Darío Sztajnszrajber tiene una gran virtud: facilita la comprensión de aspectos que, a priori, son difíciles. Su manera de pensar la filosofía lo ha acercado a un público masivo, y demostró que no necesaria ni exclusivamente la divulgación de la filosofía debe estar enclaustrada en las academias. Este jueves a las 20 se encontrará nuevamente con espectadores con diferentes maneras de pensar ya que brindará la charla Deconstrucciones: el amor, el poder y la muerte, en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131) para desanudar algunos conceptos clave que atraviesan a todos y todas.

¿Cuál de los dos temas son los más importantes para el ser humano? ¿El amor o la muerte? “Cuando das una clase de filosofía y nadie te está atendiendo, se sabe que hay tres temas que automáticamente generan la atención de todos: la muerte, Dios y el amor. Es instantáneo. Nadie te está escuchando y de repente arrojas por ahí un ‘¿Saben que la muerte es inminente, o sea que cualquiera puede morirse ahora?’. Y tenés a todo el mundo con la disposición a pleno”, señala el filósofo en diálogo con Página/12.

Para Sztajnszrajber, la muerte “es un tema más capital, más raigal porque es la que nos define en términos de finitud”. “O sea, somos lo que somos porque morimos”. El filósofo recupera a Byung Chul Han, quien juega en un libro con la idea de “muero, luego existo”. “El morir nos estructura, delinea un determinado tipo de existencia, tanto individual como social. Y no es casual que nos hayamos convertido en una especie que niega a la muerte, o sea, que se niega a sí misma. No hacemos otra cosa que esquivarla, que huirle en el sentido de no pensar en ella”. Sztajnszrajber cita también a Platón: “La filosofía es un ejercicio para la muerte”. “Haciendo filosofía no resolvemos el problema de la muerte sino que convertimos nuestra existencia en problemática, dado el hecho de que nos vamos a morir”, dice el autor de Filosofía a martillazos, entre otras publicaciones.

“El amor es ese deseo por querer por un lado comprender este límite, pero también por trascenderlo. Creemos que amando podemos trascender a la muerte. A veces siento que depositamos en el amor demasiado poder salvífico. Tal vez la pregunta sería: ¿cuál de ambas ausencias nos transformaría en algo no humano? Ambas nos convertirían en otra entidad, nos transformarían ontológicamente. Tanto un ser humano que ya no muere como que ya no ama. Yo no lo vería como algo distópico sino como un interesante ejercicio de reflexión sobre nosotros y nuestra actualidad”, plantea.

-Los psicoanalistas suelen decir que la elección del amor es siempre inconsciente. ¿Vos qué pensás?

-Lo extraño es que el pensamiento crítico suele ser muy desenmascarador de los modos en que el sujeto moderno se cree libre y autónomo, pero con el amor deja toda crítica de lado, ¿no? Parecería que cuando elegimos lo que sea, en realidad nos están induciendo a elecciones a partir de dispositivos previos que nos condicionan, pero cuando te enamorás creés realmente que es un sentimiento auténtico que nace de tu “corazón”. Hay algo incalculable en el amor. Incalculable, inconveniente y hasta injusto. No hay cuenta que nos garantice de quién conviene enamorarnos. En general suele ser al revés: nos enamoramos de lo más inconveniente mientas que lo más conveniente no nos despierta ninguna atracción. Ni tampoco el amor es un ejercicio volitivo, una decisión de la voluntad. Yo digo “vamos para allá” y mi cuerpo me responde, pero digo “acá mejor no te enamores” y no solo el cuerpo no me responde, sino que parece estar esperando esta deliberación para actuar exactamente al revés. No hay meritocracia en el amor. Nadie se enamora porque hizo bien las cosas. Hay algo a destiempo siempre en el amor. Justamente su poder está en que se nos escapa permanentemente de lo que queremos que suceda.

-¿Se puede responder desde la filosofía la pregunta acerca de qué es lo que hace que un sujeto se enamore?

-La teoría del amor como búsqueda de la otra mitad nos hizo creer que cuando uno llega a un vínculo realmente recorrió un amplio margen de posibilidades, pero la endogamia es total. Solemos enamorarnos de alguien muy cercano y no solo en lo territorial sino sobre todo en su identidad. Solemos enamorarnos de alguien muy parecido a nosotros. De ahí el éxito de la metáfora de la otra mitad que si es mi otra mitad, es similar a mí. ¿De quién me enamoro en la metáfora de la otra mitad? ¿Por qué estoy buscando algo demasiado cercano a mí mismo? Es en este acto que pierdo la posibilidad de encontrarme con el otro y a mí me interesa un amor cuyo propósito sea esa relación conflictiva con el otro. En la idea de la otra mitad suelo proyectar mi necesidad sobre el otro y convertirlo en lo que yo necesito que el otro sea. Y de ese modo, lo anulo al otro, lo "desotro". Termina siendo un amor con uno mismo que usa al otro para su necesidad. Creo que el amor es el otro. Y el otro nunca cierra. El amor es conflicto porque se encuentran dos diferencias que para seguir siendo singulares nunca tienen que cerrar. De ahí que el único amor verdadero sea el amor imposible…

-¿El deseo tiene sentido porque existe la muerte? Porque si no existiera la muerte habría tiempo de concretar todos los deseos probablemente…

-Ja. Dicen también que si no existiera la muerte, directamente no existiría el deseo. Recuerdo el famoso cuento de Borges, “El inmortal”, donde un ser inmortal permanece recostado más de 80 años hasta que se confunde con el suelo. Cuando Heidegger define el ser para la muerte lo que nos propone es realmente pensar que el acontecimiento de nuestro propio morir delinea, define y determina todo lo que hacemos. Por eso el sustraernos de la muerte sería tan revolucionario: no se trataría de dejar de morir y ya, sino de un cambio en la ontología misma del mundo. A tal punto que hoy no podemos ni siquiera imaginarnos ese hecho, ya que lo pensamos desde categorías propias de la finitud. El día que seamos infinitos, nada de lo que pensamos desde lo finito, creo, se mantendrá en pie. Por eso hay mucha resistencia y muchos que defienden el carácter finito de lo humano como un valor. Hay que defender la conciencia de finitud frente a aquellos que se aprovechan de nuestro miedo para bajar su línea, pero claramente no hay mañana que no me despierte con la angustia de saber que en cualquier momento me puedo llegar a morir…

-El ser humano es el único ser vivo que no acepta su límite como ser biológico. Por eso siempre van existir las religiones y las drogas porque toda idea que le proponga al ser humano un más allá siempre lo va a convencer. ¿Vos qué pensás?

-El modo en que pensamos el más allá está contaminado por el modo en que nos imaginamos ese mas allá desde este más acá. Creo que primero hay que ir por una deconstrucción de esta soberanía humana demasiado creída de sí misma. Los límites no necesariamente tienen que ver con la muerte e igual no los aceptamos. A mí lo que me sorprende es la demasiada confianza que tenemos en todo lo que nos pasa. La finitud tiene que ver con la muerte, pero también con este tipo de cuerpo, de movimiento, de estar arrojados a cierta forma de pensar y sobre todo de hablar. La palabra nos marca un límite. Y el límite es antes que nada frente a la concepción muy de nuestra cultura de que lo podemos todo. De hecho al Dios que inventamos lo hicimos omnipotente. Feuerbach decía que toda teología es una antropología. Resistirnos a los límites es una cuestión de poder. Adán y Eva no “pecan” por curiosos, sino claramente por una cuestión de poder…