Dicen los psicoanalistas que los neuróticos obsesivos están/estamos "enredados en el lenguaje". Que a veces una palabra (frase, discurso) es un obstáculo que nos impide continuar nuestro camino hacia… hacia... ¡hacia no sabemos dónde!
En ese sentido, envidiamos a les histériques, que siempre saben hacia dónde quieren ir, y van hacia otro lado; a las fóbiquis, que no se preocupan por averiguar hacia dónde quieren ir, total igual no van a ir a ninguna parte; e incluso a les paranoicus, que no siguen ningún camino, porque el camino les sigue a elles.
Todo este prólogo tiene un sentido: retrasar el momento de meterme con lo que me preocupa, ya que, como buen obse, no dejo para mañana lo que puedo hacer el año que viene.
Pero quiero decirles, lectóribus de mi almanaque y de mi alma, que me siento económicamente triste, socialmente angustiado y políticamente confuso. Ya lo dije.
Lo que pasa es que soy de esos que creen que aunque no estemos de acuerdo en muchas cosas, tenemos que estar todos juntos detrás de un proyecto que nos contenga, nos cobije y, sobre todo, que nos proteja de ese monstruo grande que pisa fuerte, que no es la guerra como en la canción de León Gieco, pero es igualmente dañino a la hora de arrasar con la inocencia de la gente, las cosas de la gente, la historia de la gente, y la gente.
Así de malos son, aunque algunos digan que ahora se disfrazaron de "un poquito menos malos".
Lo que me ha preocupado es que, en estos últimos días, muchos dicen "hemos llegado a un acuerdo con el Fondo", donde "hemos" puede ser el verbo auxiliar del pretérito perfecto compuesto del verbo haber ("hemos llegado"), o bien, una palabra que en griego significa "sangre" (hemo-globina; hemo-rragia, etceterexit).
Y lo peor de todo es que puede ser una mezcla de ambas: hemos (nosotros) llegado a un acuerdo con el Fondo, que nos costará hemos, sudor y lágrimas.
Y nadie dice que no. A lo sumo, dicen que "nos va a costar menos de lo que nos hubiera costado", que "nos va a costar pero dentro de un tiempo", que "nos va a acostar" o que "sin ese acuerdo, quién sabe dónde estaríamos", a lo que algunos responden: "el problema es que con ese acuerdo sabemos dónde estamos, y nos está llegando al cuello" (no precisamente el agua).
Así las cosas, no me cabía otra que consultar a mi psicoanalista histórico; no porque él sepa de política, economía o sociedad, sino porque sabe de mí, y por alguna parte tenía que empezar. Así que lo llamé al licenciado A. Como ustedes ya saben, abrevio su nombre para proteger el secreto profesional (el de él). Seguramente pensarán que se llama Adán, Adrián, Ariel, Abel, Abraham, Alfredo, Adalberto, Alfonso, Alfondo, Artemio, Alospremios, Amílcar, Aníbal, Asdrúbal, Alain, Aldonpirulero, Aldo, Altoahí, Adiel, Abdul, Arquímedes, Aracio, Astor, Antónimo, Alavozdeauro, Albano, Afgano, Atento, Sigmund o Jacques.
La larga lista de nombres, ya lo habrán deducido, es otra de mis jugarretas obsesivas para no llegar al tema que me carcome, me carbebe y me cardeglute.
Bueno, el tema es que lo llamé. Y me atendió.
–Hola, Rudy– dijo, y me sorprendió.
–¿Cómo sabe que soy yo?
–Podría decirle que lo tengo agendado en mi celular, pero eso usted no me lo creería, entonces le digo que ningún otro paciente me llama en medio de las vacaciones.
–Pero es que no estoy de vacaciones –le dije.
–Yo sí– me respondió.
Me dejó helado en medio de la ola de calor.
–¡¿Cómo hace para estar de vacaciones en tiempos tan angustiantes, en tiempos en los que se juega nuestro futuro político, nuestro presente económico y hasta nuestro pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo social?!
–Rudy, Rudy, lo escucho muy influenciado por los verbos.
–¡No me diga...!
–Sí, le digo.
–No: no me diga "influenciado", que es incorrecto, se dice "influido", ¿lo ve?
–No, no visualizo la diferencia.
–No, no, no "visualizo", no! ¡"Veo", "veo"!
–¿Qué ves?
–Una cosa, pero le pido por el amor de Freud que use bien el lenguaje.
–Rudy, Rudy, no se me ponga controversial.
–¡Nooo, no lo soporto!
–Usted se aísla, y no puede recepcionar que lo estoy escuchando.
–¡No, claro! No puedo "recepcionar", porque la palabra correcta es "recibir"; y no me pongo "controversial", esa es una palabra inglesa, en castellano es "controvertido".
–Rudy, usted no acepta los cambios, el lenguaje es dinámico.
–¡El lenguaje es dinámico, pero las "erratas" no son "etarras"!
–Me parece que se está desviando de lo que de verdad lo angustia.
–Usted se está escapando de sus furcios, pero en parte tiene razón, licenciado A., porque me preocupa el mal uso del lenguaje, pero sobre todo cuando lo usan para hacernos creer algo que no es, o para no hacernos creer algo que sí es, como con esto del acuerdo con el Fondo.
–¿Puede ser más claro, que no lo entiendo?
–¡Es que yo tampoco lo entiendo, licenciado A.! El Fondo le prestó más guita de la que podía a un gobierno que no debía, para que no perdiera las elecciones; ese gobierno las perdió igual y ahora la guita la tiene que pagar el gobierno que ganó. Es como si usted se comprara un pasaje a Europa con plata que no tiene y ahora me lo quisiera hacer pagar a mí, que soy su paciente y si usted viaja me quedo sin sesiones.
–Hablando de eso, quiero hablarle de un ajuste de mis honorarios.
–¡Ah, no! ¡Eso sí que nooo! ¡De todas las palabras que detesto, esa es la peor!
–Pero ¿qué le pasa, Rudy?
–¿No leyó los noticieros, no escuchó los diarios, no se le metieron en su casa los tuits? ¡Todos lo dicen: "NO HAY AJUSTE, NO HAY AJUSTE"!
Y corté: no quise decirle que no se dice "ajuste", se dice "bájate los lienzos", ni que él me explicase que en realidad no era un ajuste, era un sinceramiento, un malentendido, un "aggiornamento", una "actualización" o que, más que ajustarme los honorarios, le daría un plan de facilidades extendidas a mi neurosis para que mis síntomas no entren en default.
Seguimos en la próxima.
Sugiero acompañar esta columna con el video homenaje a la Marcha del 1F, de RS Positivo (Rudy-Sanz).