Liborio 7 Puntos
República Dominicana/Puerto Rico/Qatar, 2021
Dirección: Nino Martínez Sosa.
Guion: Pablo Arellano y N. M. Sosa.
Duración: 99 minutos.
Intérpretes: Vicente Santos, Karina Valdez, Ramón Emilio Calendario, Fidia Peralta
Estreno en la plataforma Mubi.
Producto del derrumbe sufrido más de quinientos años atrás, cuando un continente, poblaciones de diversos orígenes y centenares de culturas fueron exterminados para siempre, la mitología americana es, básicamente, la de los vencidos. Aquéllos que encarnaron de allí en más la rebelión lo hicieron por tiempos limitados --el caso de Cuba es único--, sufriendo nuevas derrotas. Pero el pueblo del continente cuenta con sus héroes y, sobre todo, sus mitos, encarnación del sueño de la comunidad. De Santo Domingo es uno de ellos, escasamente conocido fronteras más allá (¿quién conoce, fuera de sus países, al glorioso indio sioux Nube Roja, al Chacho Peñaloza, al general Artigas, a Francisco Solano López o a Tiradentes?). Ese héroe dominicano es Olivorio Mateo Ledesma, popularmente conocido como Papá Liborio, una figura de comienzos del siglo XX, a quien los habitantes del sur de ese país invistieron como líder político, sabio de la tribu y figura mística, y que dada su influencia se convirtió en blanco principal de las fuerzas de ocupación yanqui. Cuánto hay en esa historia de realidad, de leyenda o de proyección de deseos, lo que importa es el mito que representa: el de quien por su inteligencia y bravura sigue dando vida, para los suyos, a la posibilidad de una rebelión.
Producida por Fernando Santos Díaz (que ya había solventado, cinco años atrás, la excelente Cocote) y presentada el año pasado en el Festival de Rotterdam, Liborio arranca de la historia esta figura, con un estilo narrativo que, más que la suma de peripecias propias del tiempo histórico, lo ancla en un tiempo meditativo, introspectivo, ambiguo. Mítico, en suma. Virtudes todas del realizador debutante Nino Martínez Sosa. La escena inicial reproduce el nacimiento del personaje (Vicente Santos) como mito, cuando tras refugiarse en una caverna en medio de un aguacero, es recibido por su pueblo con la suposición de poseer poderes sobrenaturales.
El punto de vista de Martínez Sosa con respecto al personaje, y quienes lo rodean, es ejemplar: no se ve al héroe producir ningún milagro (salvo una extraña “evaporación” inicial), y al mismo tiempo la religiosidad popular no es puesta en duda. Lo que el film muestra es la condición de líder político y espiritual de Liborio, cuya palabra ninguno de sus escasos cofrades pone en discusión. No existe aquí algo “correcto” o errado en lo que creer. Se cree en lo que se cree, y eso merece el respeto del realizador.
Liborio pone orden cuando algún compañero intenta sobrepasarse con alguna mujer. Guía las cosechas, se hace cargo de su familia, instruye a su pequeño hijo en la peligrosidad de las armas. Los tiempos de estos habitantes selváticos nunca son precipitados, tal vez porque la espesura exige desplazarse con cuidado. Hay, quizás, una pequeña “trampita” de guion, que no muestra armas en posesión de la tribu, pero sí lo hace después de una primera expedición de los gringos, como si ese armamento tuviera una función exclusivamente defensiva. Coherente con su planteo, en su final el film de Martínez Sosa deja en suspenso si se está asistiendo a un milagro, si lo que ocurre es la materialización de un deseo filial o si está naciendo alli una memoria histórica. Tal vez algún día esa memoria renazca, volviendo a tomar a su líder como bandera, frente a la invasión de los hombres rubios.