"Si grita pidiendo verdad en lugar de auxilio, si se compromete con un coraje que no está seguro de poseer, si se pone de pie para señalar algo que está mal pero no pide sangre para redimirlo, entonces es rock and roll." (Pete Townshend)
¿Sabía Neil Young que la película terminaría así? Por supuesto que lo sabía. Con 76 años de vida y casi 60 de carrera, el guitarrista y compositor canadiense conoce lo suficiente de la industria musical como para tener claro dónde está el poder y cómo opera. Podrá sonar anacrónico en tiempos de tanto pragmatismo, pero se ajusta al perfil del personaje: lo de Young no es estrategia, es una cuestión de convicciones.
Recapitulando: esta semana, Neil Young publicó una carta a su manager y su discográfica -que luego eliminó de su página oficial- en la que sentó posición con respecto al podcast The Joe Rogan Experience. “Spotify está diseminando información falsa sobre las vacunas, causando potencialmente la muerte de personas que la creen”, señaló. “Quiero que le informen a Spotify que deseo que se levante toda mi música de la plataforma. Pueden tener a Joe Rogan o a Young. No a ambos”. Es necesario citar la carta tal cual, porque hubo análisis posteriores fundados en un supuesto ultimatum o chantaje que no existió: Young exigió sacar su música de Spotify, y señaló al podcast como la razón. Sabía que era ocioso pedir que levantaran a Joe Rogan, que con sus 11 millones de oyentes y un contrato de 100 millones de dólares tiene mucho más poder.
Como definió Pete Townshend en aquella cita incluida por Charly García en Yendo de la cama al living, Neil Young gritó pidiendo verdad. No fue un gesto ególatra, tribunero o inútil. Hace pocos días, más de 300 especialistas en medicina, infectología, inmunología, científicos, investigadores, firmaron una carta abierta en la que le señalaban a Spotify lo mismo que Young. Apuntaron especialmente al episodio 1757 de The Joe Rogan Experience, una extensa charla con Robert Malone, médico negacionista de la pandemia cuya cuenta de Twitter fue suspendida por sus peligrosas expresiones sobre las vacunas. Además de comparar las medidas de cuidado sanitario con el nazismo, Malone asemejó a las vacunas con la castración y la mutilación genital femenina y es uno de los defensores de la teoría esgrimida por otro rocker legendario, Eric Clapton, quien aseguró que el público es "hipnotizado" con mensajes subliminales para vacunarse.
La edad promedio de les oyentes de The Joe Rogan Experience es de 24 años. Abundan los análisis del modo en que las redes sociales y el universo gamer han sido campo orégano para que crezcan los discursos de derecha entre les jóvenes. "Esta no es solo una preocupación científica o médica; es un tema sociológico de proporciones devastadoras, y Spotify es responsable de que esta actividad prospere en su plataforma. Llamamos a Spotify a establecer inmediatamente una política clara y pública para moderar la desinformación en su plataforma".
El comunicado del sector científico no apareció en ningún gran titular. La carta de Young recorrió el mundo. ¿Perdió el viejo Neil?
En 2015, el canadiense lanzó The Monsanto Years, un disco dedicado a denunciar las consecuencias del agronegocio en los tiempos modernos. No melló demasiado el poder de la corporación, pero no era el punto. Otra vez, no se trataba de estrategia sino de convicciones. It's better to burn out than to fade away, "es mejor arder que desvanecerse lentamente", cantó en Rust Never Sleeps de 1979, una frase que suele citarse más por figurar en la carta de suicidio de Kurt Cobain que por su peso conceptual. Neil prefiere arder sosteniendo sus opiniones que ir diluyéndose en el gran océano del no te metás.
