitre en la entrevista con PáginaI12. El guión fue escrito a cuatro manos por Mitre y Mariano Llinás. “El elemento que se introduce en relación a las películas que habíamos escrito antes es un cierto coqueteo con el género, al introducir un elemento fantástico, que fue algo que apareció en el trabajo que hicimos juntos. Queríamos trabajar una película que se fuera corriendo progresivamente del realismo y que juegue con el thriller político, pero con la inclusión del elemento fantástico”, agrega el director de El estudiante, la ópera prima que convirtió a Mitre en un referente del cine argentino más reciente. Y se trataba de una película muy política.
–¿La cordillera es también una película política?
–Trabaja un ámbito político y, en ese sentido, puede ser definida como una película política. A nosotros nos gusta pensar un cine que trabaje la política como territorio, a partir del cual se puedan pensar cuestiones vinculadas al ejercicio del poder. Que sea un territorio donde uno pueda hacerse preguntas y debatir, pero nunca hay que perder de vista que estamos haciendo cine. Cuando se piensa en el cine político hay que valorar tanto lo político como la palabra cine.
–Generalmente, cuando alguien tiene un cargo con tanta exposición, se dice que lo público tiene incidencias en la vida privada. Este parece ser el caso contrario: lo privado tiene la posibilidad de incidir en lo público en un grado tal vez extremo. ¿Por qué lo pensó de esa manera?
–Era algo que me interesaba mucho en su posibilidad de exploración: cómo los políticos parecieran tener el control de todos los ámbitos de su vida, como funcionarios o estadistas y, a su vez, el modo en que manejan su entorno familiar. Pareciera que no hay ningún elemento que sale de control, como que todo perteneciese a la construcción de una imagen política, incluso su historia y su vida familiar. Dentro de esa búsqueda de control, hay un elemento que se sale de control y empieza a ser una amenaza para el presidente.
–Lo que usted dice es que el político no puede disociarse del hombre...
–Todo pertenece a la construcción de la imagen política. Uno lo ve claramente cuando sigue las campañas presidenciales o cualquier campaña de un político, en la Argentina o en el mundo: los hijos y la mujer son presentados dentro de la campaña como parte de la construcción política, cuando los familiares no necesariamente deberían estar dentro de lo político. En este caso, el presidente tiene una relación con su hija muy peculiar y la hija tiene determinadas características que tensionan la historia. Ella es un peligro para él.
–¿Cree que el aislamiento que genera el poder se transforma en la pérdida de sensibilidad de una persona?
–Me parece que sí. Un lugar de tanta exposición y de tanta responsabilidad te aísla, por más que tengas un entorno en el que estés con personas en las que supuestamente confias o que tengas aliados políticos en los que supuestamente confiás. Hay algo del lugar del presidente que es de mucha soledad. Hace un tiempo tuve la oportunidad de conversar con un expresidente de un país y una de las cosas que me señaló fue que uno nunca se siente tan solo como cuando tiene poder. Como que hay un momento en que las decisiones son de él, y está solo, él tiene que decidir y no puede consultarle a nadie, por más asesores o por más equipo que tenga. En ese sentido, “la cumbre” o “la cordillera” funcionan en un sentido narrativo: como estar en el punto más alto, pero hacia los costados hay abismos.
–¿Cómo convenció a Ricardo Darín, teniendo en cuenta que nunca le interesó hacer de político?
–No me había dado cuenta de que nunca lo hizo. Cuando empecé a desarrollar la idea, rápidamente me apareció la imagen de Ricardo como actor para esta película. Y tenía un boceto muy corto del desarrollo de la idea. Me acerqué a hablar con él porque coincidimos en el Festival de San Sebastián, cuando yo estaba presentando La patota y él estaba presentando Truman. Le conté un poco de qué estaba trabajando, y por suerte Ricardo se entusiasmó y le pareció un desafío interesante como actor. A partir de ahí, quedamos en contacto, y yo seguía escribiendo y manteniéndolo al tanto de los avances del proyecto. Creo que si Ricardo me hubiera dicho en ese momento que no le interesaba interpretar a ese personaje o que no era un tema sobre el cual quería trabajar, no sé si habría hecho la película. Era muy importante para mí Ricardo como actor para poder construir el argumento de esta película. Y fue muy importante durante todo el proceso de hacerla.
