Es un acuerdo con metas, lo que implica el monitoreo del Fondo mientras se cumplen. Pero ese monitoreo hubiera existido de cualquier forma mientras se le debiera un peso. Y, por supuesto, nunca se trató de arreglar el acuerdo anterior, sino de uno nuevo en mejores condiciones. Así funciona el sistema. Quedó en discusión si el default generaba un costo menor que el programa de pagos que se acordó, un debate enredado porque nadie podía decir a ciencia cierta el costo de las represalias. El enfoque se centra ahora en el margen que dejarán las metas que se fijaron, las que, aunque no se habló de ajuste, serán las que garanticen o no la posibilidad de crecimiento con inclusión. Cualquier resultado hubiera significado un alto costo porque el crédito pergeñado por los expresidentes Mauricio Macri y Donald Trump buscaba ese daño.
Como la mafia de Chicago de los años 20 que vendía protección y prestaba en condiciones usurarias para dominar bajo amenaza a los comerciantes y las empresas, el objetivo del crédito del FMI fue frenar el dólar antes de las elecciones para impedir que ganara el populismo o, en caso de que ganara, para tenerlo acogotado.
Macri y Trump, los mafiosos de la película
Los mafiosos de esta película fueron Macri y Trump, con Christine Lagarde y David Lipton como actores de reparto. La justicia debería castigar de manera ejemplar este megadelito que puso en riesgo a millones de personas con un préstamo exorbitante que transgredió las leyes argentinas y los reglamentos del Fondo.
Las opciones que se planteaban como alternativa a la negociación, implicaban el default. Porque el préstamo funciona como las boletas del servicio de gas. Si uno deja de pagar cuando cobran de más, cortan el servicio. Hay que pagar, ir a discutir y después recibir la compensación o no. Pero no se puede dejar de pagar la boleta, aunque se considere injusta, si no se quiere perder el gas.
No pagar y denunciar la deuda en tribunales locales o internacionales implicaba el default. Era una salida posible. Para algunos, este gobierno no tenía financiamiento internacional desde el primer día que asumió. O sea que el default hubiera formalizado una situación preexistente con casi ningún costo adicional. Para otros, la falta de financiamiento hubiera afectado también a la actividad privada, lo que hubiera implicado cierre y salida de empresas provocando una caída brusca en el PBI.
Es cierto también que es una sociedad que acaba de darle mayoría en las elecciones legislativas a la fuerza política que es responsable de la agonía que atraviesa. Y también es cierto que mientras se desarrollaba el último tramo de esta negociación donde estaba en juego la suerte de millones de argentinos, la mayoría de ellos estaba viendo el partido de la selección sin darle tanta importancia o sin saber que su suerte estaba en juego en la otra disputa.
Los soportes mediáticos del acuerdo entre Macri y el FMI
Los que estuvieron pendientes por el suspenso que tuvo esta instancia de la puja entre el gobierno y el Fondo fueron los medios hegemónicos, cómplices del acuerdo nefasto que firmó Macri. Hasta el mismo candidato a reemplazarlo en la derecha, Horacio Rodríguez Larreta trató de capitalizar la demora y difundió un video donde se horrorizaba por la incertidumbre de la tardanza. Y su adversaria en la interna partidaria, Patricia Bullrich, calificó de tortuga al ministro de Hacienda, Martín Guzmán, por la demora del acuerdo.
Esperaban el fracaso para dejar en evidencia al gobierno, como si no hubieran sido ellos los responsables de haber llevado a la economía del país a una de las situaciones más desastrosas de su historia. A una parte de la sociedad no le importa que lluevan sapos y culebras con tal que le vaya mal al gobierno.
Durante todo el desarrollo de la negociación, estos medios informaban como si fueran voceros del Fondo y explicaban desde ese punto de vista las exigencias que se planteaban. Sus argumentaciones naturalizan las intenciones del organismo financiero de controlar la capacidad del país para pagar lo que ellos prestaron. Los opinadores y economistas ortodoxos que se expresan a través de los medios hegemónicos naturalizan que el Fondo censure el gasto público y exija que en poco tiempo desaparezca el déficit o que no se emita.
La negociación con el FMI, entre lo "normal" y lo necesario
Lo normal es que ni siquiera haya negociación. El Fondo establece el programa que debe cumplir el país asistido. En este caso hubo una fuerte negociación por los dos lados. Pero los que tomaron esa deuda criminal, explicaban la lógica de las exigencias de ajuste neoliberal que planteó el Fondo.
Los medios explicaron la preocupación del gobierno de que le restringieran el gasto en 2003 porque es un año electoral. Decían que al peronismo le preocupa la reducción del gasto en medio de una campaña electoral. Es increíble que lo dijeran con sorna los opinadores macristas y la misma fuerza política que quemó los 45 mil millones de dólares para apuntalar la campaña de Macri y que provocó esta renegociación donde lo más que se puede aspirar es lo menos malo.
Gastaron dinero público que ahora hay que pagar, en la campaña más cara de la historia y ahora quienes la protagonizaron o respaldaron se horrorizan por la discusión del gobierno actual con relación a la reducción del déficit en los próximos años. “Tiene que ver con las elecciones”, es la explicación crítica de los responsables de un desastre que, para sostener la candidatura de Macri, tiraron a la basura un préstamo monumental.
Los tipos hicieron el gasto y aumentaron sus fortunas ya que incluso muchos de los que se beneficiaron de esa operación han sido empresarios que respaldan al macrismo. Los tipos hacen el gasto con dinero público y sacan doble provecho del negocio, pero la fama se la lleva el peronismo, que no es la virgen María, pero comparado con ellos es un bebé de pecho.
¿"El mejor acuerdo posible"?
Es un ejemplo de cultura hegemónica. Igual que la campaña que lanzó el macrismo sobre la tardanza del gobierno para llegar a un acuerdo. Ellos generan la crisis y después instalan como más importante el tiempo que tarda el peronismo en solucionarla.
“Se llegó al mejor acuerdo que se podía llegar” dijo el ministro Guzmán cuando anunció el resultado de las negociaciones con el Fondo. El anuncio abrirá un debate seguramente porque tiene un costo. Para el macrismo se trata de un triunfo de las exigencias del Fondo.
Para el exviceministro de Economía, Emmanuel Alvarez Agis, “el acuerdo sorprende por lo bueno”, en el sentido que indicaron tanto Alberto Fernández, como Guzmán, que no incluye reformas estructurales como las que siempre exige el FMI, como flexibilización laboral o reforma previsional y que “permite el impulso de la obra pública, sin ajuste”.
Para otros, los puntos sobre reducción del déficit pueden implicar ajuste, al igual que los referidos a la emisión. Después de una larga y tensa negociación, con mucho suspenso al final, las dos partes cedieron en sus posiciones de máxima. Para el historial del FMI, no incluir exigencias explícitas de reformas económicas ortodoxas, este acuerdo marca un hito diferente. Pero no se trata de un examen oral o escrito sino de un acuerdo base que permita diseñar un programa económico de crecimiento con inclusión. Si el acuerdo fue bueno o malo –siempre en el contexto que dejó Macri, de lo menos malo-- lo juzgará la calidad de vida que logren los argentinos. La medición de la pobreza y la desocupación darán su veredicto antes que los técnicos y opinadores.