"Se cumplen 13 años del secuestro y desaparición seguida de muerte de mi hermano, Luciano Nahuel Arruga. La causa está en instancia federal con la carátula de desaparición forzada de persona, se siguen realizando tareas de investigación para saber las razones de lo sucedido, y para la familia de Lu la denuncia sigue siendo la misma: fue asesinado por haberse negado a robar para la policía, y luego de su desaparición sufrió violencias sistemáticas". Vanesa Orieta habla con Página/12, mientras prepara las actividades del nuevo aniversario del día que cambió su vida para siempre. "Entendemos que la organización, el esfuerzo y lucha a lo largo de todos estos años nos permitió pequeños avances en esa causa tan enmarañada y atravesada por la impunidad, pero que aún así aporta claridad sobre la responsabilidad de funcionarios de las fuerzas de seguridad, del poder político y judicial", agrega.
Como suele suceder con los familiares de víctimas de la violencia estatal, Orieta está compenetrada con cada detalle de las batallas judiciales, y denuncia que la Comisión Bicameral y la Procuración "se bajaron" del jury de enjuiciamiento, que ya lleva ocho años, contra las fiscales Roxana Castelli, Celia Cejas y el juez Gustavo Banco. En agosto de 2019 concluyó el sumario. La familia de Luciano, con el Cels (Centro de Estudios Legales y Sociales), fue la única que formuló una acusación. La Procuración General de la Suprema Corte de Justicia de la provincia y la Comisión Bicameral de Enjuiciamiento de Magistrados y Funcionarios decidieron no acusarlos.
Qué pasó con Luciano
Aquel sábado 31 de enero de 2009 su mamá, Mónica Alegre, se levantó temprano y ya no encontró a Luciano. Había estado hasta tarde con sus amigos a pocos metros de su casa, en Bolívar y Perú, del barrio 12 de Octubre, donde vivía con sus dos hermanos menores. Ya de madrugada, policías del destacamento de Lomas del Mirador lo detuvieron, lo golpearon y lo desaparecieron. De inmediato comenzó la búsqueda de la familia por comisarías y hospitales; presentaron un hábeas corpus que fue rechazado.
Luego de dos semanas de incertidumbre, la DDI de San Justo intervino teléfonos y apretó a los amigos de Arruga. "Era una pantomima, no lo estaban buscando”, dijo su hermana en marzo de 2009 cuando este diario publicaba por primera vez a nivel nacional la historia de Luciano.
Poco después, con la asistencia de abogados, probaron que los policías levantaron a Luciano en la calle y que estuvo en el destacamento de Lomas del Mirador. Un testigo estuvo detenido junto a Luciano, y contó que ambos habían sido “reventados a palos”, y que “a Luciano lo mataron a golpes”. Se había cumplido la amenaza que recibió el 22 de septiembre de 2008, cuando lo detuvieron en esa misma dependencia y lo llenaron de golpes. Al liberarlo le dijeron: “Acá no te hicimos nada, negrito de mierda, si hablás terminás con un tiro en el pecho, te vamos a llevar a la Octava para que te violen”.
En mayo de 2015 se desarrolló el juicio al policía Julio Diego Torales por las torturas de septiembre de 2008 a Luciano. “Estuvo desde la una hasta las ocho de la noche incomunicado, un niño en estado de vulnerabilidad, Torales lo golpeó en el rostro y en el cuerpo, junto con otros dos oficiales. Sólo teníamos un papel de documento en trámite”, recordó Orieta en su testimonio. La falta de documentación incrementó los decibeles de la tragedia de estaban padeciendo. “En un momento se abrió la puerta de la cocina y escucho a Luciano que grita ‘Vane sacame de acá porque me están pegando", agregó. Ya en aquel momento, en la causa por el hábeas corpus Vanesa pedía que revisaran los registros de los entierros N.N. Pero nadie la escuchó.
En agosto de 2012, la familia tuvo un encuentro con el ex ministro de Seguridad Carlos Stornelli. “Tuvimos que soportar que nos gritara. Cuando dije que la Policía Bonaerense es responsable de la desaparición de Luciano, y que manda a robar a los chicos del conurbano, levantó fuerte el tono y nos dijo que bajo su gobierno no había ningún policía que cometiera delitos, que no me iba a permitir que dijera eso, en un tono amenazante. Le gritó también a uno de nuestros abogados. Nos fuimos mal, pero entendimos lo que se venía”, resumió Vanesa.
A instancias del CELS, en 2014 la familia presentó un nuevo hábeas corpus ante la Justicia de Morón. En ese expediente a alguien se le ocurrió cotejar las huellas digitales de Luciano --que no estaban en el sistema porque nunca tuvo documentos, pero se las habían tomado en la comisaría en septiembre de 2008-- con las de los N.N. enterrados a partir del 31 de enero de 2009. Así fue cómo lo encontraron. El cuerpo había sido enterrado en el cementerio de la Chacarita como N.N. el 11 de mayo de 2009, luego de haber estado en el hospital Santojanni, donde había llegado en una ambulancia del SAME tras haber sido atropellado por un auto en la avenida General Paz, a la altura de Mosconi, la misma noche que lo secuestró la policía. Lo operaron y falleció a las ocho de la mañana del 1° de febrero de 2009. La madre y la hermana habían estado en ese hospital y nadie les informó que Luciano estaba ahí.
"Una persona tiene que estar muy desesperada para andar corriendo por la General Paz", fue lo primero que dijo Mónica Alegre. “En las fotos que había tomado el personal de la autopista, estaba disfrazado de mujer, con medibachas de nylon rotas, como quien no sabe ponérselas o como a quien se las ponen, con una vedetina rosa encima, una remera anudada, sin sus zapatillas; y un pantalón de mujer enrollado hasta por debajo de las rodillas. Esa imagen de sadismo desmesurado unió todos los datos en mi cabeza, miré al fiscal y al abogado Juan Manuel Combi y les dije ‘esto es la Bonaerense’”, dice la médica forense Virginia Créimer en el documental Quién mató a mi hermano, de Ana Fraile y Lucas Scavino. “En la reautopsia determinamos que había catorce fracturas bilaterales que habían pasado desapercibidas en esa misma morgue, y coincidían con el tiempo que había transcurrido desde que fue torturado en la comisaría hasta el momento en que desaparece”. Eran los golpes que había recibido en septiembre, cuando le tiraron encima un escritorio y un policía gordo se le sentó encima.