–¿Se inspiró en rasgos de algunos exmandatarios o se trata de una construcción ciento por ciento ficcional?
–Para ser justo, debería decir que es ciento por ciento ficcional, pero bueno, hay elementos de distintas personas, no solo expresidentes, que nos guiaron para pensar quién es este Hernán Blanco. El tema es que son tantos de los que tomamos elementos que no es nadie en particular.
–¿Cómo fue la elección de la personalidad del presidente? ¿Qué características debía tener sí o sí?
–Nosotros queríamos trabajar primero un político de provincia, que no fuese porteño, que había llegado a la presidencia sin demasiada fortaleza. Al principio de la película, él es caracterizado como un presidente más bien débil. Y lo que trabajamos con Ricardo fue que se trataba de alguien que tenía la posibilidad de acortar distancias, alguien que tenía un buen mano a mano con las personas, y que era simpático o agradable en el mano a mano; a la vez, impenetrable y que oculta mucho lo que de verdad piensa. Hay algo de ir descubriendo quién es realmente este personaje en el transcurso de la película.
–Sería más bien como un político moderno, pero no un líder carismático, ¿no?
–Sí, la imagen era como si le dijese Macron, alguien sin demasiada historia política que llega a un lugar de un modo un poco sorpresivo.
–Lo que no parece ficcional son las luchas internas dentro del poder. ¿Qué tipo de trabajo previo de investigación le requirió construir el entorno de un presidente?
–Ficción pura. Consumo política, me interesa, leo los diarios y estoy siempre muy atento y muy interesado por el devenir del país. A partir de eso, son conjeturas y especulaciones sobre lo que uno puede suponer que sucede dentro de un entorno presidencial. Inventamos una interna específica que funciona para la película entre el jefe de gabinete, el canciller y la secretaria general de la presidencia. Ese tipo de enfrentamientos o de pequeñas rivalidades hay en todos los gobiernos.
–Pero, ¿no tuvo entrevistas con políticos off the record o algo por el estilo?
–Tuve entrevistas, sí, lo hablé con muchas personas. Al que puedo mencionar es a mi padre, que trabajó muchos años como funcionario del Mercosur y ahora trabaja en un organismo de cooperación internacional, por lo cual viajó mucho por cumbres y demás. Entonces, hay algo del entorno del funcionamiento de las cumbres del que él fue una buena fuente, porque hace diez o doce años da vueltas por ellas. Así que diría que esas historias las vengo escuchando desde hace mucho años, mucho antes de empezar a escribir este guión. Ahora, no es que él me contara anécdotas que yo incluía en el guión, fue más una percepción del entorno. Y las veces que aconsejó y participó del guión, lo hizo entendiendo que ésta es una película de ficción, como todos los que me ayudaron en su momento.
–De El estudiante se dijo que dejaba mal parado al sistema político. ¿Cree que ésta también?
–No es algo que me preocupe. Me parece que uno, como cineasta o artista, como escritor o lo que sea, tiene que pararse en una posición crítica ante los sistemas de poder. Y me parece que la película se para en una posición crítica ante los sistemas de poder, pero bueno, es lo que corresponde.
–¿Cómo fue la elección del actor norteamericano Christian Slater para el papel del delegado del gobierno estadounidense?
–En eso le voy a dar un crédito a Ricardo Darín, porque la escena originalmente estaba escrita en español y Ricardo me insistió mucho, desde el principio, en que esa escena tenía que ser hablada en inglés y que teníamos que conseguir un actor importante. Me decía que, cuando en la película Estados Unidos llegara a la Cumbre Latinoamericana, debía hacerlo con toda su impronta. Y la principal es el idioma. En esa época yo estaba viendo Mr. Robot, la serie en la que actúa Christian, y me parecía que él estaba fantástico y que daba con todas las características del personaje. En esa serie, él trabaja grandes monólogos, pero con un poco de ironía y mucho humor, que era algo que me parecía importante para el trabajo de la escena, porque son doce páginas donde prácticamente habla él solo. Por suerte contactamos a su agente, su agente lo contactó a él. Contestó muy rápido, leyó el guión, le gustó mucho, quiso participar y se sumó. Cuando lo contactamos, estaba la elección presidencial norteamericana muy candente y Slater está muy involucrado e interesado en temas políticos. Así que la película le llamó la atención doblemente.