La percepción sociocultural del cannabis está cambiando de piel como una serpiente, un fenómeno que trasciende fronteras y del que la Argentina no es la excepción. Tanto así que uno de los proyectos a tratarse durante las Sesiones Extraordinarias del Congreso Nacional convocadas para este mes es el de la ley tendiente a establecer un marco regulatorio de “la cadena de producción, industrialización y comercialización de la planta de cannabis, sus semillas y sus productos para uso industrial y/o medicinal”. Como un reflejo de esos cambios surgió, en 2019, el Festival Internacional de Cine Cannábico (FICC), que en su segunda edición en Buenos Aires –a realizarse entre este jueves y el miércoles 19 en dos sedes porteñas y otras dos del partido bonaerense de Vicente López– presentará una programación con casi 30 películas provenientes de 15 países cuyo tema en común no es otro que la voluntad de indagar en las múltiples aristas de la producción y el consumo de derivados de la planta de hojitas con forma de abanico y extremos puntiagudos.
Vientos de cambio
En las notas de prensa se lee que el FICC busca acercarse y convocar a amplios sectores sociales, saliendo del gueto de profesionales, especialistas y consumidores. Surge la pregunta, entonces, de si este universo sigue siendo un gueto o si su horizonte se ha ampliado a medida que aumentó la aceptación social. “Nos gusta más hablar de comunidad cannábica que de gueto”, dice Malena Bystrowicz, programadora y codirectora –junto a Alejo Araujo– de un evento que llevará adelante sus actividades –siempre con entrada libre y gratuita– en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), el Complejo Histórico Cultural Manzana de las Luces (Perú 222), Lumiton Usina Audiovisual (Sgto. Cabral 2354, en Munro) y la Quinta Trabucco (Carlos F. Melo 3050, en Florida).
“Por supuesto que dentro de esa comunidad hay personas que hace muchos años trabajan, investigan o luchan en torno a esta cuestión y están mucho más especializadxs, pero también es cierto que esa comunidad crece, se ramifica y complejiza. En la primera edición en Buenos Aires, en febrero del año pasado, se agotaron todas las funciones, las mesas redondas encendieron debates y nos dimos cuenta de que este espacio era necesario. La comunidad cannábica sintió al FICC como un ámbito propio, un lugar de encuentro donde no solo es posible disfrutar películas que difícilmente puedan verse en otra situación, sino también intercambiar ideas y reflexiones con el objetivo de romper los prejuicios, investigar, informarnos, naturalizar sus usos, sacudirnos la moral prohibicionista y represora y profundizar en mejorar las leyes. Pero también acerca a personas de varios mundos, como quienes disfrutan de los festivales más allá de la especialización y de la posibilidad de ver cine gratis, bueno y diverso”, agrega.
La programación –pensada para “aquel público más especializado en cannabis, pero también para los que llegan por primera vez o de casualidad buscando entretenimiento”, en palabras de Bystrowicz– tendrá un total de 29 películas, entre cortos y largos, distribuidas en tres secciones llamadas Salud Cannábica, Activismo Cannábico e Historias Cannábicas. Dentro de esos grupos, a su vez, hay títulos que participarán de las Competencias Internacionales de Largos y de Cortos, y/o de largos de Argentina y Uruguay. El foco en la producción en esos países no es casual. Si bien para la programadora todo Sudamérica “tiene una cultura y una lucha en común, ya que no solo nos hermana el territorio y el idioma, sino el ser países productores y víctimas de las violencias e intereses de los poderosos, que son también los mayores consumidores”, la vanguardia está en las dos costas del Río de la Plata. En la oriental, sobre todo.
“Uruguay es nuestro faro, el ejemplo que todo Latinoamérica tiene que tomar con respecto al cannabis, por el cual un Estado se hace cargo de regular el mercado y la producción”, opina, y sigue: “Argentina está dando pasos importantes; Chile, con esta nueva etapa de renovación en su dirigencia política que demuestra el carácter combativo de su juventud, seguramente sea el siguiente, y Brasil tiene una lucha muy importante desde las organizaciones. Poco a poco nuestra región va a ir generando las leyes necesarias para que se garantice el derecho a la salud, se despenalice el consumo, se deje de perseguir a lxs cultivadorxs para que no sea un negocio de laboratorios y terratenientes”.
