Juntas pudieron construir confianza y compartir sus vivencias en el acceso a la salud sexual y reproductiva. A lo largo de dos años -2019 y 2020- ochenta y tres mujeres con discapacidad de distintas regiones de Argentina (NOA, NEA, Centro y Buenos Aires), se reunieron para trabajar colectivamente en los talleres del proyecto Desear (Derechos Sexuales y Reproductivos en Argentina). Aparecieron angustias y dolores pero también otras emociones que resonaron y movilizaron experiencias propias. Porque en nuestro país, la mayoría de las mujeres con discapacidad no puede acceder a servicios de salud sexual y reproductiva que sean respetuosos de sus derechos. La iniciativa de los talleres dio lugar a la publicación del libro de Desear es mi derecho. Sexualidad y autonomía de las mujeres con discapacidad, una guía que acerca conocimientos, da herramientas para ejercer derechos y tomar decisiones. Los talleres fueron convocados por REDI (Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad), donde conversaron acerca de temas como autonomía, privacidad y accesibilidad, entre tantos otros. “Lo que queríamos que se sepa y lo que necesitamos saber”, subrayó a modo de resumen Sofía Savoy, de 22 años y con discapacidad visual, desde la ciudad de Córdoba. Sofía es feminista, activista en META, La Luz de Frida y Proyecto Preservativo para Vulvas, y participó del zoom que juntó a varias de ellas para esta entrevista con Las12.
Todas coinciden en que a diario se topan con personas que creen conocer cómo son, cómo piensan, qué necesitan y cómo deben vivir sus vidas. Por eso, el libro reúne testimonios de mujeres con discapacidad que cuentan cómo son discriminadas cuando asisten a consultas médicas y cómo son ignoradas e infantilizadas cuando consultan por sus derechos sexuales y reproductivos. La presentación del libro tuvo lugar en La Casa del Bicentenario, el pasado diciembre, en el marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Lanzado por REDI y FUSA Asociación Civil, el libro -ilustrado por Ro Ferrer y también en versión digital- está escrito en un lenguaje claro y accesible, desde un enfoque de derechos con perspectiva de discapacidad y género. En el zoom con Las12, además de Sofía estuvieron presentes, Laura Pérez, de 42 años, junto a Nataly, su apoyo; Gabriela Bruno, desde Santa Fe; las talleristas Carolina Buceta y Verónica González Bonet; y Eva Amorín, periodista y trabajadora social, que tuvo a su cargo la coordinación general de los talleres.
¿Qué pasa con los derechos sexuales y reproductivos y con la sexualidad de las mujeres con discapacidad?
Para responder esa pregunta dramatizaron situaciones en relación a las experiencias en la consulta y en la atención médica. ¿Qué se permite y qué no se permite decidir? ¿Por qué se las infantiliza? ¿Se utiliza la esterilización forzada? ¿Por qué es tan difícil ver a las personas con discapacidad como personas que pueden ejercer su sexualidad, tener una pareja, tener hijxs o no tenerlos?
La identidad de género y la orientación sexual también fueron tema de los talleres. Y como ocurre muchas veces, se suele presumir la heterosexualidad en las mujeres con discapacidad. Eva cuenta que una compañera de Córdoba con discapacidad intelectual, que participa del colectivo Otrans, contó que a ella le importan mucho las personas trans, que le parece muy injusto que sean tan poco aceptadas y que no quiere que ninguna persona trans tenga que dejar la escuela por el rechazo social.
A lo largo de los talleres produjeron distintos mensajes, tanto en tinta como en braile: “Hablame a mí y no a mi acompañante”, “Sí, necesito más tiempo en la atención”, “Yo decido qué método anticonceptivo”, “Yo decido si abortar o no”, “Tengo derecho a tener hijos y a criarlos como cualquier otra mujer”. Otras de las frases fue “Gozar es mi derecho”. Y también apareció fuertemente el aborto forzado y experiencias de compañeras que contaron los prejuicios sobre cómo tiene que ser llevado adelante un embarazo y un nacimiento: ‘Si tenés discapacidad seguro vas a cesárea’. “También trabajamos los apoyos para la vida sexual, un tema todavía complejo y tabú”, dice Eva: ‘Vas a poder autoexplorar tu cuerpo, si tenés una discapacidad motora, si te dejan acostada del lado en cual con tu mano tenés acceso a tus genitales y te podés acariciar’. Eso es un apoyo para la vida sexual. Y dejarte acostada del otro lado es dejarte sin la posibilidad de la autoexploración del cuerpo. Fue una oportunidad para hablar del placer y del disfrute”.
