La historia es bien conocida. A mediados de los ’90, James Grant fue despedido de un canal de tevé británico tras haber estado involucrado en producciones de alto rango como Prime Suspect. Con más de cuarenta años, decidió escribir una novela, no como hobby sino como sustento. Poco después, bajo el seudónimo de Lee Child, dio con un artefacto literario y fenómeno de masas “adictivo”, según se escribió en estas páginas. Bestseller ecuménico que se apoya en una obra contundente como los golpes de su personaje y ha logrado el elogio de autores como Stephen King. La Argentina no es ajena al suceso ficcional (Blatt y Ríos ha realizado ediciones exquisitas de sus novelas y ensayos) que ahora tiene una serie con la arcilla del personaje. “Fue la primera historia que escribí pero además es una buena introducción para Reacher porque en ese libro acaba de salir de la milicia. Está tanteando su nueva vida. En los dos primeros episodios, especialmente, es Reacher aprendiendo a ser Reacher. Eso es perfecto”, dice el autor en entrevista con Página/12.

-¿Eso vuelve a esta adaptación de Zona Peligrosa, publicada hace 25 años, más significativa?

-Lo es y creo que fue lo correcto. La primera temporada con el primer libro, allí hay un paralelismo con lo que es la vida.

-¿Cuánto se involucró en esta realización?

-Quería una participación significativa, y el tipo de intervención de este tipo que podés tener es que la gente idónea trabaje sobre tu material. Mi mayor influencia, entonces, fue previa a que se escriba una palabra del guion y de que las cámaras empezasen a rodar. Quería asegurarme de que quienes hiciesen el programa fuesen los indicados, poder confiar en ellos y que me gustase trabajo. Una vez que eso encajó, lo mejor que cualquier escritor puede hacer es dar un paso al costado, callarse y subirse al bote. Así es como obtenés los mejores resultados. Lo podés ver en esta temporada, tiene confianza en sí misma y su propio movimiento. Si hubiera metido mis manos en la masa, o espiado que pasaba en cada jornada, lo habría arruinado. Me tuve que relajar, hacerme a un costado y disfrutarlo como un fan.

- El halo, la personalidad y el aspecto corporal de Reacher son fascinantes. ¿Qué le añadió la personificación de Alan Ritchson?

-Es un personaje de los demandantes. Por un lado, es muy físico pero también es muy cerebral, es un pensador, sabe mucho en lo que respecta a su tarea. Así que necesitaba a alguien que pudiera resolver esos dos lados de la ecuación. Tenía que ser grande y duro pero además inteligente. Y la inteligencia es difícil de plasmar en la pantalla. Es alguien que piensa más rápido que el resto, es muy avispado y tranquilo a la vez, así que es bastante arduo de conseguir todo eso. En el comienzo del piloto casi no habla durante casi seis minutos y está todo el tiempo en pantalla. ¿Cómo podés ser convincente sin tener una línea de diálogo? Necesitás alguien que pueda dar en la talla. Alan lo hace.

-En un episodio, el personaje lanza una frase que parece resumir sus motivaciones: “venganza, justicia, revancha, dame toda la pandilla”. Dos cuestiones. ¿Tras 26 libros sigue siendo su motor? Por otro lado, ¿representa algún tipo de reivindicación para usted el programa? Es decir, usted empezó a escribir esta saga después de perder su trabajo en una cadena de televisión…

-Las historias de Reacher surgen de algo muy primario como el desquite. Y es un gran estímulo. Reacher busca venganza, pero no lo hace en su propio beneficio, puesto que no está necesariamente vinculado con los personajes de cada historia, pero necesita desquitarse con los malos. Y es muy cierto, personalmente necesitaba vengarme de quienes me habían quitado mi trabajo. Y desquitarse así se siente muy bien. Realmente lo hace. Toca una fibra en los lectores, la audiencia y todos los que necesiten algún tipo de desagravio. Y cuando pasa, es muy satisfactorio.

