La madrugada del domingo 21 de mayo nos encontrábamos en Uniclub, un boliche ubicado en Guardia Vieja 3360, en la Ciudad de Buenos Aires, presenciando un show. Comenzamos cánticos con diferentes consignas feministas y una integrante de la banda nos acercó el micrófono. Al terminar el show, un empleado de seguridad de la empresa “C.A.P.S.A Seguridad en Boliches” vino hacia nosotras y nos pidió que levantemos nuestras pertenencias del piso cuando se encontraban contra el escenario sin interrumpir el paso.

Preguntamos por qué y, acto seguido, se retira. Al instante vuelve con una mujer “patovica”, nos repite la consigna y, al encontrarse con la misma pregunta de parte nuestra, nos obliga a retirarnos de forma violenta. Empujan a Micaela a la salida y la tiran al piso. Las otras chicas intervinimos a raíz de la agresión y el “patovica” masculino saca, de forma violenta, a Paula, generándole golpes y moretones en ambos brazos. Fuera del lugar, exigimos nombres, apellidos y DNI de lxs agresorxs de la empresa C.A.P.S.A. Nos costó una hora y media de insistencia conseguirlos. En ese tiempo recibimos una amenaza explícita del “patovica” masculino diciendo “no sabes con quien te metiste”. Tras la amenaza fuimos a la Comisaría N° 9 a realizar la denuncia.

Nos preocupa saber que la reacción violenta e injustificada de las y los empleados de seguridad de C.A.P.S.A. responde a la misma lógica que hace más de diez años generó el asesinato de Martín Castelucci en La Casona de Lanús. Oscar Merlo (integrante de la Asociación Civil Martín Castelucci) nos dijo: “Todos los fines de semana hay hechos de violencia gravísimos como estos”. Para peor, consideramos que en nuestro caso se buscó una excusa para sacarnos del lugar a causa de nuestros cantos feministas. Creemos que estas prácticas violentas son las respuestas del sistema patriarcal frente a la resistencia, crecimiento y fuerza del movimiento feminista. 

Nosotras, como educadoras de niñas, niños y adolescentes que viven situaciones de injusticia permanentemente, tenemos la responsabilidad de transmitir, no sólo con las palabras sino con el ejemplo, la necesidad de luchar contra las violencias. Por eso, no podemos callarnos ante una situación de injusticia de este nivel. Y nos referimos concretamente a aquello de que “el silencio es salud”. No. El silencio es opresión. Es nuestra responsabilidad como educadoras ser coherentes y denunciar las injusticias sufridas al mismo tiempo que organizarnos para cambiar todo lo que deba ser cambiado. 

¡No queremos más violencia contra las mujeres! ¡Ni Una Menos!

(*) Educadoras y militantes de La Miguelito Pepe, desde donde impulsan proyectos educativos para niños, niñas y adolescentes de las clases humildes.