No sé por qué hay argentinos que le temen al default con el FMI. Yo estoy en default desde el 96 porque me negué a pagar intereses usurarios de una tarjeta del crédito. Y acá ando, vivito y coleando. Es verdad que tengo prohibido pasar frente a los bancos bajo amenaza de francotiradores en el techo y una vez quise entrar al local de Kenzo de París y un japonés gordo como luchador de sumo me hizo que no con el dedito en alto. Yo le respondí a los gritos que total no pensaba comprar nada de esa ropa ridícula, pero creo que él ya lo sabía por mi cara de sudamericano con hambre. Pero más allá de eso hago vida normal.
Ustedes se preguntarán cómo es posible que a pesar de estar en default viaje a Europa. Basta con ir a Gibraltar de polizón en un barco de pesca chino y de ahí nadar hasta Almería o dónde te arrastre la corriente. Y si te desorientás y desembarcás en Marruecos podés subirte a una patera llena de negros que prefieren ahogarse en el Mediterráneo a seguir viviendo en sus países saqueados.
Lo curioso de estar en default es que nadie te presta plata ni te tiene en cuenta para ningún negocio, pero igual te sacan plata si pueden. Que seas pobre no quiere decir que no puedas ser más pobre. Y los bancos (o cómo se llamen) lo saben y si pueden exprimirte, te exprimen. Eso vale para uno y para los países, claro.
Hay gente que asegura que estar fuera del sistema es bueno. Yo lo estuve mucho tiempo (ahora lo digo en serio) y lo extraño, pero ya el sistema no te deja. En default hasta tener una línea de teléfono se hace difícil. Y no podés trabajar ni de músico en bares porque tenés que facturar, y caíste chorlito: tenés que ser monotributista.
De joven era lindo vivir así. Pero llegan los hijos, la familia, las ganas de comprarte una guitarra, y al rato ya estás pagando impuestos y pidiendo tarjetas de créditos que exceden tu capacidad de pagar, y chau Carlitos. Además, en este mundo, no tener es haber perdido. Y por mucho que uno se haga el hippie que vive de la caza y la pesca, a todos nos gusta tener un auto, un par de buenas guitarras y viajar.
Qué cosa rara la romantización de la derrota, ¿no? Hay una cantidad enorme de cartelitos y memes que nos hablan de lo bueno que es perder. Eso lo deben haber inventado los ganadores, los que nos necesitan dóciles y conformes a pesar de todo. O por ahí lo inventamos nosotros mismos, para no sentirnos tan giles y vernos como héroe de película que muere al final pero salva a la chica de morir ahogada. Vaya uno a saber…
Es obvio que no estoy hablando del acuerdo del gobierno con el FMI pero sí estoy hablando del acuerdo con el FMI. Y ustedes querrán saber mi opinión. Me opinión es “qué sé yo”. No conozco nada de economía internacional. Ni siquiera entiendo cómo andan las apps de descuentos. Lo que sé es que ta´ feíto que los que empeñaron el país anden en yate y que nosotros debamos pagarles las cuentas. Y así desde la campaña al desierto hasta ahora.
A mí no me gustan especialmente ninguna de las dos opciones. Ni pagar una deuda que no es nuestra ni quedar en default porque después te incautan la Carabela Libertad y hay que aguantarse a la gilada usando el tema en contra nuestra. Ustedes me dirán que Buitres y FMI no es lo mismo y yo le respondo que son todos buitres. A mí lo que me gustaría es que los responsables vayan presos y paguen con sus propiedades.
A pesar de todo yo hago el intento de rebelarme contra esta dictadura del dinero (en el bolsillo de otros). Pero, como diría Michael Corleone, “justo cuando pienso que estoy afuera, me vuelven a meter adentro”. El otro día compré algo para mis hijos en un shopping y les dije que lo pongan en la cuenta de Antonia. Me sacaron carpiendo al grito de “andá a laburar, kuka”. No me dieron tiempo a explicarles que al final de la dictadura pagamos entre todos las deudas del papá y del abuelo de Antonia y que era hora de que esa plata vuelva a sus dueños. Hasta para trabajar en un shopping deberías estudiar historia, pero no…
Para los que preguntan lo que se siente, les digo que vivir en default es una posibilidad seductora, pero saben qué, a la larga pagás igual. No te van a perdonar porque vos seas rebelde, claro. Acá entra el aspecto romántico de no ceder. Tiene su encanto, no lo voy a negar. Pero te genera muchos kilombos. Es una cuestión ideológica en todo caso. Es patear el tablero y aguantar el chubasco. Es algo así como morir con las botas puestas.
Sin embargo, cuando a Néstor le tocó pagar, fue y pagó. Y la deuda había sido generada por los mismos impresentables de siempre, los de ahora disfrazados de los de antes. No decidió ir a un default o algo semejante. Supongo que algo debe significar para los lectores compulsivos de realidades.
Claro que la situación no era la misma. Uno no se baña dos veces en el mismo río, sobre todo si el río está privatizado y el dueño te hace cagar a tiros por sus guardaespaldas. Y no olvidar que la historia es tragedia primero y farsa, o falsa, después. Eso sí, en Argentina nada de esto tiene valor. Acá uno se baña en el mismo río una y otra vez y la historia se da como tragedia y farsa al mismo tiempo. Y en todas las opciones y en todos los ríos, hay que meter la mano en el bolsillo y pagar tarde o temprano.
Yo, que tengo la bola de cristal y sé que la cosa viene de nalgas, por las dudas todas las mañanas me saco unas gotitas de sangre y la dejo en un frasquito para el día que haya que pagar con lo que haya a mano. Hoy o mañana, con o sin default.
Mientras, aprendo a usar mi app de descuento, que me hace sentir un bróker de Wall Street y me da autoridad para opinar sobre lo que desconozco por completo y mucho más también. Total, quién me quita lo debido.