Los primeros pasos de Xiomara Castro como presidenta de Honduras son de “realismo político”, evaluó el sociólogo y analista político hondureño Eugenio Sosa. “Este gobierno tiene compromisos, sabe de limitantes y sabe que no se trata de presentar radicalismos discursivos excesivos”, explicó.
En tal sentido entiende que propuestas como ir a un “estado socialista democrático”, instalar una constituyente o generar ahora relaciones políticas y comerciales con China, deberán esperar un poco.
Sosa es profesor del departamento de Sociología y coordinador de la Maestría en Sociología de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, investigador asociado al Centro de Documentación de Honduras (CEDOH), al Centro de Estudios para la Democracia (CESPAD) y miembro del consejo de redacción de la revista «Envío-Honduras». Es autor de “La protesta social en Honduras. Del ajuste al golpe de Estado” (2010), “Dinámica de la protesta social en Honduras” (2013) y “Democracia y movimientos sociales en Honduras: de la transición política a la ciudadanía indignada” (2016).
En una entrevista con la Agencia Regional de Noticias (ARN) Sosa dijo que hay que mirar con atención cómo se dan los equilibrios entre el partido de gobierno y sus aliados. Puso como ejemplo el problema generado en el Congreso Nacional donde hay dos presidentes de la Junta Directiva debido a diferencias internas del partido de gobierno (Libertad y Refundación-Libre).
“Hay que ponerle mucha atención a esa situación porque puede derivar en una crisis de altas dimensiones, con un impacto negativo en el nuevo gobierno y en las expectativas de cambio de la sociedad hondureña, por lo que será importante un arreglo político”, afirmó.
-¿Qué implica para un país como Honduras tener una mujer como presidenta?
-Es una sorpresa. La ciudadanía hondureña la ha votado ampliamente, más de 1.700.000 de personas, y se ubica como la presidenta con mayor apoyo popular en las últimas cuatro décadas, a pesar de la cultura patriarcal de la sociedad hondureña. En el Congreso hay 128 lugares, pero nunca pasa de 25, 27 diputadas. La idea de una presidenta mujer aparentemente no cabía en el imaginario de la sociedad hondureña. Pero hay otros elementos importantes: después de 130 años de gobierno del Partido Liberal y del Partido Nacional, el histórico y tradicional bipartidismo, irrumpe un partido que no es exactamente el tradicional.
¿Quién era Xiomara antes del golpe (de 2009)? La primera dama, y la ama de casa de alguien que siempre ha estado en política como su esposo, el expresidente Jose Manuel Zelaya Rosales. Pero ese momento histórico marcó una coyuntura crítica de larga duración que trastoca el sistema de partidos políticos. Ella estuvo al frente de las movilizaciones contra el golpe y desafió a los militares, y eso la colocó en un lugar de liderazgo, que surgió de su propia valentía, su propio compromiso y actuación política.
-Ella habla de reescribir la historia y refundar el país. ¿Eso no es una potencial fuente de conflicto a la hora de gobernar?
-Creo que hay matices. Honduras sufrió un golpe en pleno siglo XXI, en una Centroamérica que venía de un largo proceso de guerras revolucionarias y procesos contrarrevolucionarios, democracias que nunca terminaron de consolidarse, Estados de derecho muy frágiles, con militares que en la larga década de los 80 tenían un enorme poder de veto y eran el real poder. Creo que somos la única Constitución en América Latina que establece que los militares son los garantes de la democracia, prácticamente una democracia tutelada. Después del golpe se produce un retroceso democrático muy grande, el país se descompone con corrupción, con élites vinculadas al crimen organizado, con mucha destrucción de la unidad nacional. Entonces, cuando habla de refundación o de reescribir la historia, marca que los cambios que el país precisa son profundos y que se necesitan reformas muy fuertes.
Sin embargo, el comportamiento que está teniendo la presidenta después de ser electa es mantener abierta la posibilidad de diálogo, el consenso, la reconciliación nacional, de no ir en cacería tras los que dieron el golpe. Ella mantiene buena relación con los empresarios y ha establecido buena relación con Estados Unidos. Hay muchos signos de que va a desarrollar un gobierno muy propio, muy de Xiomara Castro y no la edición del expresidente Manuel Zelaya II.
Este gobierno tiene compromisos y sabe de limitantes y sabe que no se trata de presentar radicalismos excesivos discursivos.
-En el Congreso Nacional hay dos presidentes de la Junta Directiva por diferencias en la interna del gobierno entrante. ¿qué hay detrás de todo eso?
