¿Qué quiere decir genealogía? ¿Quién es una chamana? ¿De qué hablamos cuando hablamos de artivismo? ¿De dónde viene la palabra lesbianismo? ¿Qué es el inexistente síndrome de alienación parental? ¿Y la interseccionalidad? Palabras que forman parte de conversaciones, debates feministas, y que traen una historia, una densidad, que se hace necesario conocer. Son sólo algunos de los cien términos que forman parte del Nuevo Diccionario de Estudios de Género y Feminismos, publicado por Editorial Biblos, coordinado por Susana Gamba y Tania Diz, que reactualiza el Diccionario publicado en 2007. Un librazo apto para tener a mano en cualquier escritorio, ya sea para consultar, o para desasnar a las personas que discuten sin conocer ninguna de las tradiciones que llevaron a acuñar estos conceptos desplegados en 600 páginas. Y una yapa: los prólogos de Eva Giberti, Dora Barrancos y Diana Maffia. El libro se gestó como una “revisión y puesta al día de significados” pero finalmente “resultó ser un nuevo diccionario, ya que prácticamente todos los conceptos daban cuenta de elocuentes transformaciones, al tiempo que muchos nuevos términos y cosmovisiones exigían su lugar”, escribió Susana Gamba en la presentación. O como dice el prólogo de Maffia y Barrancos: “Toda palabra tiene su historia, todo uso teórico de un concepto la tiene, pero en el campo feminista esto es lo más parecido a una vorágine. Los tiempos actuales son sin duda de una acelerada intervención en lo público y es la oportunidad que hace imprescindible contar con herramientas conceptuales consensuadas y confiables”.

La idea estaba latente desde hace tiempo. El Ni Una Menos de 2015, la movilización por la legalización del aborto en 2018, la proliferación de colectivas feministas en cada rincón del país, esa vorágine, hacían necesaria una actualización. “En realidad, la pandemia nos convocó a hacerlo, pero era necesario, porque la teoría feminista y las feministas se van a actualizando, han crecido, hay una producción impresionante en los últimos años”, cuenta Gamba, histórica activista, impulsora de la Fundación Agenda de las Mujeres. Señala la urgencia. “Lo que convocó fue que en una actividad del Centro Cultural Kirchner, por el 8 de marzo, a la que no pude ir, alguien me dice: ‘Ay, vi tu diccionario, el de 2007’. Y era algo que estaba supuestamente agotado, que estaba atrasadísimo, entonces con Tania nos comunicamos, surgió la idea de hacer un nuevo diccionario”.

La producción teórica, la praxis feminista, está en un espiral que requería otras miradas. “Si pensamos que nosotros usamos teorías, todavía, de los años 70, por ejemplo, en producción teórica una diría que 15 años no es tanto tiempo. Lo que pasa es que el crecimiento y la diversidad de las teorías y de las reflexiones feministas es tal que, efectivamente, no podíamos tener en la librería ese diccionario de 2007”, dice Tania Diz, que doctora en Ciencias Sociales, investigadora del CONICET. Se pusieron a revisar qué conceptos iban a mantener, y cuáles debían actualizar. “En realidad, quedaron muy pocos conceptos de la versión anterior, que están marcados en bastardilla. Después hubo una gran cantidad que fueron actualizados, efectivamente y la gran mayoría son nuevos, directamente”.


Repensar la teoría con mirada propia

La mirada situada fue tomando su lugar. “Nos dio mucha satisfacción notar el crecimiento del activismo como el crecimiento teórico de la producción nuestra, porque si vos comprarás cualquier término del 2007, son términos escritos mayormente por argentinas, muy atravesados por las teorías de los países centrales. En cambio, ahora, también sucede eso, pero hay mucha intervención, una pluma mucho más legitimada para pensar y para repensar la teoría con una reflexión más nuestra”, dice Diz.

El Nuevo Diccionario tuvo una acogida diversa, que va desde juzgados que lo compraron para la formación en género, hasta estudiantes, docentes de Educación Sexual Integral, la UNESCO, que lo va a distribuir. “El público, las lectoras, son tanto las militantes, las activistas, como también para toda la cuestión teórica, académicas, de investigadoras, periodistas, es muy útil. Muchas dicen que es como un libro de cabecera, que lo tenés ahí para consultar. Aparte, cada concepto tiene una bibliografía mínima para poder ampliar”, suma Gamba.

