El viernes pasado, colegas escritores y periodistas recibimos con alegría y orgullo la noticia de que el escritor rosarino Javier Núñez, narrador de ficciones y cronista, colaborador en la sección Contratapa de Rosario/12, en la revista Barullo y otros medios, ganó el Premio Casa de las Américas por su novela Hija de Nadie, seleccionada entre las más de 1.600 obras enviadas para participar en las distintas categorías del certamen, que no se convocó en 2021. "Tiene buen pulso narrativo, gran manejo de los diálogos y narra, en tono cinematográfico, la historia de dos mujeres que resisten a una realidad áspera y cruel", dictaminó el jurado, integrado por Claudia Apablaza (Chile), Mayra Montero (Cuba/Puerto Rico), Santiago Vizcaíno (Ecuador) y Dazra Novak (Cuba). El autor recibirá tres mil dólares y la novela será publicada por Casa de las Américas. La institución Casa de las Américas, que preside Abel Prieto, fue fundada en Cuba por el Gobierno Revolucionario en 1959, año en que instituyó el premio que lleva su nombre. Organiza actividades de carácter no gubernamental para desarrollar las relaciones socioculturales con los pueblos de la América Latina, el Caribe y el resto del mundo.

Nacido en Rosario en 1976, Núñez se suma a la prestigiosa nómina de argentinos que recibieron en novela este consagratorio galardón de las letras latinoamericanas: Marta Traba (en 1966, por Las ceremonias del verano), David Viñas (en 1967, por Los hombres de a caballo),  Haroldo Conti (en 1975, por Mascaró, el cazador americano),  Humberto Costantini (en 1976, por De Dioses, hombrecitos y policías), Liliana Bellone (en 1993, por Augustus), Luis María Pescetti (en 1997, por El ciudadano de mis zapatos) y Paola Kaufmann (en 2003, por La hermana). Núñez obtuvo en México, en 2011, el Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo de la Universidad Veracruzana por La doble ausencia (finalista del Premio Emecé 2011). De su viaje a la 19ª Feria Internacional del Libro Universitario en Xalapa para recibirlo, Javier se trajo una novela publicada y un puñado de crónicas. El 5 de diciembre de 2012, por iniciativa de Daniela León, el Concejo Municipal lo declaró Escritor Distinguido de su ciudad natal, donde en 2006 había comenzado su cosecha de reconocimientos con el Premio Estímulo de Relato Breve "De las sombras a la luz" por el que luego sería el primer cuento de su primer libro, La risa de los pájaros (2009). Publicó en sellos independientes rosarinos otros dos libros de cuentos (Praga de noche y La feroz belleza del mundo) y Eduvim le editó en Villa María, Córdoba, su libro de crónicas Tríptico. Con su segunda novela, Después del fuego, dio comienzo la editorial Pecore Nere. Su obra más reciente es Postales de un mapa imposible (Rosario, Listo Calisto, 2021), que, con arte por Jorgelina Giménez, se escribió, editó e ilustró con dos becas a la Creación del Fondo Nacional de las Artes y un subsidio de Ventanilla Continua del Plan Fomento de Santa Fe 2021.

"Hija de nadie es una novela diferente a mis producciones previas", contó Núñez durante el fin de semana a Rosario/12. "Es una novela que cruza géneros, un western gaucho distópico. Puede que sea un modo de saldar una deuda con mis lecturas de formación. Tiene influencias de las novelas de aventuras, de la historieta y de algunos géneros del cine como el western", enumeró, anticipando luego una breve síntesis del argumento: "Está ambientada después de una era de terremotos que prácticamente acabó con la civilización. En el mundo nuevo hay una ciudad hipermecanizada, un poco steampunk, que repite la idea de la centralidad porteña mientras que afuera el destino es miserable y sin esperanzas. En ese contexto un contrabandista tiene que escoltar a dos mujeres, una exiliada y una intrigante adolescente muda, para atravesar la Pampa Larga y escapar de dos bandos enfrentados que las persiguen", resumió (Nos dieron tantas ganas de leerla que le pedimos el manuscrito y lo devoramos en un domingo).

El contexto de producción no es un dato menor: "La novela la escribí durante los meses de pandemia más fuerte, en aquellos meses de mucho encierro. Supongo que de algún modo algo de ese clima apocalíptico que vivíamos me empujó a rescatar esta historia que hacía rato que quería contar, y mi forma de combatir el encierro fueron estos paisajes abiertos, de pampa transformada, con planicies abiertas e interminables, cabalgatas lentas, cazar para comer. Creo que el desafío más grande tuvo que ver con la experimentación, correrme un poco del registro más conocido —de novelas más humanas y urbanas— y adentrarme en esta búsqueda de hacer algo diferente que me permitiera añadir facetas nuevas a mi escritura", agregó con modestia el escritor.