-Xiomara llega como producto de una coalición de partidos. No es únicamente Libertad y Refundación, fue importante la adhesión del presentador televisivo, el narrador deportivo Salvador Nasralla que captura el voto joven y de sectores de clase media. Sin esa alianza era muy difícil derrotar electoralmente a un partido que tenía mucha concentración institucional y una danza de millones que hasta última hora repartía en los barrios empobrecidos y las aldeas excluidas. Hay un acuerdo entre Nasralla y Xiomara, de que tuviera él la Junta Directiva del Congreso. Pero una facción de diputados de Libre no acepta el pacto político y busca una alianza con otros partidos, incluyendo al partido oficialista saliente (Partido Nacional) que le ha hecho tanto daño al país. Todo eso, lamentablemente, termina en que tenemos dos directivas que se proclaman legítimas. Xiomara se ha decantado por el candidato que designó Nasralla (Luis Redondo).
¿Qué hay en el fondo? Creo que se produjo una combinación lamentable de un grupo que cedió ante la sed de poder y de recursos, uno que había dicho que no se iba a meter, que es el Partido Nacional (que tiene 44 escaños) y un sector de liberales. Todo eso ha creado esta situación bastante difícil.
-Este jueves Castro difundió una lista de su gabinete. ¿Cuáles son sus primeras impresiones de este equipo de gobierno, en el que aparecen varios familiares?
-Hay un peso grande la familia Zelaya en este partido y en las posiciones del Estado. En el Congreso hay un hermano del expresidente y una hija de la pareja, su hijo será secretario privado. Esa es una de las críticas, pero hay también muchas personas que gozan del respeto de la sociedad hondureña.
-Esta crisis que se ha generado, ¿pone en tela de juicio o muestra que será más compleja la gobernabilidad para Xiomara Castro?
-Ya de entrada tenía una dificultad, porque su partido y su alianza no alcanzan la mayoría simple, que son 65 escaños y es lo mínimo para hacer cualquier ley que no implica reforma constitucional para lo que se requiere una mayoría calificada. Con la escisión se pone todavía un poco más cuesta arriba. En lo personal, he venido planteando que hay que ponerle mucha atención a esa situación porque puede derivar en una crisis de altas dimensiones que puede tener un impacto fuerte, negativo, en el nuevo gobierno, en las expectativas de cambio de la sociedad hondureña por lo que será importante un arreglo político. De no producirse un arreglo político, se puede avanzar a una escalada de crisis política, porque hay otros detalles importantes: la Corte Suprema de Justicia es una corte muy desprestigiada, muy vinculada al presidente Juan Orlando Hernández, y ellos no van a la toma de posesión. Si no hay un acuerdo de salida negociada significa imponerse desde el Ejecutivo.
-¿Qué rol se imagina para el presidente saliente? Tiene acusaciones de vínculos con el narcotráfico. ¿Habrá intención del gobierno entrante de judicializar la gestión?
-En el primer año no hay ninguna posibilidad. El fiscal y la Corte fueron puestos para no actuar en estos temas. Hernández, antes de comparecer ante la Justicia hondureña, va a comparecer en Nueva York, ante la fiscalía que tiene muchos datos de sus posibles implicaciones en el narcotráfico; salvo que huya a Nicaragua u otro país donde no exista la extradición.
Cuando se habla de los cambios profundos, uno de los cambios que se espera y que sí se podría dar, dependiendo de cómo se mueva el Congreso, es tener una Corte decente, que no se parcialice de manera obscena, sino que haga justicia, guarde el Estado de derecho. Pero esa Corte no se elige hasta enero de 2023 y el fiscal, que es clave, se va elegir en septiembre del próximo año. Entonces la salida que tiene Xiomara es instalar una comisión internacional contra la impunidad y la corrupción. Este será un tema que hablará con Kamala Harris, la vicepresidenta estadounidense, y eso sí puede llevar a enjuiciar a corruptos y a gente involucrada en el crimen organizado.
-La presidenta tiene un acuerdo con Nasralla, pero para alcanzar la mayoría ¿con quién está más cerca de la oposición?
-El más cercano, porque busca recobrar su vitalidad política y ha tenido una escisión, es el Partido Liberal, al cual perteneció Zelaya. De hecho ese partido tiene 22 escaños, de los cuales siete están con Xiomara. Y Yani Rosenthal le ha planteado acordar para evitar una crisis. Yani tiene aspiraciones políticas pero viene de una situación complicada luego de haber cumplido tres años preso en Nueva York por recibir dinero en su banco de grupos del narcotráfico. A este partido le ha ido muy mal por plegarse mucho al Partido Nacional. Su base militante fue clave para el triunfo de Xiomara. En las elecciones primarias obtuvo 700 mil votos y en la general el Partido Liberal obtuvo 300 mil. ¿Para dónde fueron los otros votos? Para fortalecer a Xiomara.
-Mencionó la presencia de Kamala Harris, ¿cómo será la relación con Estados Unidos?