Tania cree que se trata de una lectura de “iniciación”, pero también considera que abre a “un cruce que es buenísimo, porque en definitiva es una entrada de lectura. Que el activismo te conduzca a una reflexión más sólida sobre lo que estás pensando está buenísimo”.

La bienvenida al diccionario dio cuenta de cómo hacía falta. “Hicimos una dirección de correo electrónico [email protected], para venderlo directamente, porque nos interesa la difusión y de hecho lo seguimos haciendo”, cuenta Tania, que resultó conmovida por la difusión en redes que derivó en experiencias inesperadas. “Tuvimos una cantidad de gente, mayormente de mujeres jóvenes, que venían a mi casa a buscar el diccionario. Y era algo muy festivo. Porque recién era la salida de la pandemia, y claro, yo después de dos años encerrada dando clases en una pantalla me encontraba en contacto con un montón de gente, con la que se daba una empatía inmediata, nada más que por el diccionario y la verdad que eso fue algo muy alegre, que nos alegró mucho a todas. Incluso me pasó de pibas que venían a buscar tres, cuatro diccionarios y se sacaban fotos en la puerta de mi casa. Es como insólito eso en un libro”, relata todavía alborotada.

Y también la apropiación de quienes escribieron cada uno de los conceptos. “Muchas lo quieren presentar, por ejemplo, ahora, quien escribió sobre feminismos negros (Gladys Flores) lo quiere presentar en Lomas de Zamora. O sea, quienes escribieron se sienten parte, con todo derecho y lo difunden, por supuesto, como propio. Es una red importante. Y con la pandemia, pudimos hacer solamente presentaciones virtuales, pero esperamos que en algún momento se nos permita hacer presentaciones presenciales”, se entusiasma Gamba.

Las protagonistas toman la palabra

Las activistas también toman la posta de la producción teórica. “Antes eran las especialistas las que escribían, por ejemplo, sobre las disidencias. Ahora, no han querido. He llamado a especialistas y nos dijeron ‘que escriban las protagonistas’”. Otro cambio es la ampliación de las teorías a partir de las experiencias comunitarias: “Antes había dos conceptos de feminismos, ahora están los feminismos negros, decolonial, del Abya Yala, tenés diez o doce conceptos que abordan los distintos feminismos. Es muy amplia la gama de toda la producción de todos estos años, que es propia del continente. Las mismas protagonistas van produciendo teoría”, continúa.

En un momento de fuertes tensiones entre las distintas formas de abordar los feminismos, el sujeto político, las políticas del cuerpo, el Nuevo Diccionario se hace cargo de las disputas que hoy atraviesan a los feminismos. “Propusimos una cuestión abierta y que confronta opiniones. Sabemos que los feminismos tienen grandes tensiones con muchos temas, y justamente discutimos mucho que tenían que estar presentes ambos. Por ejemplo, el tema de prostitución, abolicionismo y trabajo sexual. El tema de inseminación, lo que para algunas es una explotación del cuerpo de las mujeres y para otras es una derecho. Hay varios temas así. Es una obra abierta que respeta las distintas opiniones y que da cuenta de lo que son los feminismos hoy”, sigue Gamba.

Siempre existieron esas diferencias, aclara, para alejar cualquier imagen idílica de feminismos homogéneos. “Sobre ese tema he sido estudiosa, y siempre hubo tensiones, siempre hubo diferencias, son históricas, incluso en la primera ola. Pero con el crecimiento del movimiento, se han exacerbado de una manera exponencial, así que había que dar cuenta de los distintos feminismos”.

Heterogeneidad fue la palabra clave. “Tenemos feminismos negros y también etnicidad. Entonces, son dos entradas completamente diferentes que están hablando del mismo tema. Sin embargo, una es bien militante y la otra es bien teórica”, cuenta Diz. Y desde ya que “no hay una bajada editorial que haya uniformado la escritura”.


