“Mi enfoque es jugar con la tensión: seducir a la gente con formas interesantes y paletas de colores delicadas para que, una vez que haya capturado su atención, reconozcan que las esculturas están hechas a partir de basura, de desechos desgastados por permanecer durante años en el océano”, anota Thirza Schaap respecto de Plastic Ocean, serie en curso que empezó su andadura hace unos cinco años, en pos de transmitir “una sensación de dolor ecológico”. Oscilando, dicho está, entre la atracción/repulsión, porque “a primera vista los objetos que reutilizo no dan repelús, al contrario. Pero tras esa reacción inicial, el encanto se desvanece y resulta imposible pasar por alto la contaminación que implica”. La intención de Schaap, de hecho, es ofrecer un recordatorio claro y constante de los peligros del descarte desmedido, “a partir de composiciones mínimas y estéticamente agradables” que invitan a mirar más de cerca. La meta última, al final del día, es que “las personas vean en mi materia prima, la misma basura que ellas generan, para que reaccionen y piensen mejor al momento de ir al supermercado y hacer las compras la siguiente vez”.
“Cuando era niña, solía caminar por las playas recogiendo conchas marinas, plumas y ramas que tuvieran formas divertidas. Ahora, en vez de recolectar tesoros naturales, me lleno los bolsillos con porquerías: desde cepillos de dientes hasta tapas, ojotas, recipientes; en fin, plástico y más plástico arrojado a los mares”, subraya la mujer holandesa, que reparte su tiempo entre Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y Ámsterdam (Países Bajos). Dice Thirza que entiende su trabajo como “una suerte de Vanitas del siglo XXI, es decir, una obra que resalta la fugacidad de la vida, la certeza de la muerte como fin inevitable de los placeres mundanos. Aquí, sin embargo, he cambiado los íconos tradicionales de lo efímero, lo mortal y la riqueza por botellas, bolsas, tazones; artículos de un solo uso que devienen recipientes vacíos de destrucción”. Para cuestionar -en las palabras de la artista- el consumo desenfrenado y lo qué valoramos hoy día, a partir de una obra que es “una paradoja extravagante, lúdica y pop”.