La marcha del 1 F fue calificada como histórica, y algo de eso se vivió entre quienes llenaron la Plaza Lavalle y alrededores. Fueron muchos --y muchos "sueltos"-- los que se sintieron convocados frente al Palacio de Tribunales --nunca tan percibido como un espacio justamente palaciego, ajeno y disociado, ligado a otras épocas y sistemas de gobierno-- para pedir, muy concretamente, que el Poder Judicial cambie y que sus máximos representantes también, que la Justicia le sirva a la gente y no al revés, que quienes la necesitan se sientan "bien tratados". Hubo una pregunta reveladora en su simpleza que hizo el juez Ramos Padilla: "¿Alguien me puede decir que lo han tratado bien en Tribunales?".
La respondían, de manera brutal, los muchos carteles caseros que se vieron en esta marcha, sin consignas, sin adjetivos, sin pedidos de renuncia. Con una sola palabra, una demanda urgente: "Justicia". Un nombre: Camilo, Karen, Cecilia. Una foto, un rostro joven. Un número de caso, de expediente, el nombre de un juez o de una jueza, de un fiscal.
A veces, también un número de años: "Dos años sin justicia"; "Tres años sin Luli". Carteles, remeras con fotos y frases: "Justicia para nuestra amiga Maite. Maite, te queremos". Hasta volantes hechos a mano explicando el caso, con un número de teléfono puesto con sello de goma: "Justicia por mi hijo Camilo. Esta causa se encuentra frenada desde hace dos años en el juzgado N° 50 de Carlos Bruniard, dicho juzgado no consigue los insumos para realizar las pruebas de ADN del agresor ni tampoco la optimización de las imágenes de las cámaras de los vecinos".
Son gritos desesperados contra un sistema que ha vuelto a estas historias números de expediente, y que en todas y cada una está demostrando que falla. También por esa justicia que se reclama y no llega se ha movilizado esta plaza.