Verónica González Bonet se suma al zoom de la entrevista minutos más tarde. Tiene discapacidad visual, es integrante de REDI y periodista en el noticiero de la TV pública. Vive en Almagro y como tantes vecines de su barrio atraviesa un corte de luz. “Por suerte mis hijos están en la colonia”, cuenta acerca de sus gemelos de 10 años.
¿Crees que la discapacidad es una cuestión transversal?
Verónica: --No, y por eso es tan necesario que este libro exista. ¿Cómo una persona va a poder decidir sobre sus derechos sexuales y reproductivos si no tuvo acceso a la educación o al trabajo? Cómo va a poder si no hay accesibilidad, si no hay autonomía, si no hay capacidad jurídica. Hay una estrecha relación con todos los derechos que están plasmados en la Convención. La discapacidad no está vista como una cuestión que atraviesa todas las temáticas, porque si en las distintas políticas que se implementan se nos incluyera realmente como sujetas de derecho, entonces no habría necesidad de elaborar un material específico. Cuando se ven campañas que tienen que ver con derechos sexuales y reproductivos, en general –y digo en general porque hay excepciones- los cuerpos que se muestran no son los cuerpos de las mujeres con discapacidad. En general, en los centros de salud no hay accesibilidad y cuando hablo de accesibilidad no hablo solamente de que haya una rampa en la entrada sino de que los pasillos sean anchos, que las camillas se puedan bascular para que una persona con discapacidad física pueda pasar de la silla a la camilla sin que se manipule su cuerpo como si fuese un objeto. Pensar en que los baños sean accesibles, que haya mamógrafos a los que se les pueda regular la altura.
Por una mejor atención en los servicios de acceso público
Laura tiene discapacidad intelectual y trabaja asistiendo a personas con discapacidad que concurren al Centro de Día de la Asociación Civil Andar, que también cuenta con un emprendimiento de servicio de catering. Sobre las cosas que salieron a luz en los talleres, dice: “Hablamos sobre muchas cosas. Que haya una mejor atención en los hospitales, que nos hablen a nosotras, a la persona con discapacidad y no a la persona que nos acompaña. Que no nos discriminen. Se siente incómodo que le hablen a la otra persona. Yo en los talleres conté que puedo decidir lo que yo quiero hacer, que puedo tomar mis propias decisiones, y que no me obliguen a otra cosa. No me gusta que entren a la habitación sin golpear, que primero toquen la puerta. Que no piensen que no vamos a poder hacer, que no nos traten como nenas.
¿Qué te dejó la experiencia de participar en los talleres?
Laura: Me gustó, me interesó, aprendí muchas cosas. Me cuesta hablar delante de otras personas pero a medida que fui haciendo los talleres me fui soltando. Había muchas mujeres que contaban sus cosas, como una que dijo que le pusieron un método anticonceptivo sin preguntarle. Que nosotras podamos decidir. Que se tomen el tiempo de hablarnos a nosotras.
Verónica interviene y dice: “Laura dice ‘que se tomen el tiempo de hablarnos a nosotras’. ¿Por qué necesitamos más tiempo? Porque necesitamos que nos expliquen, que nos den la información en un lenguaje simple, sin tecnicismos. En ese sentido, este material viene a cubrir ese hueco que hay por no considerarnos a las mujeres con discapacidad como parte de la población.
Desear y gozar
El deseo, la autoexploración y el placer sexual fueron temas muy protagonistas en los talleres. Que no se censuren esas posibilidades, ni socialmente ni desde las familias. El derecho a tener pareja quedó plasmado en la campaña #SomosDesear, con spots de radio y video que pueden verse en YouTube. Eva agrega: “Y que esa pareja sea una pareja y no un apoyo o un acompañante. Apareció mucho en la voz de las compañeras que se suele considerar a la pareja como un asistente o como alguien que viene a ayudarlas o a salvarlas. También existe la idea de que las mujeres con discapacidad solo pueden estar en pareja con otras personas con discapacidad”. Varias de ellas contaron lo difícil que fue comenzar a tener relaciones sexuales. Eva recuerda que una compañera con una lesión medular y en silla de ruedas contó que el médico le había dicho que ella nunca iba a poder disfrutar de una relación sexual, entonces ella durante muchos años no tuvo relaciones sexuales. “Se había vedado ese aspecto de su vida porque le habían dicho que ella nunca iba a poder disfrutar. En un momento, con una pareja, decidió -sobre todo para que él disfrutara, así lo contó en el taller- tener relaciones. Y le pasaron un montón de cosas hermosas y descubrió que ella sí sentía placer. Ese desconocimiento del médico, esa idea tan falocéntrica de que todo el placer está centrado en el coito, ese imaginario médico, la había dejado muchos años de su vida sin posibilidad de disfrute.”