Cine rioplatense
El apartado argentino-uruguayo reunirá seis títulos, varios de ellos con recorrido previo en la cartelera nacional, distintos festivales o en la plataforma Cine.ar. Como Tóxico, de Ariel Martínez Herrera y los protagónicos de Jazmín Stuart y Agustín Rittano, que allá por abril de 2020, cuando medio mundo atravesaba simultáneamente un aislamiento social inédito en la historia, alcanzó notoriedad pública gracias a una trama que se desarrolla íntegramente durante una…pandemia. “Ahí los personajes fuman y generan momentos donde pueden reírse a pesar del contexto, también los ayuda a dormir y hasta se cruzan con un personaje que cultiva. Pero el tema central no es el cannabis: el cannabis simplemente está y, casi sin querer, se compara con las miles de pastillas para dormir que uno de los protagonistas tiene escondidas como un tesoro”, analiza Bystrowicz.
Esa misma de naturalización recorre Ojalá vivas tiempos interesantes, en la que, “más allá de que el cannabis sea un elemento fundamental de la narración, la historia pasa por la vida de los personajes, sus amores y ambiciones”. La ópera prima de Santiago Van Dam sigue a Marcos, alguna vez un exitoso autor de libros infantiles que ahora vive sumido en el ostracismo mientras intenta escribir una novela adulta y, para sobrevivir, cultiva y vende una planta piscoactiva llamada Erytrina. Las otras producciones locales son Los visionadores, un homenaje “videófilo” pergeñado por Néstor Frenkel (Construcción de una ciudad, El gran simulador, Todo el año es Navidad) que recorre los lugares comunes –en especial, los relacionados con las drogas– de las películas nacionales producidas entre fines de 1970 y mediados de la década del 90. Y Madre Planta, dirigida a seis manos por Lisandro Costa, Alejandro Espolsino y Francisco López, sobre las experiencias de madres con hijos con patologías refractarias que recorren sin suerte el sistema de salud oficial buscando aliviarles el dolor.
Desde Uruguay vendrán Carmen Vidal, mujer detective, en la que la realizadora Eva Dans sigue a una particular detective adicta a la pizza, la cerveza y la marihuana que lucha contra un senador criminal para vengar la muerte de su colega; y Los últimos románticos, de Gabriel Drak, centrada en dos amigos de la infancia que cultivan y fuman marihuana en una pequeña ciudad costera rioplatense y se enfrentan a un elemento inesperado que entraña la oportunidad de que sus vidas cambien para siempre. Otros títulos uruguayos son los cortos Abducidos, de Agustín Álvarez, acerca de dos jóvenes que van a registrar el lugar donde hace dos semanas fue visto por última su amigo desaparecido, y 19172: Uruguay ¿Paraíso cannábico?, en la que el director Hernán Cabral muestra que, más allá de la ley que en 2014 legalizó el consumo, todavía existen la criminalización y las complicaciones para cultivadores, mientras las multinacionales se llevan los beneficios. Cabral, junto a Joaquín González, timonean los destinos de La esquina de Godot, que en la mejor tradición de las stoner movies tiene dos amigos que se juntan a fumar en una esquina y les suceden cosas extrañas.
La selección nacional se completa con tres películas. Una es Buenos Aires arlequín, de Diego Matías Cagide, situada en 2014 y cuya sinopsis promete el registro de “un submundo paralelo, un conjunto de figuras, personajes y movimientos atemporales que intervienen la ciudad a través de imágenes que construyen una realidad alterna”. La otra lleva como título el sugerente Porqué los detectives no fuman mariguana, de Santiago Korovsky, y es una sátira en clave policial negro que forma parte de una serie protagonizada por el propio realizador. La tercera es Embopa, de Aimará Schwieters, sobre dos jóvenes que durante un verano posadeño ven a unas chicas jugando a las escondidas, deciden espiarlas y en el camino encuentran una serie de sustancias que se disponen a probar.
