Víctor Hugo Morales nunca se queda encasillado: cruzó el charco desde Uruguay como relator de fútbol en el `81, pero rápidamente fue conductor de programas de radio y televisión, autor de libros de investigación y poesía, recorrió diversos géneros musicales en distintas radios, columnista en medios gráficos y digitales, también tuvo participaciones en películas y documentales. Pero había un área que no había abordado. Amante del teatro desde las butacas, este jueves se estrena El reproche, su debut como autor teatral. “Sometí el texto a la crítica de amigos y gente de teatro en distintos momentos. Y las devoluciones me fueron entusiasmando”, cuenta Víctor Hugo a Página/12. “Mientras lo escribía me reía un poco, me emocioné bastante, y me fui encariñando con lo que había hecho. Tengo pudor por decir cuánta confianza le tengo a la obra y demás, pero salgo a la cancha con una cosa en la que creo mucho”, dice sobre el espectáculo que estará los jueves a las 20 en el Teatro Picadero (Enrique Santos Discépolo 1857).
La primera versión de este texto vio la luz en el marco del ciclo radioteatros 750 durante la pandemia, en las voces de Cecilia Roth, Divina Gloria y Marcelo Subiotto. Con retoques para adaptarlo a las tablas, en la obra, con tono de comedia, se cuenta la historia de Julia y Javier, una pareja de escritora y periodista exitosos en sus carreras, pero que una noche, mientras esperan a una amiga que va a cenar, reciben un regalo con una tarjeta que dice algo sobre el pasado que lo puede cambiar todo. Los celos y las inseguridades mueven los cimientos de la relación, más en un mundo en el que las cosas están cambiando y a algunos le cuesta adaptarse a los nuevos paradigmas sociales. “El reproche habla de las expectativas que los hombres tenemos en la absoluta fidelidad de la mujer mientras nosotros supuestamente podemos actuar de otra manera”, analiza el autor. “Viene culturalmente en el tiempo, indudablemente ahora ha cambiado y es una incomodidad para la vida de los hombres”, explica.
-La obra aborda el tema de un cambio cultural a partir de la potencia que el feminismo logró en estos últimos años. ¿Por qué eligió este tema para su obra?
-Tuve siempre muchísima admiración por las mujeres que podían romper con lo patriarcal, como Rosa Luxemburgo o Marie Curie. Me resultan personajes extraordinarios y muy valientes. Toda esa postergación de sueños y realizaciones históricas que tuvieron que sufrir las mujeres, lo que tuvo que luchar cada mujer que escribió novelas, que quiso ser actriz, o científica. Así, en la vida real y la ficción los personajes femeninos siempre fueron muy cautivantes para mí, pensando en el inmenso coraje que tenían para enfrentar un establishment patriarcal. Y esto acentuado cuando tenés hijas y empezás a pensar en sus derechos, su realización, y las ves confrontar con un medio machista, por ahí también viene una impronta que te ayuda a pensar el feminismo. Pero además está el hombre. A veces lucimos muy perplejos ante estos cambios, muy desacomodados. El cambio que se ha producido es extraordinario, y hay que hamacarse con eso, adecuarse. No solamente para los hombres esto es un problema sino para las propias mujeres, porque se establecen códigos distintos en las relaciones. En algunos casos se vuelven formas de muy liviano compromiso frente al más profundo que antes asumían cierto tipo de vínculos, y eso también desacomoda a la mujer. Las expectativas mutuas hombre-mujer en lo que se va a exigir de cada parte son distintas.
La puesta teatral está dirigida por Julieta Otero. Claudio Da Passano y Mayra Homar le ponen el cuerpo sobre las tablas. “Escribí muchas cosas en la pandemia porque es algo que me fascina: un libro (Batalla cultural. Mentiras, infamias y omisiones del monopolio mediático, editado en 2020), pensé en hacer algo de teatro que no salió y después apareció esta idea con la que me fue bastante mejor”, detalla. “Y vino la búsqueda de algo más teatral porque lo que había era un texto en el que una pareja y una amiga de ellos discutían sobre las cosas del amor, pero en ese momento no había teatro. ¡Espero que lo haya ahora!”, se entusiasma, “porque me sometí muchísimo a las indicaciones, pedidos y exigencias, podría decirse, de Julieta Ortega que veía que el texto tenía una posibilidad pero que había que darle un contexto teatral en el movimiento”, destaca el periodista uruguayo.
-¿Y por qué abordar este tema en tono de comedia?