Explorar el propio cuerpo
Hay una ilustración de Ro Ferrer de una chica con una discapacidad de las que no se ven, pero que existen como la discapacidad psicosocial, que se está explorando los genitales con un espejo. El texto cuenta en un lenguaje simple qué significa una relación sexual y propone una invitación a la autoexploración, al autoerotismo, y a reconocer que las relaciones sexuales pueden ser placenteras o no. En el libro también aparecen las distintas posibilidades de encuentro y de atracción, como dos chicas teniendo relaciones en un sillón rojo y también una chica y un chico teniendo relaciones en ese mismo sillón.
“Ninguna es la misma después de estos talleres”, dice Sofía, que empezó a informarse sobre cuestiones específicas de discapacidad en los talleres. El primer encuentro al que concurrió en 2019, fue una de sus primeras actividades relacionadas al activismo de los derechos de las personas con discapacidad. Antes, solo había pensado estos temas desde lo individual. Pero en los talleres apareció la fuerza de lo colectivo, de la grupalidad. “Fue un primer espacio para compartir con otras discapacidades que no sean solamente la discapacidad visual, entonces aparecieron cuestiones que atraviesan a otras discapacidades. Eran muchas horas de trabajo, que las aprovechamos un montón y aprendimos entre todas. Teníamos diferentes edades, había compañeras de 50 años y mujeres jóvenes, eso permitió conocer distintas realidades. Por ejemplo, el derecho a tener una pareja o a maternar. Es re fuerte que alguien diga, ‘Che, yo puedo tener pareja’, o ‘No puedo ir a un telo porque la silla de ruedas no entra’.”
Otra actividad que resultó muy poderosa para todas fue ‘La caja de la sexualidad’, una caja con objetos con los que había que conectarse desde el tacto y el olfato. Con los ojos tapados, tenían que elegir uno que les remitiera a la sexualidad. Había chocolates, enaguas, pedazos de algodón, preservativos, plumas, perfumes. Y cada una tenía que contar por qué había elegido ese objeto. Una compañera en silla de ruedas eligió un camisolín con mucho broderí y dijo que lo había elegido porque la sexualidad le remitía al erotismo, a las relaciones sexuales, que aun teniendo una discapacidad motora o la que sea, puede mostrarse sensual y desplegar esa sensualidad. Otra compañera con discapacidad intelectual eligió una pelotita de goma y contó que la había elegido porque en el sexo a ella siempre la habían tratado como a una pelota. Eva subraya: “En ese taller hablamos de situaciones de violencia sexual y también de cómo la sexualidad puede ser placentera o profundamente dolorosa, cómo puede estar ligada a cosas muy lindas o a las violencias y al acoso. Para mí fue muy fuerte como en el mismo grupo habían podido construir desde distintas experiencias una definición de sexualidad tan completa. Puede ser algo que remite al erotismo y a la sensualidad o puede ser que traten como a una pelota”.
Verónica cuenta que tuvo distintas parejas, con y sin discapacidad. Recuerda que a los 17 años le gustaba un compañero de la escuela con el que había onda pero él no sabía qué hacer, no se animaba a concretar porque ella era una mujer con discapacidad visual, una mujer ciega. Y se lo pudo decir. Sobre si la discapacidad termina siendo una barrera para ejercer plenamente la sexualidad, Verónica dice: “Creo que muchas veces termina siendo una barrera pero no por la discapacidad misma sino por los prejuicios que hay en relación a las personas con discapacidad y a la sexualidad de las personas con discapacidad”. Su pareja actual tiene una disminución visual y como cualquier pareja se complementan y se reparten las tareas y la crianza de sus tres hijos. Cuando Verónica quedó embarazada de gemelos, su médica le preguntó: “¿Y cómo vas a hacer?”
Gabriela Bruno tiene 45 años y está en la ciudad de Santa Fe. Tiene una discapacidad motora desde el nacimiento y a los dos años le pusieron una pierna ortopédica. Dice que el discurso médico está muy presente y que ella se fue “construyendo mujer” con el tiempo. Cuando era adolescente estaba lejos de sentirse protagonista de su sexualidad, aún le compraban ropa que la aniñaba y le “disimulaba” su cuerpo, pero unos años después fue con un amigo gay a buscar otro tipo de ropa. También la ayudó mucho un seminario sobre Construcción Social de la Discapacidad en el que se anotó en la facultad de Trabajo Social en la ciudad de Paraná. “Fue un momento bisagra porque me di cuenta de que lo que me pasaba a mí le pasaba a un montón de otras mujeres con discapacidad: no estábamos convidadas a la misma mesa que el resto. Ahí me caen algunas fichas. Entonces, mi amigo gay me acompaña a comprarme otro tipo de ropa. Me probé de todo y nada me gustaba. Me vi de cuerpo entero por primera vez. ‘¿A quién esperás ver en el espejo?’, me preguntó mi amigo. Y ahí me di cuenta de que en mi casa no había espejos donde mirarme entera. Por eso digo que me construí mujer. Pude empezar a mostrar más las tetas y a usar ropa ajustada. Me habilité, empecé a mostrar mi pierna ortopédica como parte de mí, me vi seductora como veía a mis amigas y empecé a garchar. De los veinte años en adelante empecé a tener relaciones con personas sin discapacidad. Construí una relación abierta hace más de quince años. Él fue quien me dijo: “Enseñame”.