Distintas edades, distintas provincias, distintas teorías

Las coordinadoras tuvieron en cuenta, y buscaron especialmente, que no haya sólo voces ya consagradas. “Hay tanto teóricas súper reconocidas como activistas y jóvenes, que está lleno de muchísimas jóvenas súper inteligentes que son investigadores de la Facultad, Tania ha aportado muchísimo ahí, con investigadoras que en 2007 recién empezaban y ahora son súper calificadas. Hemos tomado en cuenta distintas edades, distintas provincias, distintas teorías, distintas miradas, hemos tratado de que sea lo más heterogéneo posible”, sigue. Nombra a Maffia y Barrancos, por supuesto, pero también a Mónica Tarducci y Mabel Gabarra entre las que fueron aportando miradas, nombres, propuestas.

Es imposible listar a las 100 personas que escribieron, pero vaya como muestra que Eleonor Faur escribió sobre cuidado, Marlene Wayar sobre disidencia sexo-genérica, Florencia Partenio sobre División Sexual del Trabajo, Mabel Gabarra sobre Femicidio/ feminicidio, Lara María Bertolini y Mateo Caro Morales sobre identidad travesti y Moira Pérez sobre interseccionalidad, Mabel Alicia Campagnoli escribió sobre aborto, y la entrada de ecofeminismos fue escrito por Aida Maldonado Zapletal. Economía feminista tiene la pluma de Corina Rodríguez Enriquez. Marta Fontenla escribió de abolicionismo, y Déborah Daich sobre trabajo sexual, entre muchísimas otras entradas que cuentan con referencias bibliográficas para profundizar.

Diz hace un alto ahí, y recuerda la trayectoria de su compañera, una de las pioneras del activismo feminista. Susana Gamba había trabajado con denuedo para incluir al feminismo en el Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas, nacido con la recuperación democrática, en colaboración con Torcuato Di Tella y Hugo Chumbita. En 2007, el Diccionario fue el primero en su tipo en América Latina. “Más allá de las consultas, Susana abre todas esas relaciones dentro del feminismo, así como a mí me resulta más fácil pensar la parte académica, porque estoy en ese tema, a Susana le resulta muy fácil pensar toda la parte que viene más de la militancia”, dice Diz.


Una comunidad de sentidos compartidos

El prólogo de Maffia y Barrancos da cuenta de esa enorme posibilidad que abre, también, el diccionario. “Un vocablo clásico debe vérselas con los regímenes teóricos y políticos del tiempo presente y, por lo tanto, es la revelación de un curso histórico. Pero justamente en esta circunstancia emerge otro desafío, que es el de evitar la presunción de constituirse en material enciclopédico. Recorrer el diccionario tiene algo de lúdico, de dejarse llevar por la arbitrariedad del orden alfabético hacia la comunidad de los sentidos compartidos. Y en un diccionario feminista, la comunidad es feminista”.

Crear comunidad, sentidos comunes, es, entonces, la mayor aspiración para un diccionario que permita leer una época de los feminismos, y brinde herramientas para quienes hoy están en las calles, llevando su práctica a cada espacio. Es una forma de generar acuerdos, y habilitar debates.

La formación feminista se convierte, también, en una necesidad. “Hay muchos que te discuten feminismos, y para eso es importante que cada una tenga la genealogía, que se apropie de los contenidos. Vos ves que discuten a veces sin ninguna formación, sobre todo las jóvenes, las nietas de las brujas. Me parece esencial la formación. Para avanzar necesitas no ir a ciegas, sino tener conocimiento”, expresa Gamba.

Diz va un poco más allá. “Esto que dice Susana lo veo mucho en ámbitos como la Facultad. No sólo las jóvenes, sino personas que también recién llegan a estas preocupaciones y empiezan a hablar de género, porque está más o menos de moda, entonces, empiezan a decir palabras, la que sea, incidencia, género, teoría queer y en realidad no tienen la más remota idea y se desconoce cuál es la tradición teórica de la que se está hablando. En ese sentido creo que es muy importante, sino es como que no se avanza en la producción de conocimiento”.