Músico fundamental, original y forjador de un estilo único, Luis Alberto Spinetta tuvo una obra prolífica, como solista y con sus bandas, que permanece, eterna, en el corazón de sus seguidores. A diez años de su partida, Caras y Caretas repasa en su número de febrero la vida creativa de uno de los más integrales artistas de la Argentina. Desde este domingo en los kioscos, opcional con Página/12.
“13 de enero, testeo. Confirmado: ómicron asaltó el cuerpo.” Así comienza la columna editorial de María Seoane, que recrea un semidelirio de fiebre mientras estuvo internada en observación. “Suena el teléfono. No hay partes a cada uno que llama. No. Estoy desnuda y sola. Quiero dormir. Necesito un libro. Una pastilla de menta o algo fuerte en mi boca. Un wasap: ‘No te olvides de la columna de Spinetta’. Cierto, Caras y Caretas le hace un homenaje a ese genio del rock nacional. Lo amé como amo a Charly. Se cumplen diez años de su muerte. ¿Cómo haré, si estoy sin aliento… y no fumo, y temo la violencia loca de la abstinencia que esta vez, lo sé, es definitiva?”, se pregunta.
En su editorial, Felipe Pigna recuerda: “A través de su obra, el Flaco nos fue enseñando a mirar la vida desde otros ángulos, con arte, con la locura tan necesaria; a que la poesía puede ser algo cotidiano, que cada uno puede interpretarla como quiera. Hay en su obra lo mejor de muchas cosas: del folklore, de los poetas llamados ‘malditos’, de sus admirados Beatles, de las rebeliones de los 60, de las nuevas formas del amor, ecos de una generación a la que la vida y la política atravesó dejando huellas”.
Desde la nota de tapa, Diego Fischerman propone una mirada renovadora: “Suele pensarse a Luis Alberto Spinetta como uno de los fundadores del rock nacional. En todo caso, como el padre absoluto de una clase de rock arriesgado en lo estético y siempre capaz de ir más allá y de tensar los límites de lo ya probado. No obstante, han sido muy pocos los continuadores de esa línea y muchos menos los que han logrado agregar a ella algo personal y significativo. Si se repara en que su obra es una de las más vastas y originales de todo el campo de la canción de tradición popular en la Argentina, resulta mucho más interesante olvidarse por un momento del rock para situar a Spinetta –y a los grupos que lideró– como parte de otra serie. Una serie que confluye en el rock, por razones generacionales, pero a la que podría denominarse ‘de la modernidad’: Piazzolla y Eladia Blázquez, el jazz del Bop Club de Buenos Aires, María Elena Walsh y su uso de los mapas musicales. Habría que pensar, más bien, que el rock entró en esa serie de la modernidad argentina, la inseminó y, en esa generación cuyas fuentes no eran el rock por la sencilla razón de que eso aún no existía, hicieron posibles algunas de las músicas más interesantes del siglo”.
Alfredo Rosso escribe una semblanza sobre Invisible, “un grupo que no se guardó nada en sus tres años de vida. Fue testigo de su tiempo y lo reflejó en una música y una poesía que abrazaron la realidad y la supieron llevar a otro plano, invistiéndola con la resonancia de los grandes misterios”. En tanto que Gabriel Plaza da cuenta de las sociedades creativas de Spinetta con Pappo, Fito Páez y Charly García.
Mariano del Mazo repasa la obra musical de Spinetta y las distintas formaciones que lideró. Roque Casciero rememora el concierto de las Bandas Eternas. Y Marina Amabile cuenta la historia del Polo Saldías, donde tuvieron lugar los ensayos para ese monumental recital en el que el Flaco celebró su extensa trayectoria junto a la música, en 2009.
María Malusardi aborda la faceta poética de Spinetta a partir del análisis de su poemario Guitarra negra. Y Juan Bautista Duizeide discurre acerca de sus lecturas e influencias literarias.
Para abordar el mundo privado del Flaco, Yumber Vera Rojas reconstruye los lazos de amor filial a través de testimonios de los hijos e hijas de Spinetta. Jorge Kasparian muestra al músico “en pantuflas”, a través de testimonios de personas de diversos ámbitos que lo trataron de modo cotidiano. Y Damián Fresolone convoca a distintos artistas a revivir momentos compartidos y analizar las huellas que dejó Spinetta en la cultura argentina.
Adrián Melo escribe sobre la dimensión política en la vida y en la obra del Flaco. Y Chiara Finocchiaro se dedica a su compromiso con diversas causas sociales. Ricardo Ragendorfer recuerda un recital de Invisible en Rosario, en 1975, que casi convierte a Spinetta en un perseguido político. Y Ana Jusid lo declara un ser “alado”.
El número se completa con entrevistas con Black Amaya (por Gabriel Plaza), Emilio del Guercio (por Adrián Melo) y Eduardo Martí (por María Zacco).
Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.