El fiscal de Homicidios Gastón Ávila confirmó ayer que la pareja acribillada a balazos el sábado de madrugada en Ibarlucea –junto con su beba de un año y medio– estaba investigada por narcotráfico. En la Justicia Federal se consideraba a Iván Giménez y a Erica Romero como "traficantes de mediana escala", un eslabón relevante en la distribución de drogas en la ciudad. Y reveló la solidez de una hipótesis: que entre los invitados a la fiesta de donde las víctimas salieron en su auto pudo estar quien avisó a los sicarios que ejecutaron el triple crimen. Es decir, que las víctimas compartieron sus últimas horas con quien ya los había marcado y luego los delataría. 

Avila habló con la prensa ayer, tras las primeras 48 horas de pesquisa. Confirmó que la familia ejecutada se retiró a las 4 de la madrugada del salón de fiestas Campos de Ibarlucea, sobre la ruta 34 Sur, que une el pueblo con Granadero Baigorria. El fiscal sorprendió con un detalle clave: Giménez (33 años) y Romero (39) no se movían habitualmente en ese Audi TT de color blanco, registrado a nombre de la hermana de la mujer asesinada. Los asesinos que los emboscaron en una camioneta deben haber sido advertidos del nuevo vehículo que se transformaría en blanco de más de 20 disparos de calibre 9 milímetros. 

"Es posible que alguien de adentro de la fiesta haya tenido participación. Lo menciono porque el vehículo en el que se manejaba la familia esa noche no era el habitual, por lo cual alguien tiene que haber advertido a los homicidas que ellos iban en ese Audi TT. Además, cualquier invitado puede retirarse a cualquier hora de una fiesta, y los homicidas han sabido cuál era el vehículo y en qué momento salían", observó.

En cuanto a la calcinación del coche en un camino rural cercano, y con el cadáver de Romero adentro, ya carbonizado, la explicación también fue otra sorpresa: un invitado a la fiesta, por solidaridad se involucró en llevar a la mujer, acaso muerta ya por los disparos, pero se confundió de camino, se asustó y optó por quemar el vehículo. Se presentó solo en Fiscalía a contarlo y por ahora está libre de sospecha.

Ávila contó que cuando la fiesta terminó a las 4, los invitados comenzaron a irse. Allí fue el desfile de autos de alta gama, y entre ellos Giménez, su pareja y su hija en el Audi. Enfilaron hacia el este, de regreso a Rosario, pero la camioneta con los sicarios le cerró el paso. El fiscal confirmó que Giménez maniobró para volver enloquecido y veloz en busca de refugio en la fiesta que terminaba, o en algunos invitados a la misma. Pero quedó encajado en la cuneta frente al ingreso al salón, y entonces los asesinos descargaron sus balas delante de varios testigos que por ahora callan. Trece plomos le sacaron al hombre del cuerpo, y 4 a la bebé. 

Una vez que los sicarios se marcharon, algunos invitados a la fiesta acudieron en auxilio del matrimonio y la bebé. Rompieron las ventanillas para desbloquear una puerta y sacar al hombre y a su hija, pero con la mujer no pudieron. "Por la premura de las circunstancias, los subieron a una camioneta, Giménez ya muerto, y los llevaron al hospital Eva Perón. E intentaron llevar a Romero en el propio vehículo, pero las ruedas giraban en falso hasta que lo empujaron y uno de los jóvenes invitados se ubicó como conductor para acelerar. 

Cuando por fin lograron desencajar el auto, los testigos le gritaron al joven que llevara a la mujer baleada al Eva Perón, aunque algunos declararon que ya parecía sin vida. "Este chico –reveló el fiscal– agarró para el lado contrario, para Ibarlucea, se asustó: se vio manejando un vehículo de alta gama, baleado por todos lados, con un cadáver al lado, y para el lado equivocado. Él era un invitado al casamiento, una relación familiar lejana con la pareja del novios. Testigos lo vieron bajar del auto, agarrarse la cabeza y gritar 'Ahora qué hago, adónde te llevo, no sé qué hacer", y que después decidió incendiar el auto y el cuerpo de Romero para no ser incriminado en el homicidio. 

"Vino voluntariamente a explicar que se llevó el auto, que lo hizo para ayudar, que estaba ebrio, que se equivocó cuando salió y se asustó. Que en el camino le pareció ver un móvil policial y temía que lo persiguieran. Estaba acongojado, vino a la fiscalía llorando. No está imputado por ahora. No puedo valorar en su contra la declaración que él mismo hace. No veo que haya intención de él en encubrir a los homicidas", sopesó Ávila. 

El jefe de la investigación confirmó que la principal hipótesis de la masacre es el tráfico de drogas. Señaló que tanto Giménez como Romero estaban bajo la lupa de la Justicia federal, luego de que el año pasado se los involucrara en ese negocio ilegal tras el secuestro de una partida de estupefacientes. "Hasta diciembre pasado la investigación federal los ubicaba en un cuarto escalafón en la distribución de drogas, de mediana escala, a cargo de abastecer a personas que luego se encargan de zonas en la ciudad", reveló Ávila. Desde el vendedor callejero al menudeo, el fiscal mencionó dos niveles más arriba y recién entonces a Giménez y su pareja. 

Ávila se abstuvo de revelar relaciones y enemistades de bandas delictivas, pero a nivel policial hay quienes relacionan a la pareja de novios que organizó la boda con el clan Los Monos (había personas relacionadas a esta organización como invitadas en la fiesta), y con una mujer ya condenada por distribución de drogas en zona norte, Olga Tata Medina. En cuanto a Giménez, tiempo atrás había estado relacionado con el entorno de Esteban Lindor Alvarado, pero ya no. Y ese cruce de vereda podría ser un camino para explicar tan atroces asesinatos. 

Por ahora, el equipo de fiscalía se aboca a escrutar la lista de invitados a la fiesta y la grabación completa de esa noche. Además, el registro de cámaras públicas situadas a lo largo de las calles en el ingreso a Ibarlucea, en busca de identificar la camioneta que los pistoleros utilizaron. Los teléfonos de las víctimas hubieran sido de valor, pero desaparecieron de la escena del crimen.