-Yo no busqué escribir una comedia, escribí cosas que sentía sobre una situación planteada en términos de pareja y trataba de resolverlo en el diálogo. Es un ejercicio que hago permanentemente, como si jugara al ajedrez conmigo mismo, y de cada lado que me pongo quiero hacer la mejor jugada posible. Entonces, lo que me propuse fue avanzar en un diálogo en el cual las personas discuten tratando de tener razón en una situación conflictiva. Después sentí que era algo de comedia, y me pareció extraordinario porque la comedia no es una cosa cómica. Algunos pueden entenderlo de esa manera, pero creo que la comedia es un lugar en el que cabe el humor en el sentido dramático de la vida. Lo dramático que tiene humor al mismo tiempo. Hay un tono de comedia y detrás hay cuestiones desgarradoras de la vida. Me parece que la definición de comedia de El reproche es como un respeto al género, al medio, a los escritores y al mundo del teatro, que yo adoro y del que soy un deudor fervoroso.
-La escritura es una práctica habitual para usted, y es amante del teatro. ¿Se había puesto como objetivo escribir una obra?
-Como también me surge escribir una novela, y simplemente no he podido volar con eso y a lo mejor ya se me hizo tarde. Es una trampa en la que siempre pensamos, que se cumplieron los plazos, que si no hiciste tal cosa para qué la vas a hacer. Hasta ya tengo el título de una novela que empecé, de esto hace como treinta y cinco años, retomé las diez páginas que habían quedado de base unos años después y nunca funcionó lo que me salía. Cuando vas a escribir una sola cosa querés que sea buena de verdad, y yo tengo buen nivel de exigencia, espero haberlo tenido también con la obra de teatro, como para no aceptar cualquier cosa que salga. Tenés que creer en lo que estás generando, en el mensaje que estás queriendo dar. Mi inquietud en ese sentido es constante. No es que cada tanto se me ocurre hacer algo porque me aburo. No, es una constante búsqueda con muchísima frustración por mucha autoexigencia, por mucha autocrítica, y también quizás por algunas limitaciones que tengo que reconocer.
-El año pasado dijo que quería descansar un poco, que ya no tiene la energía de antes, pero sigue embarcándose en proyectos nuevos.
-Esto vendría a ser una cuestión aliviadora, que va en el vientre del mucho trabajo que me toca como periodista. En realidad, estoy efectivamente con la sensación de que ya está, basta de mí. Sobre todo en la televisión, en la radio no. Del canal muchas veces salgo con la sensación de que digo siempre lo mismo, que me repito, y eso quizás sea lo cansador. Por eso la búsqueda de los poemas, un intento de una obra de teatro, una obra de teatro que sale y se pone en marcha. Fijate que yo esta semana estoy más pendiente de lo que va a pasar con el estreno que de todo lo demás. Me ayuda. Creo que la diversidad, la búsqueda, la curiosidad, la impaciencia por saber, por aprender, por desafiarte, es el mecanismo aliviador de la vida para no cansarte, para no hastiarte, sobre todo en una profesión como el periodismo que nos pone permanentemente cara a cara con una realidad tan espantosa como la que el mundo muestra.
La novela pendiente
Víctor Hugo viene trabajando, de manera espaciada, sobre una idea de novela que combina su interés por la educación popular con sus recuerdos de infancia. Tanto, que el título que pensó para ese libro es el saludo a su maestro en la primaria. “Tiene que ver con los cambios profundos que se produjeron en la educación a raíz de las dictaduras, particularmente en Uruguay, y que con la dictadura se había cambiado abruptamente la calidad de los profesores que a mí me dieron clase. Y había cambiado en términos que me dolían muchísimo”, señala, pero confiesa que todavía “no salió. Se llamaría Buenos días don Ernesto. Es el saludo al profesor más querido que tuve, y ese buenos días don Ernesto en un momento se suspende porque lo saca la dictadura, y ahí viene el cuerpo central de la idea que tenía. Pero no pude volar con eso. Todavía sigue siendo una materia pendiente”.
Pero asegura que la veta novelística la desarrolla en sus libros de investigación periodística y ensayos, en donde pone en práctica el tempo literario. “En mis libros siempre hay una búsqueda novelística”, arranca. “Son periodísticos, pero en todos los libros agarrás capítulos enteros que son novelitas, hechas sobre las circunstancias reales, pero están escritas con el ritmo de una novela. Sobre todo capítulos de Papel Prensa, el grupo de tareas, de Audiencia con el diablo o de Un grito en el desierto de los que me siento particularmente orgulloso”, dice, y cuenta que hace tiempo quiso adaptar Un grito... en una “obrita de teatro. Como no me salía fui a verlo a Tito Cossa. Hablamos y después quedó un poco en el aire, porque yo creía que era material para una obra de teatro pero a veces hablás y quedás para la semana que viene, y eso es dentro de treinta años…”, concluye.