“Tampoco es cosa de creerse mejor por comprar la aceituna con anchoas o castañas de cajú. Pero a Lautaro eso le parece símbolo de otro asunto: no es la aceituna en sí, sino lo que implica. Es fácil en el supermercado, en la vida no es lo mismo, dice Jezy. Sí, porque hay situaciones en las que decidir por lo mejor va de la mano de la tranquilidad económica, Jez. Y a veces es una cárcel (responde ella)”, se lee en Gerlihogar, la nueva novela de la escritora Maricel Santin, editada por Indómita Luz.
Las cercanías de las fiestas, el verano, la elección del destino para las vacaciones, lejos de entusiasmar a Jezy, la protagonista, la confunden y apabullan. No sabe si ir al brindis de fin de año de su trabajo, que se ha vuelto aburrido y rutinario y tampoco encuentra lugar a dónde ir que no sean las playas de Brasil a donde iban todos los veranos antes de que apareciera el coronavirus en el mundo. Finalmente se deciden por los ríos de San Luis y de Córdoba y allá van con Lautaro, su pareja desde hace algunos años.
Si bien su infancia y adolescencia las pasó en Gerli, conoció a Lautaro mientras estudiaba en la Facultad y luego de casarse se compraron un terreno en Ingeniero Maschwitz y construyeron una casa con galería y pileta de natación. “Son de Gerli, Lau, conocen a toda mi familia. Casi me muero de la sorpresa”, le dice Jezy a Lautaro durante sus vacaciones. “Somos clientes en Gerlihogar. Bah, nosotros no porque no tenemos un mango. Mis viejos, de toda la vida”, dice la pareja con la que se encuentran. Ante la pregunta de por qué se fue de Gerli, la protagonista explica que se mudó a Capital "apenas terminé la secundaria, Lautaro no conoce mucho por allá”. “Así que no conocés Gerli, flaco”, le preguntan, “Te perdés todo. Ahí está la verdad de la milanesa. A mí no me sacás ni loco”, dice el personaje.
Jezy se angustia, no entiende qué le pasa, pero se angustia. La novela cuenta un viaje y una estadía y es a la vez un camino de búsqueda de la protagonista, de búsqueda y de interrogantes: qué es el amor, cómo se vence a la inercia, hay algo menos erótico que la rutina y la comodidad. La idea de largar todo y empezar de nuevo recorre las 122 páginas de esta nueva novela de Santin, actriz y escritora nacida en Lanús en 1978. Qué tiene de bueno una relación en la que la pasión, la risa, la diversión y la empatía casi no existen. Por qué quedarse ahí.
“La sencillez con la que fue escrita Gerlihogar, su dinamismo, el uso de un lenguaje coloquial bien argentino, la fluidez con la que la pluma de Maricel Santin avanza en la construcción de su personaje principal, Jezy, van desembocando en una atrapante complejidad que trasciende por mucho la historia individual de una chica abrumada por su trabajo, cuya vida amorosa no termina de satisfacerla”, se lee en la contratapa las palabras de Paula Jiménez España. “Esta novela es mucho más que eso: es un viaje, que como todo viaje, siempre es hacia el propio interior (aunque el escenario aparente se reparta entre Córdoba y San Luis). Es el retorno desde la vida actual en Ingeniero Maschwitz a otra pasada en Gerli. Es la revisión de un agitado historial amoroso que encontró en la elección de Lautaro, la mesura, el borde al desenfreno de las formas conocidas”, dice Jiménez España.
Gerlihogar es también una novela sobre una familia obrera y las aspiraciones de Jezy por pertenecer al universo de Lautaro pero a la vez de querer volver a su casa peronista en donde ni bien abre la puerta siente el olor a tuco que prepara Carmen, su mamá. La desesperanza de su hermano, la falta de dinero para llegar a fin de mes y las cosas no dichas por años y años también recorren estas páginas. Como dice Paula Jiménez España: “Los tabúes, las preguntas, las vergüenzas excluidas del propio relato biográfico, retornan en estas páginas pidiendo integración, refugio en la identidad. El camino va hacia atrás y avanza poniendo luz en el presente –que es siempre el resultado de una contradicción- para hacerla descansar en ella y al ojo conmovido del lector, de la vorágine de la juventud”.
Gerlihogar fue editada por Indómita Luz Editorial y la UTEP y en la primera página se lee: “hacemos propia la demanda de una Ley que promueva la creación de un Instituto Nacional del Libro, un organismo que apoye, promueva y fomente la actividad de la industria del libro, y su desarrollo sostenido y creciente, con una mirada federal, plural y equitativa, garantizando el trabajo, y la bibliodiversidad. De esta manera nos sumamos a la lucha de lxs escritorxs y demás trabajadorxs del sector que bregan por esta ley, una tarea pendiente del Estado para con un área estratégica de la cultura nacional”.