La vi cuando se sacó el corpiño. Ahí estaba, justo debajo de la teta izquierda. No se la podía observar desde cualquier posición, no, había que estar levemente por debajo de su cintura, así, como estaba yo en ese momento. Ella de pie, frente a mí bailando una danza oriental mientras se quitaba la ropa y yo recostado en la cama con las piernas cruzadas y las manos detrás de la cabeza para acomodar mejor la mirada. Desde ahí se podía ver la mancha claramente. Cómo no me había dado cuenta antes ¡Lo que pasa es que yo amaba tanto a Mariana! Sí, por eso debe ser, por eso que dicen, eso de que el amor es ciego, eso de que no te deja ver lo que no querés ver, que te pone una venda de ilusión en los ojos y qué sé yo cuántas cosas más. Pero yo no me dejo influenciar fácilmente, yo no le daba bola a esos comentarios, yo los calificaba de calumnias porque yo siempre he sido un firme creyente en el amor romántico, casi un fundamentalista, debo reconocer.

Yo amé a Mariana desde el mismo momento en que la vi. Para mí ella era la demostración irrefutable de que existía aquello de la media naranja, no podía haber otra mujer como ella en el mundo y ella era para mí. Yo siempre creí en eso, tenía fe en eso. No en vano me tragué toda la historia del andrógino que cuenta Platón, para mí no era ningún mito sino ni más ni menos que la metáfora de una verdad, Si habré leído con las pestañas en llamas a Amado Nervo, Bécquer, Neruda y tantos otros. No sé cuántos amantes de esta época se han ilustrado tanto como yo. Y claro, porque para mí no basta con la creencia y la fe, con eso contaba desde el vamos, no tenía que hacer ningún esfuerzo, pero además, para ser serios, y yo siempre quise ser un tipo serio, hay que tener argumentos filosóficos, científicos, históricos, literarios, hay que tenerlos, es imprescindible para no ser un improvisado de cuarta como esos que andan por ahí balbuceando canciones de Arjona para levantarse minas. Por eso, a despecho de los giles que dicen que con el tiempo la mujer de uno se transforma, en el mejor de los casos, en un amigo con tetas, yo apostaba a que si encontraba a la que había sido creada para mi iba a amarla para siempre, que nada podía cambiar ese amor, que tendría garantizada la felicidad eterna. Y estaba seguro de que Mariana era esa mujer.

Pero ahora había aparecido una manchita ¡ésa manchita! y justo debajo de la teta izquierda, mi preferida. ¿Qué es? ¿Una verruga? ¿Un lunar? ¿Una peca? ¿Se quedó dormida con un pucho encendido y se quemó sin querer? ¿Se olvidó de ponerse protector solar justo ahí? Pero… tiene pelos, además ¿O me parece a mí? No, no me parece, tiene pelos ¡Laaa puuuta! ¡Tiene peeelos, caraaajo! Esa manchita peluda me mira, me obnubila, me paraliza, me hipnotiza, me amenaza, me gorgonea. Pero no, a ver, tranquilo, no hay que exagerar, no hay que angustiarse, no es para tanto, pará un poco la moto, Cacho, ahora lo ves así porque anoche no dormiste bien, pero esto debe ser algo sin importancia, seguro. Después de coger esto va a perder toda trascendencia. Después del amor quedaremos exhaustos y satisfechos, fumaremos un faso y estos fantasmas se disiparán para siempre. Al fin y al cabo no es nada más que una manchita insignificante y dos o tres pelitos de lo más depilables, por otra parte. Como sea, es realmente pequeña, sí, no sé, serán no más de tres o cuatro centímetros de diámetro, seguro que con cirugía puede arreglarse, con lo avanzada que está hoy la ciencia médica, sí, claro, se podría arreglar así y probablemente no quedaría ni cicatriz, todo lisito, perfecto, una piel tersa, blanquita, sin defectos, una piel de magnolia, la verdadera piel de Mariana. Aunque bueno, lo de verdadera… esto es verdadero también, la manchita, digo, ¿o no? Además no es tan pequeña después de todo, quizás sí quede cicatriz si se opera, sí, creo que quedaría porque, en realidad desde esta posición es bien visible, o sea, no es tan insignificante la manchita. ¿Cómo haría yo para no volver a verla? Veo la manchita si no se opera o veo la cicatriz que evoca la manchita si se opera, y entonces… ¿Cómo haría, eh? ¿Será una de esas manchas de nacimiento que alguna gente ignorante atribuye a antojos insatisfechos de la madre durante el embarazo? ¿Habrá deseado comer frutillas y no tenía plata para comprarlas la madre de Mariana? ¿Será de las mujeres que creen en esas cosas? Si cree en eso debe creer también en los curanderos y en los curas sanadores y en el horóscopo chino y en el Gauchito Gil y en los maleficios del umbanda y en todas esas pavadas, porque toda esa incultura, esa superchería barata va junta, en el mismo paquete, en el mismo combo. La verdad, ahora que lo pienso, yo nunca me preocupé por la extracción social de Mariana, error, nunca le pregunté por su familia, error, no le pregunté siquiera si tenía el secundario completo, craso error. Y si hago memoria me parece que el otro día dijo haiga en lugar de haya.

