Donald Trump y Francisco se encontraron ayer por la mañana en Roma, hasta donde el mandatario de Estados Unidos llegó en breve visita solo para verse con Bergoglio. Se cerró así un tiempo de especulaciones respecto de la negativa del presidente norteamericano de reunirse con el Papa debido a las diferencias entre ambos. Fueron 27 minutos de diálogo mano a mano, solo acompañados por los traductores. “You are welcome” comenzó diciendo Francisco, pero a continuación aclaró que “I speak spanish”. De allí en más todo transcurrió a través de los traductores y cada uno de los interlocutores expresándose en su lengua materna. El escenario: la biblioteca pontificia del Palacio Apostólico. Los comunicados posteriores y las declaraciones oficiosas de ambos lados hablan de “cordialidad” y de un encuentro “fructífero”. También de la preocupación de ambos por el tema de “la paz en el mundo”. Nada que no pudiera preverse.
La entrevista entre el Papa y Trump fue también el final de un recorrido “por las religiones” que llevó al Presidente de Estados Unidos a reunirse en Arabia Saudita con líderes musulmanes y luego a visitar lugares sagrados de los judíos en Jerusalén.
A la hora de las interpretaciones habrá que valorar, en primer lugar, el hecho de que el encuentro se haya concretado después de las desavenencias públicas entre el Presidente de Estados Unidos y el Papa. Habrá que recordar que las mismas fuentes norteamericanas admiten que la reunión estuvo a punto de cancelarse hace apenas dos meses y que la posibilidad se reflotó tras gestiones de las dos partes, en las que tuvieron un papel protagónico el nuncio (embajador) en Estados Unidos, Christoph Pierre, y el cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Washington, actuando en nombre de la diplomacia vaticana. Cuando el 13 de marzo pasado algunos consejeros de Trump se reunieron con los antes nombrados en la sede de la nunciatura apostólica en Washington los asesores del mandatario norteamericano no se mostraban muy entusiasmados con la visita al Vaticano. Hasta entonces Estados Unidos tampoco había nombrado a su embajador ante la Santa Sede.
Hubo que esperar hasta el 19 de abril para que aparecieran los primeros gestos de parte y parte. El vocero presidencial Sean Spicer sostuvo que Trump estaba dispuesto a organizar un encuentro con el Papa y de inmediato recibió una respuesta positiva del Sustituto de la Secretaria de Estado del Vaticano, Angelo Becciu. Pero solo el 29 de abril, al regresar de su viaje a Egipto, el Papa habló públicamente de su disposición a recibir “a todo jefe de Estado que pide audiencia”. Sin embargo, hasta ese momento la solicitud formal no había llegado.
El 20 de mayo, antes de dar comienzo a la gira que incluyó contactos con líderes de varias de las principales religiones monoteístas, Trump un presbiteriano apoyado por sectores ultraconservadores católicos, envió un nuevo mensaje a Roma: designó como embajadora ante la Santa Sede a Callista Gingrich, católica y tercera esposa del ex presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, uno de los pesos pesados republicanos. Antes se habían cruzado muchas llamadas telefónicas entre el Vaticano y Washington y, luego, apareció la propuesta formal de la entrevista.
Dado lo escueto de las declaraciones oficiales posteriores a la entrevista de ayer, además de valorar el dato del encuentro en si mismo, es necesario interpretar el lenguaje de los gestos. Francisco recibió a Trump durante 27 minutos. “Ajustado al protocolo”, dicen en Roma. Pero fue casi la mitad del tiempo que le dedicó a Barack Obama el 27 de marzo de 2014, cuando ambos mostraron sonrisas y manifestaciones de mutua cordialidad para expresar coincidencia de miradas.
Ahora hubo más sonrisas del lado de Trump que de Francisco, que no duda en utilizar el lenguaje gestual para “hablar en silencio”. Lo sabe y lo experimentó en su momento el presidente Mauricio Macri. Para el Vaticano “se ha manifestado el deseo de una colaboración serena entre el Estado y la Iglesia Católica en los Estados Unidos, comprometida en el servicio a la población en los campos de la salud, la educación y la asistencia a los inmigrantes”. Y reconoció que “las conversaciones también han permitido un intercambio de puntos de vista sobre algunos temas relacionados con la actualidad internacional y con la promoción de la paz en el mundo a través de la negociación política y el diálogo interreligioso, con especial referencia a la situación de Medio Oriente y la tutela de las comunidades cristianas”. Un resumen de una agenda de trabajo conjunto.
