Los Juegos Olímpicos de invierno 2022 tendrán este viernes su ceremonia inaugural desde las 9 en el estadio Nido de Pájaros de Beijing, con una expectativa bastante diluida por la pandemia de coronavirus y dentro de una burbuja estricta que pretende minimizar las posibilidades de contagios. En ese contexto, unos 3000 atletas de 91 países diferentes competirán en busca de la gloria olímpica. De los 3.000 deportistas, Argentina aportará solo seis, su delegación más reducida desde Nagano 1998. Francesca Baruzzi y Tomás Birkner en esquí alpino, Franco Dal Farra y Nahiara Díaz en esquí nórdico, Victoria Rodríguez López en patinaje de velocidad y Verónica Ravenna en luge conforman el pequeño plantel albiceleste, que pretende sumar experiencia ya que sus aspiraciones son bastante modestas frente a rivales superprofesionales, cobijados bajo la estructura deportiva y económica de grandes potencias, en disciplinas con casi nula difusión y presencia en nuestro país.
Verónica Ravenna
Verónica Ravenna es la atleta más experimentada de la delegación argentina, la única que ya sabe lo que es ser olímpica. A sus casi 24 años (los cumplirá el 19 de febrero) afrontará sus segundos Juegos tras Pyeongchang 2018, además de haber ganado un diploma por su séptimo puesto en los de la Juventud en Lillehammer 2016. Nacida en Buenos Aires, criada en Cipoletti hasta los seis años y con casi toda la vida hecha en Canadá junto a sus padres y su hermano, representa a Argentina en luge, una disciplina con casi nula tradición en nuestro país.
"Es un deporte que te da mucha paz y libertad", le contó Ravenna a Página/12 desde Múnich, antes de viajar a Italia para reunirse con el resto del equipo y luego volar a China. No importa que su pequeño trineo se deslice por un medio tubo de hielo a unos 130 kilómetros por hora y que el mínimo error pueda costarle un fuerte golpe o una fractura, como la que sufrió en la clavícula y que, en su momento, le impidió sumarse al equipo canadiense. "Desde adentro, cuando todo va yendo bien, el mundo se frena. Podés ver a la gente que está, que gorrito tiene puesto...", asegura Verónica, que igualmente es conciente del riesgo que corre en cada bajada. "Siempre un poco miedo te da, no tenemos proteccion, si me doy vuelta me rompo la pierna...", dice con una sonrisa.
¿Cómo llegó al luge?
Cuando su padre Jorge, un comerciante de pisos de madera, decidió que el futuro de su familia iba estar en Whistler, una ciudad ubicada a una hora y media de Vancouver, no se imaginó que una excursión escolar iba a marcar el futuro deportivo de su hija. De visita por los escenarios olímpicos para los Juegos de invierno 2010, una maestra instó a sus alumnos a que eligieran un deporte y Verónica quedó fascinada ante la posibilidad de tirarse por el hielo con un trineo a toda velocidad. Más tarde, después de grandes resultados en carreras locales, llegó el contacto de su padre con un miembro de la Federación Argentina de Luge para que se convirtiera en deportista olímpica y representara al país al que volvía todos los veranos, mientras el coronavirus lo permitía, para visitar a sus abuelas, tíos y primos.
Pero, para cumplir su sueño de correr en trineo, Ravenna vive con una exigencia extrema. La Copa de Cristal, un especie de torneo de Fórmula 1 que semana a semana se traslada a diferentes centros invernales de Alemania, Suiza, Austria o Rusia, demanda un enorme sacrificio, sobre todo para competidores que no cuentan ni el apoyo ni la logística de las potencias. "Con el tema de la pandemia, hace seis meses que no vuelvo a mi casa", recuerda Ravenna, que una de las cosas que más extraña es a Malbec, su bulldog francés negro con el pecho blanco. "Es un circuito que cada semana viajás a un pueblo distinto, entrenás dos días y el fin de semana es la carrera. No te relajás nunca mudándote cada seis días", explica la pilota, que en las últimos tiempos pudo sumarse a la estructura de la selección alemana, aunque todo el esfuerzo económico que demanda la competencia corre por cuenta de su familia, más allá de algún sponsor puntual.
Nuevos objetivos
Tras la experiencia de Pyeongchang, donde finalizó 24 y fue la abanderada argentina en la ceremonia de clausura, Ravenna llega con Beijing con otra madurez. "Crecí mucho mentalmente y deportivamente, estoy en un lugar diferente. Estoy mucho más relajada y con menos ansiedad", asegura, aunque no quiere ponerse una posición puntual como meta: "No me planteo una plaza. Aspiro a hacer las cuatro mejores bajadas, pensando en todos los que me ayudaron". El lunes 7 y el martes 8, en el Centro Nacional de Deslizamiento de Yanqing, tendrá la chance de demostrarlo.