Y es que Hija de nadie es más que un locro western cyberpunk. Es una epopeya que huele a profecía. Narrada con una tensión ejemplar, en que los pasajes expositivos se reducen al mínimo indispensable para no desviar la atención de la trama y del fuerte suspenso, la novela vislumbra uno entre otros futuros posibles después de la pandemia. Esa visión resulta irreconocible bajo los atavíos cinematográficos, donde la clásica saga Mad Max se da cita con series distópicas recientes y con un cine contemporáneo de la crueldad, con la historieta como principal referencia. Hasta los títulos de los capitulos proceden de famosas películas del género western. Los diálogos son perfectos. Evocan los cuentos del mexicano Juan Rulfo y de Jorge Luis Borges, otro argentino apasionado del cine, que reescribió la literatura gauchesca en sus cuentos posmodernos. Si llega a ser guión en Hollywood, lo ideal sería que al único hombre del trío protagónico, Solo Camacho, lo interprete Harrison Ford. Incluso el nombre (un adverbio, como se explica en un racconto) parece un homenaje a su Han Solo de la retrofuturista Star Wars, y la ciudad hipermoderna que es sólo un relato distante podría ser la de Blade Runner

A diferencia de otros escenarios post apocalípticos, el de Hija de nadie es relativamente más realista al combinar desastres naturales con la codicia humana que ha creado una nueva Edad Media, algo que los intelectuales vienen advirtiendo desde hace rato. En lugar de castillos hay una ciudad fortificada, donde viven unos pocos poderosos con sus empleados. La gran masa de lo que otrora fueran las clases medias y trabajadoras ha sido arrojada sin recursos a un desierto depredado por hordas bárbaras, donde la lucha por la supervivencia se ha vuelto casi infrahumana. El padre de la horda primitiva, el archivillano Wolff (cuyo nombre remite a la palabra "lobo" en alemán) tiene un pasado militar y un presente de líder de secta que se parece a la versión Francis Ford Coppola (la intolerable o adictiva Apocalypse Now) del personaje de Kurtz en El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad: el marginal intocable y enloquecido adorado por salvajes. Sólo que Wolff, salvo por algunos toques rituales, no tiene nada de romántico; es un ex Galtieri cuya "manada" ("los Hijos de Wolff") se asemeja a la patota de Feced o a un culto satánico. No le va a la zaga en maldad su rival, el gaucho mercenario Ocho Varela.

Entre esas fuerzas oscuras huyen y avanzan una mujer autosuficiente llamada Viedma, una adolescente cazadora con poderes sobrenaturales llamada Yara, y Solo Camacho, quien traza un arco desde su cinismo inicial a través de roles cada vez más quijotescos, cada vez más épicos, cada vez más afines al de un caballero andante contra la barbarie del futuro. Se cruzan en el camino con un intento, forzadamente nómade, de fundar de nuevo la humanidad y la civilización. Guiados por un tal Marqués y moviéndose como las caravanas del Oeste americano del siglo XIX, el contingente avanza en pos de una utópica ciudad mítica llamada Confín. El paisaje es imponente: montañas de 800m de altura y llanuras interminables. Lo mejor y más literario de todo es la firme coherencia con que la prosa se atiene al arte de aquello que Poe llamaba "la unidad de efecto": no hay ni un solo adjetivo que quiebre el registro de una atmósfera opresiva, cuyo clima de destrucción es construido a través de un lenguaje tan accesible como preciso y cuidado. Otro logro es el discreto narrador omnisciente que sucesivamente va haciendo pie en los puntos de vista de los tres personajes más importantes: Lara, Camacho y Viedma.   

En una entrevista muy reciente por Daniel Gigena, Javier Núñez dijo de otro proyecto en el que está trabajando: "Es una novela sobre vínculos, pérdidas y encuentros”. Estas tres palabras resumen lo específico de su narrativa. "Vínculos, pérdidas y encuentros” son lo que hace que Hija de nadie no sea una novela distópica más entre tantas otras, sino una novela de Javier Núñez. De eso también trata La doble ausencia, centrada en el motivo de la búsqueda del padre, y donde ya aparecía un personaje femenino fuerte: Sofía. De eso se trata Después del fuego, que sitúa en una Rosario entrañablemente reconocible un relato de culpa y redención sobre el reencuentro entre un lector y una mujer ciega. La discapacidad, en la segunda y en la tercera novela de Núñez, ocupa un lugar central y es la consecuencia de una lesión criminal e intencional: tal el caso de la mudez de Yara. 

En el paisaje brutal y post-cultural de Hija de nadie, queda desplazada una obsesión que a veces sobrecargaba la narrativa de Javier Núñez: las referencias a la literatura, que en un universo externo a la civilización, tratado según un verosímil realista, no funciona mucho más allá de leña para el fuego hallada en taperas o entre restos humanos. Sí se hacen presentes discretamente en los títulos de los capítulos. Escritor latinoamericano con merecidos reconocimientos, ya no sólo rosarino; federal por la posición política que se hace explícita en la novela a través de la megaurbe caníbal llamada Bayres, Núñez ya no necesita detallar en su obra ningún mapa de sus lecturas o (aunque nos encante) caminatas locales. Es tan dueño de su propio territorio literario como los héroes de su nueva novela lo son de los llanos arrasados entre las pampas y la Patagonia, donde luchan arriesgando su vida contra los demonios mismos del infierno en la tierra. Y en una clave más interna y secreta, como Bioy Casares con Diario de la guerra del cerdo, anticipa un futuro sombrío que está más cerca de lo que parece.