De fondo, claro, está un debate que obviamente no se resolverá aquí: ¿dónde chocan la libertad de expresión y el uso malintencionado de medios de difusión -convencionales o nuevos, como redes y plataformas- para propalar mensajes falsos, peligrosos para la salud pública o la integridad de las personas? De nuevo: Neil Young no pidió sangre para redimir. Manifestó un nuevo desacuerdo con una plataforma a la que ya criticó en el pasado (por el reparto de dinero, por la calidad del audio), se retiró de ella. Pero se puso de pie para señalar algo. Y hubo quien lo criticó por llamar la atención sobre Joe Rogan, propiciarle nuevos seguidores, pero lo otro es sentarse a ver cómo pasan las cosas. Y un tipo que ya señaló a Monsanto, y en sus shows y sus acciones defiende otra forma de producción de alimentos, no es de los que se quedan sentados. Rust Never Sleeps: el óxido no descansa. Neil tampoco.
Pero ni siquiera es una cuestión generacional, no cabe ceder a la tentación de glorificar a leyendas como Young por seguir defendiendo a la música como vehículo de compromiso. Ahí está Clapton, que allá lejos y hace tiempo tuvo serios problemas por su discurso racista y anti migración, pero tuvo entonces el atenuante de estar viviendo en una nube de heroína. En alianza con otro peso pesado como Van Morrison, el guitarrista ha tenido expresiones tan peligrosamente torcidas como las de Rogan y Malone, obligando al público al necesario ejercicio de separar al músico de la persona. Como buena parte de la Humanidad, entre los artistas de cualquier edad aparece todo tipo de opiniones. Hay viejos vinagres que producen algo de vergüencita, hay traperos adolescentes más despiertos que algunas figuras.
La cuestión, en última instancia, es el gesto. Spotify no va a dar el brazo a torcer y las "regulaciones" en las redes siempre son relativas: basta ver cuántas veces los usuarios denuncian discursos de odio que, tras un "análisis" de la plataforma, se concluye que "no vulnera nuestras reglas". Lo que hizo Young fue ponerle un potente foco al asunto. Su existencia no depende de Spotify, ha construido una sólida carrera sin el streaming, sus canciones tienen vida propia. Rogan sí necesita ese amplificador, y el amplificador necesita a Rogan para que sigan girando las ruedas del negocio, un negocio que se mide en decenas de millones.
"Apoyo la libertad de expresión, nunca estuve a favor de la censura", señaló Young en una nueva carta, el viernes. "Las compañías privadas tienen el derecho de elegir con qué obtener beneficios, así como yo elijo no tener mi música en una plataforma que disemina información dañina. Estoy feliz y orgulloso de expresar mi solidaridad con los trabajadores de la salud en la línea de frente, que arriesgan sus vidas cada día para ayudar a otros". De paso, el músico volvió a señalar las deficiencias de audio de la plataforma ("Spotify reproduce la música al 5% de su calidad, y te la cobra como si fuera la cosa real") y remachó: "Cuando dejé Spotify me sentí mejor. Y como bonus inesperado, sueno mejor en todos los demás lugares". No fue el único bonus: ese mismo viernes, Joni Mitchell movió más el tablero. "He decidido quitar mi música de Spotify. Hay gente irresponsable que propala mentiras que cuestan vidas. Expreso mi solidaridad con Neil Young y la comunidad científica y médica global."
En la noche del sábado se supo que Nils Lofgren se sumaba a la lista. "Cuando estas heroicas mujeres y hombres, que pasan sus vidas curando y salvando las nuestras, piden ayuda, no les das la espalda por el dinero o el poder", señaló el guitarrista de Crazy Horse y la E Street Band en el sitio de Young. "Escuchás y los acompañás". El músico anunció el retiro de Spotify de su obra en los últimos 27 años, y pidió que hagan lo mismo a las discográficas que poseen los derechos sobre su producción anterior.
Más allá de los principios que guían al rock desde sus inicios, sus representantes entendieron hace tiempo que las canciones no lograrán cambiar el mundo. Pero lo hacen más habitable, menos angustioso, y muchos entienden que no vale quedarse en silencio. O no intentarlo porque sean luchas perdidas. O encogerse de hombros y resignarse a que bueno, las cosas son así, mala suerte, los malos ganan. Keep on rockin' in the free world, seguí rockeando en el mundo libre, pidió también Neil Young en 1989. En eso sigue. No importa la plataforma.