Gabriela dice que en los talleres pudo vibrar la presencialidad y sentir los abrazos. La interpeló mucho la posibilidad de hacer un taller exclusivo para mujeres con discapacidad: “Eso fue muy convocante para mí. Encontrarme con otras mujeres desde esa identidad política de mujeres con discapacidad. Esa particularidad me resonó”.
¿Algo de esa identidad política se fue construyendo en los talleres?
Gabriela: --Totalmente. Desde mi vivencia, esa fue una de las mayores potencias de lo que se generó a partir de los talleres y que nos atravesó a todas a nivel nacional. Llegar a un lugar donde te convocan desde esa identidad y donde te encontrás con otras mujeres con realidades distintas. A mí me acompañó una amiga que no tiene discapacidad y a ella le generaba ruido tener que irse. Nosotras hablamos por nosotras mismas. Fue así, como bien posibilitador de que nos encontremos, nos reconozcamos y sentirnos -insisto- como una identidad política. Posicionarnos como mujeres con discapacidad no es algo menor, y en el marco del movimiento feminista, porque empiezan a hilvanarse diferentes banderas que una levanta. Posicionarnos como sujetas de derechos con discapacidad, pararnos desde ahí, exigir desde ahí y construir juntas desde ahí. Vimos una transformación en cada una. Fue una amalgama muy interesante y una sensación muy placentera. Cada una viene con sus propios recorridos. Una vive la información y luego la teoriza y le da contenido político. Algo nos entrelazó para poder construir nuestra voz colectiva.
Discapacidad y feminismo: las agendas sean unidas
Carolina Buceta tiene 48 años y fue tallerista junto a Verónica. También tiene discapacidad visual y es psicóloga. Coordinó los talleres en la región del NOA, Rosario y Córdoba y trabaja en el programa Equiparar, del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de Nación. Un programa creado para fortalecer las políticas públicas y las acciones de la sociedad civil que garanticen la igualdad en la diversidad de mujeres y LGBTI+ con discapacidad para el acceso efectivo a sus derechos. Dice: “Hablamos de la cantidad de barreras que existen para acceder a la información. Algo en común fue la falta de ESI que tuvimos todas en nuestras trayectorias escolares y que en general las campañas carecen de formatos accesibles, es decir más facilidades para comprender, pero no solo nosotras que estábamos en los talleres sino otras mujeres también”.
¿Qué creen que suman los feminismos a la hora de hablar de personas, de mujeres con discapacidad?
Carolina: --Muchas de nosotras nos definimos feministas pero todavía hay mucho para trabajar. Hay muchas barreras que están presentes porque se nos excluye. Si vos hacés un recuento de las reivindicaciones de los grupos feministas, si no es porque hay una compa con discapacidad en el ruedo, o porque desde Redi nos sumamos a las marchas y a la construcción de documentos, si no está nuestra presencia y nuestra voz pujando en esas reivindicaciones, no aparecemos en sus agendas. Sin duda, las agrupaciones feministas nos dan la posibilidad de pensarnos en un marco, en una construcción, en un contexto como pueden ser las marchas del 8 de marzo, o los 3 de junio de Ni Una Menos, un contexto propicio para que nosotras podamos también alzar nuestras voces. Sin embargo, esa construcción colectiva entre las organizaciones feministas y las organizaciones en las cuales estamos nosotras las mujeres con discapacidad como mujeres con discapacidad, con nuestra bandera y nuestro lema, esas agendas todavía no están aunadas.
Verónica: Me parece que es importante pensar que hay derechos que las mujeres en general pueden ejercer y que todavía las mujeres con discapacidad no porque enfrentamos barreras. Eso todavía no está visto desde el feminismo o por lo menos no se ve habitualmente. Hay excepciones y situaciones específicas como cuando Redi interactúa con otras organizaciones feministas y se logra instalar esa perspectiva. Pero muchas veces, si no estamos, eso no ocurre. Todavía se nos ve a las mujeres con discapacidad, como cuidadas y no como cuidadoras, necesitemos o no apoyo para cuidar porque necesitar apoyo no restringe la autonomía con discapacidad.
Versión digital del libro: http://genero.redi.org.ar/wp-content/uploads/2021/11/Gui%CC%81a-de-derechos-sexuales-y-reproductivos.pdf