“Durante años sólo estaba la Emilio Balcarce y la Escuela de Música Popular de Avellaneda”. Así era el panorama hace 20 años para quienes querían aprender a tocar tango. Hoy el circuito no sólo es mucho más diverso arriba de los escenarios, también se multiplicaron los espacios de formación oficiales (hay un posgrado en el conservatorio Manuel de Falla y una licenciatura en música argentina en la UNSAM, por ejemplo) e independientes. El proceso más llamativo es la proliferación de orquestas escuela. En el último Día del Tango, como parte de las celebraciones del género en la explanada del Centro Cultural Kirchner, se realizó el primer encuentro de estas agrupaciones: Semillero, Academia Tango Club y la Orquesta Escuela de Tango Nuevo confluyeron en el escenario para mostrar a los intérpretes y compositores en formación.
Además de estos tres proyectos hay otros, como Ballena Blanca, los espacios de formación de MUTAR (Rosario) y experiencias similares en Córdoba, Mar del Plata, Lomas de Zamora y Caleta Olivia. “Creo que esta proliferación es por la demanda de músicos que buscan una identidad y una pertenencia”, considera Quena Taborda, director y coordinador de estudios de La Academia Tango Club (que fue fundada por Rodolfo Roballos). “Los que estudiamos música en algún momento chocamos con la música globalizada y comercial y nos teníamos que definir, y en esa definición muchos encontramos nuestro lugar en tango, que tiene un reservorio muy potente en la danza, la música y la poesía”, plantea el bandoneonista. Hoy La Academia sostiene seis formaciones de orquesta típica, dos orquestas de guitarras y varios ensambles. En tanto, el pianista Juan Pablo Gallardo, fundador y director de la Semillero destaca que “el tango es un fenómeno social que no para de crecer, y así cuanta más gente haya interesada, más orquestas escuela habrá”. Para Gallardo, son muchos los motivos que llevan a este pequeño boom, pero lo central es un cambio a nivel interno. “Ya no tiene que ver con el valor del dólar, la devaluación, el turismo o las giras”.
Otro factor importante que explica el ascenso de las orquestas escuelas es la dificultad técnica que entraña el género. Javier Yokoo, que dirige la Orquesta Escuela de Tango Nuevo lo define con claridad: “es un género muy nerd, necesitás sentar el culo y estudiar muchas horas”. Por eso cada orquesta tiene espacios limitados y hace audiciones para incorporar a sus alumnos. Para quienes se adentran en los clásicos del género, el desafío es dominar al menos los cinco o seis estilos fundamentales, identificados con las orquestas más relevantes de la edad de oro (Pugliese, Troilo, Gobbi, etcétera). Para quienes se animen a las propuestas de hoy, la cosa pasa por identificar cómo los mismos elementos pueden utilizarse para buscar otras sonoridades. “Nosotros tenemos la posibilidad de que cada músico, cada director, nos puede visitar y transmitirnos estos yeites, porque no alcanza con el papel para tocar un tango”, explica Yokoo.
Cada uno de los directores consultados llegó a la decisión de formar una orquesta escuela por distintos caminos personales. Pero la idea, en los tres casos, fue la misma: poder transmitir el conocimiento a los que vienen atrás para hacer perdurar el género. Taborda y Roballos son ambos fueyes en la típica de Rodolfo Mederos. Los años con él los curtieron en la sonoridad de la típica y cómo pensar esa clase de arreglos. “Escuchar cómo se entrelazan las cuerdas con los bandoneones y todo con la sección rítmica, participar de una típica es una experiencia muy fuerte”, cuenta Taborda y en la voz se le advierte la emoción.
Gallardo –cuyo nombre figura últimamente como arreglador en los créditos de varios discos- llegó a formar el Semillero por otros motivos. “Había trabajado muchísimo en el ámbito del tango for export, casas de tango, cenas tango-show y giras con compañías de baile, así conocí el mundo y aprendí mucho, pero eso también me dejaba preso. La idea de Semillero fue dar un paso adelante y poner esas propiedades al servicio de gente que estaba interesada en aprender a tocar tango. Y fue una de las mejores decisiones que tomé en mi vida”, relata.
Yokoo, que comenzó de muy pibe tocando en la OT La Vidú y luego se pasó a La Martino, encontró la motivación en la tarea colectiva. La Martino ensayaba en el Espacio Cultural Benigno y en algún momento se propusieron organizar una escuela de tango. Eventualmente, quedó él al frente del proyecto y comenzó –cuenta- como una orquesta escuela como cualquiera, que interpretaba clásicos. “Fue una buena experiencia, pero no me sentía del todo cómodo. Lo más sincero era ir por otro lado, porque fui criado en este movimiento de tango del siglo XXI, yo no toqué nunca con un músico de Pugliese o de Troilo, me es más cercano hablar y explicar los arreglos del tango nuevo”, afirma.
De cada al futuro, aspiran a un nuevo encuentro de orquestas escuela al que se sumen más proyectos. Y también confían en que su trabajo no sólo alimente el género y lo haga crecer, sino que también dé a luz nuevas músicas. “Muchos de los que ya pasaron por una orquesta escuela ahora son grandes profesionales y abren nuevos caminos, lo que a mí me gustaría es que esto siguiera pasando”, se esperanza Taborda. Yokoo lo sintetiza, nuevamente: “estas orquestas escuela generan músicos que le dan continuidad al género. Nuestra idea es generar músicos que hagan tango nuevo”.