Mi columna “La responsabilidad colectiva” generó mucho debate: bienvenido sea. Nada más triste que no haya ni un comentario en la nota que uno ha trabajado con tanto ahinco, doy fe de ello. Las respuestas eran muy diversas: desde las muy elogiosas, que se agradecen muchísimo, hasta las críticas que sirven aunque no causen una felicidad inmediata; hasta otras más preocupantes porque no dan señal de entender de qué hablaba. Con la directora Nora Veiras decidimos que, en vez de contestar individualmente, le escribiera al conjunto. La esperanza es que así también se abra el debate a más gente, porque debate necesitamos, no cabe duda. La nota y los comentarios textuales están en este enlace:
Empecemos por el título: “La responsabilidad colectiva” Algunos comentarios (no nombraré a nadie porque interesa el debate conceptual, no las personas) simplemente pasan de largo esa idea central y discuten otras cosas: si hubo traición o lealtad, maquiavelismo político o intento de torpedear al gobierno, etc. Es decir, se concentraron en la pura intencionalidad política. Que no es la parte central como argumento.
El mecanismo en discusión, la responsabilidad colectiva, es un intento de sintetizar la libertad de pensamiento con la necesaria unidad de un grupo (todos para uno, uno para todos). ¿No nos criticaban ser una escribanía? Pues acá el responsable de la bancada da un paso al costado porque no está de acuerdo con un punto central de la política del gobierno como es la negociación con el FMI y, por lo tanto, no va a poder defenderlo con la voz de la convicción. Pero no se va del Frente de Todos. Vuelve a ocupar el escaño para el que lo eligieron.
Como este gobierno está haciendo algo que ningún otro hizo, discutir en el Congreso un acuerdo con el FMI, tendrá un papel para cumplir de acuerdo con su conciencia, pero también de acuerdo con los intereses del conjunto. Uno de los comentarios lo resume muy bien. “Si hay disenso , es un gallinero, si todos opinamos lo mismo somos los bolcheviques. Acá lo importante es escuchar e interpretar al pueblo y nuestra dirigencia discutir, polemizar y actuar con la opinión y decisión de la mayoría.” Añado otro comentario que apoya la renuncia de Kirchner “no solo por la postura de Perón con el FMI sino de su padre CON EL MISMO me parece lo mejor con una carga de grandeza y un ejemplo tutelar para toda la posteridad militante EN UNA ARGENTINA QUE ESTA HUERFANA DE EJEMPLOS DIRIGENCIALES” (las mayúsculas son del autor).
Algunas críticas desde valiosos y muy sentidos puntos de vista, que reivindican la transparencia absoluta, me parecen admirables, pero utópicas. Los religiosos creen en un Dios perfecto o infalible. Yo no soy religioso, pero en algo coincidimos con los que creen en un Dios Perfecto: los humanos somos imperfectos. Encima no somos uno o dos sino que actuamos en gigantescas colmenas de más de 7 mil millones de personas y con noticias las 24 horas, exigiendo comentarios en tiempo real a discusiones complejísimas, todo en nombre de la transparencia.
Imagínese una discusión de pareja sometida a declaraciones cada 15 minutos de lo que se dijeron, declaraciones acompañadas de rumores y distorsiones, que fulanita dijo que Menganito había hecho tal cosa (no había dicho nada). El resultado es previsible: terminan discutiendo una mezcla de versiones, tergiversaciones y los trozos de realidad que no han quedado contaminados. La transparencia absoluta es un sueño exhibicionista y voyeurista. Hay cosas que se comunican al resto cuando se han agotado las instancias del diálogo y la imaginación (o, también cuando se quiere torcer una muñeca, así usan los políticos a los medios, así se genera la cadena del rumor).
Entre los comentarios de elogio que agradezco están las siguientes palabras: ”LOS ARGENTINOS SOMOS TREMENDISTAS Y SOLEMOS VIRAR HACIA LA INTOLERANCIA CUANDO UN COMPAÑERO DISCREPA” (las mayúsculas del autor).