-Usted ha dicho que el control remoto influyó en su forma de escribir, en el sentido de que su técnica busca mantener en vilo al lector con preguntas y respuestas que tardan en llegar. Reacher es un programa concebido para el streaming, lo cual eleva eso a la enésima potencia. ¿Ha reflexionado sobre ese punto?

-Toda la producción de streaming debe tener muy en cuenta ese punto. El binge watching requiere de una elemento compulsivo y narcótico en la forma de contar historias. Es muy diferente de cómo solía ser en la televisión. Esto es algo nuevo y necesita de nuevas cualidades. Trabajé en la televisión hace 25 años cuando esto no existía, así que son técnicas narrativas con las que no estoy muy familiarizado. Admiro como lo han hecho aquí, me enviaron la última versión y me los vi uno detrás del otro. Ahí está la cualidad que te hace implorar por el siguiente y el que viene, y el otro. Es como una droga. No sé cómo lo hacen pero lo consiguen.

-¿Qué otra novela de la saga sería perfecta para una siguiente temporada?

-No es que sea supersticioso, pero en el negocio del entretenimiento no es tu decisión. Es de los productores, de Amazon y de la audiencia. Mi respuesta es que hay 25 libros más para elegir. Hagamos 25 temporadas más hasta que sea un anciano.

-Usted es británico, pero Reacher se siente muy estadounidense. La historia sucede en Georgia, “el Estado del durazno”, como lo llaman. Están las referencias musicales y todo el folclore sureño. ¿Cree que Reacher encarna unos “Estados Unidos perdidos”​?

-Está ese espíritu, el de las rutas secundarias con sus pueblitos, los moteles y los diners. También la movilidad de antaño, con esos largos viajes en los que la gente descubría lugares impensados en el camino. Parte de mi corazón está ahí. Esa forma de vida “old fashioned”. Reacher también es así: no tiene un celular, no usa computadora. Es un tipo analógico y se siente cómodo. No le gusta el mundo digital. Yo también soy así, como un montón de personas. El pasado nos daba unas certezas que ya no existen.

-Ha dicho que la base para Reacher era usted mismo cuando en la escuela defendía a los más chicos de los matones. ¿Reacher es su Madame Bovary?

-Inevitablemente todo trabajo de ficción en un punto es autobiográfico. Soy Reacher, si pudiera ponerse en esos términos, pero para mi suerte, muchos más también ansían serlo. Muchos querrían haber actuado así en ciertas circunstancias o conocido a alguien como Reacher. Es un protector, alguien que resuelve problemas, ese es un deseo que tenemos todos. La gente se siente identificada con alguien así. Es parte de sus sueños.

-En Argentina tiene grandes seguidores, especialmente en el campo literario. Escritores como César Aira, Elvio Gandolfo y su traductor Aldo Giacometti han reivindicado y desmenuzado su obra. ¿A qué atribuye el appeal de su personaje?

-Primero, me declaro fan de Argentina y no sólo desde lo literario. Es por otros motivos: soy hincha del Aston Villa, tenemos a Emiliano Martínez en el arco y a Buendía en el mediocampo. Así que le doy mis gracias a ese país (risas). Yendo a Reacher, creo que es un personaje universal y con sus raíces bien plantadas en el pasado. Cada era tuvo a alguien así: el caballero errante, el noble solitario, el extraño misterioso. Eso está presente en la cultura cowboy pero también en la de los gauchos. Estos tipos ermitaños y autosuficientes que querían la tierra para algo bueno. Hay una narrativa que está afincada a esa idea desde hace cientos de años.

-Hablando de Emiliano Martínez, tiene el porte y los rasgos para ser un buen Reacher, ¿no? Mide casi dos metros, sabe cuándo hablar, golpea con lo justo a sus rivales….

-Emiliano Martínez sería un gran Reacher. Especialmente porque siempre luce sereno. No es llamativo, o al menos no le da importancia a lo que genera, es un tipo competente y reservado. Debería intentar en probarse para el papel en algún momento, estoy seguro de que se divertiría y tendría menos trabajo que con esa defensa.