-Este partido (Libre), que surge después del golpe, generaba mucho miedo. Eso llevó a que Estados Unidos y los grupos de poder avalaron el fraude de 2017 (cuando fue reelecto Hernández). Es un partido que lo coordina Zelaya, viene del discurso chavista, del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) y tiene relación con (Nicolás) Maduro y (Daniel) Ortega. La campaña contra Xiomara se centró en que volvía el comunismo, el chavismo, por esta idea de que haría un discurso antiimperialista, confrontativo con Estados Unidos. Sin embargo, a la hora de ser electa, Xiomada ha dado muestras de tener mucho cuidado y mucha prudencia. Recibió las felicitaciones de Biden, de Harris e intercambiaron una cuestión rápida verbal y en la reunión que sostuvieron profundizaron en temas que importan mucho a Estados Unidos, como la corrupción que se vincula al narcotráfico y la migración. Son temas que podrán trabajar juntos. Entonces dio ese mensaje de que habrá buena relación.
Otro mensaje es que a pesar de que el plan de gobierno planteaba establecer relaciones con China y romper con Taiwán, se reunió ya con Taiwán y ha reafirmado que va a tener relaciones y China en un futuro también, pero no es algo que esté en el horizonte en el comienzo del mandato.
Con los empresarios se reunió de entrada para la generación de empleo. Entonces ha manejado este período entre la elección y la asunción, dando estos mensajes que han sido muy claros, diciendo que no viene un gobierno que vaya a una polarización grande en la sociedad. También ha reafirmado que no irá por una asamblea nacional constituyente, que son muy problemáticas en América Latina. No seguirá el guión de Estados Unidos, sino que planteará una nueva forma de ver a Centroamérica, haciendo propuestas, haciendo un contrapeso. Tiene intenciones de acercarse a México. Por ahí se está moviendo esa relación y hasta ahora, a pesar de la crisis, no empeñó la relación con Estados Unidos.
Con Nicaragua creo que va a tener una relación respetuosa, prudente. Pero no fue a la toma de posesión de Ortega.
-Este jueves nombró a Eduardo Enrique Reina como canciller. ¿Cuál es la señal en ese caso?
Es un joven con una carrera diplomática bastante larga. Estaba en el Tribunal de Justicia Electoral, renunció para asumir en Cancillería. Estuvo en Bolivia representando a la OEA, ha estado en Washington. Es una persona bastante moderada y abierta, genera mucho respeto en la sociedad hondureña por su carácter profesional. Entonces, creo que es un canciller que no hace ruido, ni hacia afuera ni hacia adentro. Eso le da posibilidades de reconstruir relaciones con sus vecinos de Centroamérica. No puede estar lanzando piedras al tejado de los vecinos.
-El programa de Xiomara Castro habla de construir un "Estado socialista democrático". Propuso una constituyente, una nueva ley para las zonas especiales, un modelo de distribución y relaciones con China. Pero llega al gobierno en una alianza con un partido de derecha y ahora está en conversaciones con el excandidato del Partido Liberal condenado por el narcotráfico. ¿Cómo se combina todo esto?
-Estos acuerdos le permitieron ganar y ha cuidado mantenerlos y no entrar en contradicción con los sectores de derecha y centroderecha que la apoyaron. Creo que toda esta moderación es una especie de realismo político. Si ella fuera por la constituyente, sería un desafío muy grande a Estados Unidos y a los grupos oligarcas de acá.
Una persona como Xiomara, que viene de mucho contacto con la gente, lo que busca es concretar aspectos básicos de justicia social. El tema educativo, los niños no pueden estar con una educación tan mala, no puede seguir la gente muriéndose en los hospitales, que la gente se siga yendo a Estados Unidos. Si en Honduras hay un cambio básico en eso, es una revolución. Estamos tan mal en los procesos democráticos, en el respeto a la ley, el Estado de derecho, que esos cambios son importantes y van a ser muy valorados. Queda un camino por andar, pero temas como la constituyente, el aborto, tendrán que guardar un compas de espera.
-¿Las reformas que prometió tendrán un impase?
-Van a tener un impase sí. Pero creo que donde ella tiene la mayor posibilidad de colocar reformas es en la lucha contra la corrupción e impunidad. Ahí va a poder avanzar. No va a lanzar impuestos fuertes contra empresarios, pedirá que inviertan, hablará con la banca para que haya dinero para emprender. Buscará recuperar la energía eléctrica que fue entregada a una empresa colombiana. Si logra estas pequeñas cosas, ella podrá allanar un camino de fortalecerse políticamente, para al medio término hacer cosas más fuertes de cambio. Hoy por hoy pareciera que tiene claro los límites de la gobernabilidad hondureña, a pesar de todo lo que pueda avanzar en política social, respeto a derechos humanos y participación de la gente.