Entre los que critican a Kirchner aparece la máxima incomprensión del artículo. Y ojo. No estoy de acuerdo con la posición de Máximo Kirchner, apoyo la de Alberto, creo que era el mejor acuerdo posible, décimas más, décimas menos. Pero, tal como dije, me parece que la decisión de Kirchner es impecable desde el punto de vista institucional: si alguien está a cargo en Diputados de que se lleve adelante la posición del gobierno y no está de acuerdo con una parte central, tiene que dar un paso al costado. Sigue en el Frente de Todos y como diputado electo aportará sus posiciones y diferencias y, con suerte, mejorará en el Congreso el acuerdo que se ha logrado y que, de ser necesario, deberá debatirse nuevamente con el FMI.
Hay interpretaciones del artículo que directamente omiten el punto central, que le dan absoluta hegemonía a lo político sobre lo institucional. Un lector dice “Todo lo que divida le abre el camino a JxC… El joven MK quizás no se enteró, pero sería bueno que leyera todos los diarios de la época… En cuanto a la izquierda incorporada al kirchnerismo entre 2008 y 2010, sería bueno que respete las banderas de la unidad, o vuelva al FIT. Las puertas están abiertas”.
Lo político es fundamental, pero pensemos en un partido de fútbol. Están las reglas y están los dos equipos. Las reglas (11 jugadores, árbitro, offside, el discutido VAR, etc) cuentan para todos los partidos: la regla de juego institucional. Dentro de este campo están también las reglas que gobiernan a los jugadores y el técnico. Rio Ferdinand no estaba de acuerdo con la táctica que Ferguson aplicó en la final de la copa europea contra Barcelona. Manchester United perdió 3 a 1, quizás Ferdinand tenía razón (yo creo que hubieran perdido igual, aquel Barcelona de Messi era casi imbatible), pero obedeció al técnico porque él decidía lo que había que hacer en el campo. En la cancha se pone en juego la política: las tácticas de cada equipo, los objetivos para ese partido, etc...
Muchos hablan de la división que genera Máximo. No hay que temerle a las diferencias, ni a las contradicciones. La realidad es demasiado compleja para que no existan en cualquier grupo humano. Por eso la importancia de las reglas de funcionamiento institucional, si no, como señalo en la nota, tenemos un vicepresidente como Julio Cobos que vota en contra y sigue en el gobierno. Que haya diferencias es tan inevitable como saludable. Donde afecten el funcionamiento institucional deben resolverse de manera clara y que las personas que estén en ese lugar respeten esas reglas (Máximo lo hizo, Cobos no).
Voy terminando y seguro me quedan comentarios en el tintero. Algunos cuestionan que nos comparemos con otros países o que, en el caso británico, no mencionemos que fue un imperio esclavista, etc... Otros comentaristas contestan por mí esos argumentos. Un solo añadido: la comparación no es para decir A es mejor que B, sino para decir acá se hacen las cosas así y funciona. Otros apuntan que es puro oportunismo político. Una aclaración: hacer lo que se debe institucionalmente no elimina el cálculo político. Cuando Robin Cook renunció a su puesto por la guerra de Irak, era el candidato de muchos laboristas para reemplazar a Blair, pero al mismo tiempo tenía que pronunciarse sobre la invasión. Si decía que no como miembro de gobierno, debía renunciar y se convertía en el líder de facto de la oposición interna al laborismo, pero perdía su lugar en el gobierno, donde se lo mencionaba como posible ministro de finanzas (en caso de que Gordon Brown, como terminó sucediendo, reemplazaba a Tony Blair). Es decir, la institucionalidad no es ajena a la política. Las diferencias de Máximo con Alberto son claras, pero podría maniobrar por dentro y acaparar poder o plantear sus diferencias por fuera, aunque dentro del bloque, con los riesgos que ello implica.
Dejémoslo aquí. Se me deben haber pasado muchos comentarios, pero la mayoría entran dentro de este abanico. Los agradezco a todos, desde ya me ponen más contento los que les encantó, pero importa el debate sin chicanas ni descalificaciones, que todos estamos tratando de pensar una realidad muy compleja. Y un ruego al leer. Empezar por el título. En general se intenta que ahí esté la síntesis de lo que se busca razonar. Incorporarlo a los conceptos y la dinámica colectiva sería un gran avance, un paso de madurez, como dice al final de la nota el politólogo argentino vinculado a la Universidad de Cambridge.