Cannabis y medicina
Pero no solo de producciones argentinas y uruguayas se nutre la programación del FICC. Entre los films internacionales distribuidos por todas las secciones sobresalen los que analizan desde distintas ópticas los avances y las complejidades del uso medicinal del cannabis y el establecimiento de una industria a su alrededor, un tópico que todavía no ha penetrado en los realizadores locales aun cuando esté en la agenda del Congreso de la Nación. “Se inscriben pocas películas sobre la cuestión del cannabis industrial, es el tema menos explorado también”, cuenta la programadora, y recuerda: “En las ediciones anteriores hubo películas sobre plantaciones agroindustriales de CBD en Uruguay y la experiencia de cultivos masivos en tierras estatales para abastecer a las farmacias. Recuerdo un corto sobre la cultura cañamera en Chile, que supo ser una industria pujante antes de las políticas prohibicionistas”.
En esta edición se abordará la pata local de ese tema, principalmente, desde las mesas redondas, con especialistas que hablarán sobre la legislación de una manera integral. Esa mesa se realizará el miércoles 16 a las 18 en la Manzana de las Luces. “Siempre nos acompaña la Asociación Civil Proyecto Cáñamo Argentina, que fomenta una industria nacional del cáñamo con desarrollo sustentable y tendrá un stand el jueves 17, también en la Manzana de las Luces, donde se brindará información sobre el aspecto industrial”, dice Bystrowicz.
Dentro del corpus de películas con ese tópico se destacan la estadounidense Dennis: The Man Who Legalized Cannabis, de Brandon Moore, un recorrido por la vida de Dennis Peron, un activista por la legalización para uso médico que abrió el primer club de cannabis del mundo para pacientes con una variedad de enfermedades. A pesar de los arrestos y la intimidación por parte de las autoridades, Peron –sin vínculo sanguíneo comprobado con el General– fue coautor y principal propulsor de la propuesta 215, que en noviembre de 1996 convirtió a California en el primer estado en establecer la legalización con fines medicinales. Sobre los beneficios médicos versan también la canadiense High Hopes: The Business of Marijuana, donde la directora Donna Davies siguiendo las historias de consumidores y empresarios decididos a hacerse un lugar en el mercado de la marihuana, así como también Jack’s Garage, de Kim Saltarski, que narra la transformación de un hombre mientras descubre el poder del cannabis, devolviendo su cuerpo de la puerta de la muerte, y cómo luego se dedicó a compartir lo aprendido para ayudar a cientos de personas.
En Mrs Saltzman Goes to Jail, la estadounidense Rebecca Richman Cohen focaliza en el derrotero de Delores Saltzman, una bisabuela de 80 años que usa el cannabis para tratar una serie de dolencias y, en junio de 2018, fue arrestada por posesión porque su tarjeta de marihuana medicinal había expirado. The Discovery of Anandamide es una animación documental, dirigida por Silvana D’Mikos, que relata el descubrimiento científico del THC, el principal componente de la planta de cannabis; mientras que Sinergia narra lo ocurrido cuando el médico peruano Max Alzamora incluye al cannabis en el tratamiento de cuatro pacientes oncológicos.
Historia del cannabis en el cine
El periodista de Página/12 Ezequiel Boetti dará una charla titulada Historia del cannabis en el cine. Allí recorrerá la cambiante relación entre el cine y el cannabis, desde las películas norteamericanas de propaganda de los años 1930 y 1940 y las primeras producciones argentinas de la década de 1950, pasando por la revolución del “flower power” y el cine nacional clase B para el mercado hogareño de los ’80, hasta las nuevas miradas surgidas durante este milenio. Será el jueves 10 de febrero a las 18 en Lumiton Usina Audiovisual (Sgto. Cabral 2354, Munro), en el marco del Festival Internacional de Cine Cannábico que comenzará este jueves. La entrada es gratuita, pero con inscripción previa vía mail a [email protected]