¡Ah! ¡Ojo al piojo! ¿Dónde estudió danzas árabes, eh? ¿De dónde salió odalisca, eh? ¿No fue en un club de barrio? Sí, creo que me dijo que fue en el “Once Corazones” de Saladillo, ergo, es de Saladillo, simple y puro razonamiento cartesiano ¿Y cómo lo dejé pasar? ¿Cómo se me escapó eso? Claro, como nos encontrábamos siempre en el centro para ir al telo... Alguna vez tendría que haberla llevado de vuelta a la casa, espiar el entorno, informarme un poquito del ambiente en que vivía, quizás hacer una visita de incógnito al Once Corazones, en fin, otro error.

¿Me habré equivocado al considerarla mi media naranja? ¿Y si no es ella? ¿Y si me ensarto con una mina que no fue hecha para mí, una mina vulgar, del montón? Yo que la veía tan fina, tan distinguida. Ahora que la miro bien no es tan linda. Un poco chueca, medio petisa, ¿y no tiene un hombro un poco más alto que el otro? ¿Y la nariz? ¿No es demasiado respingada? Sí, es demasiado respingada, por eso de frente se le ven los agujeros, como a los chanchitos. No me gustan los chanchitos, odio a Porky. ¿Eso que veo ahí, en los glúteos, es un poco de celulitis incipiente o me parece a mí? ¡Mmmmmm! el cuello, el cuello... el cuello me parece que se le está empezando a arrugar con esas arrugas tan feas que parecen collares superpuestos. Pero no es tan vieja, sin embargo. Bueno, tranquilo, tal vez me puse muy nervioso y estoy alucinando, ¿o será que la veo como va a ser dentro de algún tiempo? No conozco personalmente, ni siquiera por fotos a la madre, otro error. Hay que conocer a la madre para adivinar cómo será la hija en el futuro. Debe ser una bruja, la madre, con todas esas supercherías en las que cree. Y el padre un boludo, más que seguro, porque si está casado con esa mujer y no la frena un poco para que deje de ir a tomar mates y a jugar al chinchón todos los domingos con las otras viejas del barrio es porque es un pelotudo o porque es como ella y aprovecha la ocasión para ir, por su parte, a jugar a las bochas o a la cancha o al hipódromo con los amigos. Y cómo se me ocurre a mí meterme con una mina así, y con esa familia. Cómo me ensarté ¡qué pelotudo!

Entonces me fui incorporando lentamente, me senté en la cama y comencé a ponerme las medias, Mariana me miró, dejó de bailar (ya estaba completamente desnuda) y se cubrió con una toalla que yo había dejado colgada del picaporte de la puerta luego de la ducha, se ve que de golpe le dio pudor, vaya uno a saber por qué, después me paré y me puse los pantalones y luego la camisa, mientras tanto ella se sentó en la silla ¿Qué te pasa, Cachito?, dijo, y me pareció que una lágrima corría por su mejilla derecha, pero igual no le contesté, me volví a sentar en el borde de la cama y me calcé los mocasines, después, simplemente, volví a pararme y recuperando toda la altivez de mi linaje, dije, ya no te amo, Mariana, y salí cerrando la puerta con toda suavidad, como es mi estilo..