Parir, así en infinitivo, es el nombre elegido por la directora Florencia Mujica para su nuevo documental. Pero no se trata solo de la experiencia general por la cual una persona deviene madre, sino del tránsito hacia el parto de un puñado de mujeres, que se plantean de qué forma es deseable llegar a la vida. “En la Argentina, cada 60 segundos nace un bebé”, avisan al comienzo. ¿Pero cómo nace? ¿Qué protagonismo tienen las mujeres en su propio parto? Entre el deseo, la expectativa y el hecho concreto de parir, tres embarazadas cuentan sus vidas. Ellas son Vanesa –que transita su primer embarazo muy conectada con su panza, deseando un parto “natural”, con poca intervención–, Mariana –que tiene dos hijos grandes y está esperando con emoción a su primera niña–, y Nayla –que cuenta en su historial con dos cesáreas “innecesarias” y quiere empoderarse para parir de una vez–. En sus testimonios –registrados con muchísimo respeto por sus intimidades–, la violencia obstétrica (física pero también verbal) es protagonista excluyente; el intervencionismo y el protocolo institucional para la recepción de lxs bebés que supone que las madres deben tener las piernas ¡atadas!, no gritar mucho para “no molestar”, parir en una posición no fisiológica o ser separadas de sus pequeñxs cachorrxs están a la orden del día, incluso en las declaraciones del obstetra del Hospital Italiano Mario Sebastiani -para este doctor, los partos son “vaginales” o “abdominales”, no “naturales” o “cesáreas”. En pleno siglo XXI, ¿la medicina va en contra de la naturaleza y de la fisiología?

“Nacer mejor es vivir mejor”, dice un cartel ubicado en el hall central de la Maternidad Pública Estela de Carlotto, en Moreno. Como un oasis en medio de tanto intervencionismo, este es el único establecimiento donde se cumple la ley de Parto Respetado sancionada en 2005. El documental recoge las emocionantes declaraciones de Mónica, una partera comprometida que acompaña con amor, respeto y paciencia a quienes llegan allí. Para ella es habitual apagar las luces, agacharse con las parturientas para ayudarlas a pasar las contracciones más intensas, así como conmoverse por cada nuevx bebitx que llega. La contención institucional es ahí sobre todo contención corporal, espiritual; la partera pone su cuerpo al servicio de la mujer que está pariendo, aunque el sistema médico hegemónico no quiera contemplar este valioso apoyo -en  la mayoría de las instituciones las doulas, por ejemplo, no pueden ingresar a la sala de partos. La ex directora de esta Maternidad modelo Patricia Rosemberg –obligada a renunciar por el gobierno de María Eugenia Vidal– da una de las claves por las cuales el factor tiempo que necesita una embarazada para parir se ve alterado por las frívolas condiciones laborales de lxs profesionales de la salud: al tener “politrabajos”, lxs médicxs no pueden esperar y deciden realizar casi compulsivamente operaciones. Es escalofriante la estadística que dice que el 82 por ciento de los nacimientos en el país son cesáreas, con mujeres pasivas y anestesiadas. El documental hace carne estas cifras, porque a Vanesa le practican una –adiós ilusiones de parto–, y a Nayla también, repitiendo de forma traumática las experiencias anteriores. La única que logra parir es Mariana, mientras su marido mira un partido de fútbol en la sala de espera. La perspectiva de las protagonistas, poniéndole voz a sus embarazos, contrasta tajantemente con la de los hombres en Parir: ellos son o bien obstetras que parecen tener siempre la última palabra, o bien machistas asustadizos que no se atreven a entrar a una sala de partos, o padres compañeros, involucrados y conmovidos. Y en los resquicios se posiciona Parir, un trabajo valioso, incómodo y a la vez respetuoso, que sirve para concientizar e informar. Para ponernos en estado de alarma. Parir retrata la soledad profunda y desesperante que muchas sienten en un momento clave, rodeadas de “profesionales” que no se involucran con ellas. Esta es una película que humaniza el parto, para que nos repitamos hasta el cansancio que “para cambiar el mundo primero hay que cambiar la forma de nacer”.