Aparentemente Donald Trump coincide con Francisco en el importante rol de las grandes religiones en la búsqueda de la paz mundial y este fue uno de los temas del diálogo que ambos mantuvieron ayer. También sobre la libertad religiosa y el aporte de la Iglesia Católica en misiones humanitarias alrededor del mundo.
A la hora del intercambio de regalos el Papa le entregó a Trump sus principales documentos, que resumen sus puntos de vista y muchos de los cuales contradicen la opinión de Trump. El presidente norteamericano prometió leerlos. Francisco recibió de Trump una caja con libros de Martin Luther King y Francisco le regaló un medallón grabado con una rama de olivo. “Es una medalla de un artista romano. Es el olivo símbolo de la paz”, le dijo el Papa. “Se lo doy para que sea instrumento de la paz” subrayó Francisco. “Necesitamos paz”, acordó Trump.
Extraoficialmente el Vaticano hizo saber que el Papa le planteó a Trump su preocupación por la sustentabilidad ecológica, el cambio climático y la crisis de los inmigrantes en todo el mundo, temas en los que ambos mantienen posiciones muy diferentes. Cabe recordar que mientas Francisco emitió un encíclica (Laudato Sí) en la que hace un crítico análisis sobre la ecología y los riesgos que corre la humanidad, para Trump el tema es parte “de un cuento chino”.
“Es posible que el miércoles asistamos a un pequeño milagro en el Vaticano. Francisco, el anti Trump y Donald Trump, el anti papa, se reconciliarán ante el mundo después de un año de hielo”, había expresado el sábado anterior el diario Il Corriere della Sera en su editorial.
Más allá de las diferencias que separan a ambos personajes respecto de cuestiones referidas a la realidad social y política, desde el Vaticano se sostiene que para Francisco es de gran importancia la posibilidad de lograr un acercamiento personal a Trump de modo de tener allanado el camino para diálogos posteriores sobre cuestiones en las que puede ser crucial la intervención de ambos, especialmente en asuntos referidos a la paz mundial. Francisco no oculta su preocupación por lo que él mismo denominada una “guerra mundial” que se lleva a cabo a través de muchos focos diseminados en todo el mundo. Este mismo mes y refiriéndose al encuentro que finalmente se celebró ayer, Bergoglio había dicho que “hay que buscar las puertas que al menos están un poco abiertas, entrar y hablar de cosas comunes, e ir hacia adelante, paso a paso”.
Para bajar la tensión Francisco también se había encargado de señalar que sus afirmaciones no suponen críticas a las personas. “Yo nunca hago un juicio sobre una persona sin escucharla, creo que no debo hacerlo. En el diálogo giran las cosas”, dijo. Y sobre el encuentro había adelantado que “yo diré lo que pienso y él dirá lo que piensa”.
Antonio Spadaro, editor de la revista jesuita Civiltà Cattolica y a quien se considera como una personalidad cercana al Papa, había afirmado también que se trataría de una entrevista “sin muros” aludiendo a una disputa solapada que Trump y Bergoglio han mantenido en los últimos tiempos y que tiene directa relación con la iniciativa del norteamericano de construir un muro en la frontera con México con la finalidad de impedir la migración ilegal desde el sur. El año pasado, de visita en México, Francisco celebró una multitudinaria misa y afirmó en esa ocasión que “no son cristianos” quienes piensan en construir barreras en lugar de puentes. Trump calificó de “vergonzosa” la afirmación del Papa y lo acusó de servir a los intereses del gobierno de México. Poco después y hablando también sobre el tema de los inmigrantes, Francisco insistió en que “construir muros no está en el Evangelio”.
No había sido esta la única diferencia. Durante la campaña electoral norteamericana dirigiéndose a sus fieles Francisco afirmó que “todos los muros se caen, todos ellos, no se dejen engañar” y pidió a los cristianos que no se tienten con “la falsa seguridad de los muros físicos o sociales”.
Trump suele decir que “no me gusta pelear con el Papa” y en algún momento buscó resaltar las posibles coincidencias entre ambos. “El Papa es un hombre humilde” escribió en Twitter. Y remató: “es muy parecido a mí, lo que probablemente explica por qué me cae tan bien”.
Después de la entrevista de ayer entre Trump y Francisco la delegación de Estados Unidos, integrada ente otros por el Secretario de Estado, Rex Tillerson, y el asistente para la Seguridad Nacional, teniente general Herbert McMaster, se reunió con el Secretario de Estado vaticano, cardenal Pietro Parolin, y con el arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados, virtual canciller de la Santa Sede.